De Alfred me es difícil hablar. Son trece años de ser cómplices de letras y nos une una profunda amistad, con el hilo conductor de la escritura. Es esdrújulo en su sentidod el humor, y con su borrador de la única novela que ha publicado, El libro de la Masía, llegué a caerme de la silla por leeerlo. Aunque en absoluto es una novela cómica, dicho sea de paso.
Escribe poesía desde hace relativamente poco, pero con donaire y acierto. Les paso un poema suyo recitado.
Para ALFRED
ESDRÚJULAS
Me gusta vívidamente
esa sonoridad esdrújula
de los momentos álgidos,
esos de ritmo atlético,
o de los que parecen estáticos
que resultan casi épicos.
Me he levanté con febrícula,
pero en absoluto abúlica y
como soy muy práctica,
me haré un desayuno fantástico
con algún ingrediente básico,
casi con poderes mágicos.
Sin recetas académicas,
y a falta de brújula para el hambre,
cocinaré algo instantáneo,
a mi estilo anárquico.
Plato simple, cómodo
nada regio ni monárquico.
Los huevos acrobáticos
se descubrieron auténticos,
en su lunático juego
de no querer ser cómplices
de la panceta ibérica,
en la sartén más que cálida.
Las naranjas, más dóciles,
sí se dejaron cortar,
pero de forma patética,
por un cuchillo pérfido
que odia las formas geométricas,
aunque el zumo quedó óptimo.
Las tostadas, tan flemáticas,
en un estado bélico,
se quemaron, de manera ínfima
para parecerme pésimas
y producirme lástima.
Pero las miré impávida.
Un desayuno opíparo
para un domingo plácido
con un sol más que álgido,
con algún ratito cómico
me dejó buen ánimo
y con la salud óptima.