domingo, 23 de septiembre de 2012

Cuartito de hostal

Habitación de hotel E, Hopper 1931


Encontraron un cuartito en un hostal de medio pelo, al final de un pasillo vestido con una alfombra amortiguadora de tacones y cargada de ácaros y pasos olvidados. Y allí, donde jamás había llegado el viento álgido del amor real, se entregaban todos los jueves al delirio de navegar entre azahares recogidos de naufragios imposibles de rescatar. 

Sólo allí conseguían desatar los nudos de la garganta de sus anodinas vidas, sus escarceos con la muerte y sus ansias de vida por degustar. 

 Ella había despuntado desde la edad frutal de los melocotones en ser tan descomplicada como concentrada en sus anárquicas curiosidades. El había sobresalido en saltarse las leyes de la trigonometría, a caballo de patrocinios de fiestas para ocultar la timidez de sus más oscuros deseos. 

Ambos habían seguido caminos prefijados, convenidos en el tiempo del devenir de los sucesos. Ambos se habían casado y sido padres, así como ambos habían jugado y habían perdido.

2 comentarios:

  1. Se presupone una suerte de perdedores, reencontrados en un tugurio, para recrearse en una suerte de artes amatorias, huérfana de sentimientos.
    Un abrazo.

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    1. No lo imaginé así. Ignorando qué vida tienen en sus respectivos mundos, lo veo un regalo de remanso de paz para recuperar pila y fuerzas.

      Estos escenarios de perdedores a veces tiene sus puntos de luz o escalera de color. Pero es una propuesta.

      Un abrazo.

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Ponen un gramo de humanidad. Gracias por leer.