jueves, 25 de octubre de 2012

Pianola para recordar.

Los martinetes de la pianola fueron avanzando. Primero como borbotones de notas enfebrecidas y posteriormente entonando una melodía lánguida, que dejó el comedor saturado de lágrimas derrotadas por la nostalgia del olor a rosas frescas.

El anciano, con el batín a cuadros escoceses, secó la humedad salada con la punta de un pañuelo cuyas iniciales bordadas le ataban a su identidad.

Agarrando dos puntas de la funda de seda, volvió a cubrir el artificio, por otros veinte años más.

4 comentarios:

  1. Otro bellísimo texto. Otro magnífico micro regalo.

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    1. Gracias Francisco. Eres muy generoso en tu lectura.

      Un abrazo.

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  2. Maravilloso relato breve. Esa pianola hace soñar.

    Un abrazo grande

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Ponen un gramo de humanidad. Gracias por leer.