Ahora, cuando he encontrado a Luis, con sus canas y sus
pequeñas manías, pero con esa ternura de la espera y el cariño, no puedo hacer
otra cosa que huir.
Me llaman loca. Mis amigas, las pocas que me ha dejado
conservar, me dicen si estoy chalada, que si no será exponerme a que el bruto de
Juan me parta la cara.
Que no, que no aguanto
más. Que ya se acabó. Que a mi cuerpo le faltan caricias de terciopelo, y a mis
ojos una mirada de ser humano y no de fiera en celo, y a mis entrañas un varón
que llene el vacío de mis noches y la sed de mi corazón de gata. Que no quiero
más. Que ya no me resigno a que mi futuro sea más dosis de lo mismo. Que no
quiero mírame un día en el espejo y pensar quién será la mujer hundida y mustia
que no se atrevió a volar. Si es que
nunca me hizo feliz. Si es que me engañó su cara de chico bueno cuando decía
controlarme porque me quería. Si es que ni en la luna de miel hubo miel o dulzura
en sus manos. Que no aguanto su voz de cazalla y su olor a tabaco. Ni sus
eructos. Ni sus gritos reclamando la cena. Ni sus burlas cuando me arreglo. Si
es que estos años con él se me han hecho siglos. Si es que no quiero verle más
mirando mis cosas. Si es que ya no soporto sus zarpas rasgando mis bragas,
dejando arañazos en mi alma. Que no quiero más. Ni un minuto más.
Dicen las vecinas que la
vieron con una maleta, camino del Metro, y que iba sonriendo, cosa desconocida
en ella. Y que iba guapa, como arregladita para ir de boda, caminado airosa.
como para comerse el mundo.
Ante los niños, que se enteren de quién manda aquí. Siempre me he preguntado qué locura tienen que no se enteran que matando a su ex dejan a sus hijos sin nadie, porque él ha matado a la madre, pero él irá al cárcel.