jueves, 21 de junio de 2012

El milenio en la plaza



Juntaron las cabezas sobre un plano, y ella prosiguió su camino a la oficina, dejando atrás la estatua del General Prim y a las palomas


De regreso a casa volvieron a encontrase.


El, durante la mañana había cerrado la duda que le llevó allí. Eva quedaba atrás. Entre dos mudas y una sexta edición, yacía una foto de ambos estampada en un punto de libro.

Ella acababa de abrir el milenio en la ciudad que albergó, por unas noches de Abril, a Mozart en el Bartrina y un aroma en el aire a Polo Sport, cuyo frasco azul, quedó por desenroscar.




Pasaron los años y cambiaron las palomas. El Gran Casino de la Plaza pasó a ser un establecimiento del Viena, con sus mesas y sillas e inmensos toldos blancos. 

Cuando un día de primavera tropezó con un hombre, algo en su mente le trajo, intactas, unas noches de luna llena con esencia a nostalgia en forma de colonia. 


Algo que duró los cinco pasos que la separaban de una tienda de ropa, cuyo escaparate de ropa veraniega, con un equilibrio cromático y espacial la cautivó, poniendo punto y final al recuerdo ya enterrado en su memoria

6 comentarios:

  1. Añoranzas o nostalgias? Creo que son añoralgias!

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  2. Pues hasta donde yo imaginé a la narradora, ni una cosa ni otra, pero es la gracia de la lectura, que jamás hay dos iguales para un mismo texto.

    Un saludo, El corazón...

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  3. Me pierdo en este relato, no termino de entenderlo muy bien. No obstante, me deja un regusto de frialdad y volatilidad, incluso de las vivencias intensas, por la acción del paso del tiempo como una goma de borrar que lo difumina todo. Pero quizá no he interpretado bien.
    Un abrazo y besos

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    1. Es exactamente eso, la crueldad del tiempo, o la bondad, según como se mire.
      Es como cuando un aroma a arroz con leche te trae, fugazmente, un instante, que te produce nostalgia intensa, pero que emigra veloz y ligera.

      Un abrazo.

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  4. Lo que para unos se olvida tan rápido como se recuerda, para otros no lo es, y aquel tiempo pasado permanece a cada instante, y si una chispa lo recuerda, arde durante horas.
    Este relato me recuerda justo al contrario del de las sombras, cuando una mujer tropieza con un antiguo amor y se hace la despistada sin girarse pero ardiendo en deséo de hacerlo.
    Besos sinceros

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    1. Es al continuación de hecho, del de tropezando.

      Los tiempos se pusieron a jugar con los espacios y salió esta continuación.

      Un abrazo.

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Ponen un gramo de humanidad. Gracias por leer.