El castell se cargó con levísimos instantes de incertidumbre. El aixeneta levantó la mano y emprendió la bajada, mientras la estructura de la torre se empezaba a agitar en las piernas de cada componente de la colla castellera.
Frotándose la cabeza por el coscorrón, acabó encarando que las pequeñas cosas no pueden obviarse.
El registro dejaba en evidencia que no se cuidaron los detalles.
Frotándose la cabeza por el coscorrón, acabó encarando que las pequeñas cosas no pueden obviarse.
El registro dejaba en evidencia que no se cuidaron los detalles.
Los vacilantes pasos que llegaron a dar por el filo de la navaja, estaban sentenciados a no llegar a su destino.
Desde un plano de visión sólo unos centímetros más lejos, se observa que yacían agazapadas, pero prestas a salir a escena, las débiles puntadas de las costuras mal hilvanadas.
Al contemplar una ejecución cuasi perfecta, es cuando entendemos la enorme importancia de las pequeñas cosas.
La búsqueda de la perfección es clave para alcanzar las metas con ciertas garantías. Las prisas son malas consejeras y peor compañía. Como en el anterior relato, la experiencia es clave para ir atando cada detalle que, al final, se hace tan fundamental como el inicio.
ResponderEliminarUn besote
Pueden quererse pasar por alto, pero son las pequeñas cosas, de una en una las que permiten, en su suma, la diferencia entre un buen resultado y una chapuza.
EliminarO como en este caso, que el castell hiciera llenya (desmoronamiento) al desmontarlo.
Un abrazo
Pequeños detalles diferencian las grandes obras. Un saludo.
ResponderEliminarSí, no son banales.
EliminarUn abrazo Alfred.