A veces dejamos
que las manos sigan la pluma del propio corazón, quien a su vez se deja llevar
por la mente. En un vuelo sin escalas, sin límite y sin pasaporte identitario .
Y ese patrón que manda cuando el corazón le deja, guarda en su gorra de plato
sin galones los posos de la escuela de la
vida.
A veces desconectamos
el piloto automático de las tendencias, de las filias y las fobias. En un deshojar
de abalorios impostados. Y en una caída sin alas, parapente, ni chaleco
salvavidas, dejamos que la rosa de los vientos deje pétalos de escamas en la
piel de quita y pon.
A veces, nos duele un silencio atronador, porque escuchamos demasiado
ruido dentro nosotros mismos. Y en esos ratos, hasta la luna, cautiva de las
mareas, tiñe de un halo blanco el reflejo de un gato negro sobre un tejado. De
zinc o de tejas de arcilla, florecida por la fuerza de la vida.
A veces, ese ruido sincopado se acopla a los latidos. Hace interferencias
como un aparato parásito cualquiera. Y en esos
minutos, deja ir a los cientos de “yos” que se esconden enraizados en el muro
de nuestra alma, como enredaderas presas de unas semillas sin principio ni fin.
A veces, algunas veces, de la sordera
de ese ruido devastador, recomponemos un cuadro de algo que podemos reconocer
como la imagen que nos mira con la sonrisa ladeada, desde un espejo trucado.
Espejo cóncavo o convexo? Deformador o amplificador de la irreal realidad que refleja? Narciso comtenplándose en aguas que bajan límpidas, o acaso son turbulentas? Todo en uno, sueño con pesadilla y realidad sonriente. Hay un solo mundo, pero están en otros.
ResponderEliminarUn abrazo y un besazo que van con alas, sin chaleco ni parapente, pero que aterrizan como plumas sobre el blanco de esta luna y el negro que los trasmite.
El espejo refleja con precisión de cirujano los contornos externos de esos ecos que lleva en su grupa la esencia de la simple complejidad de cada quien.
EliminarSueño dulce y pesadilla, en un juego de entrelazados hilos que nos mueven, a veces, como títeres de ángeles caídos. Y a veces, como sublimes querubines. La real ficción de lo que somos.
Un abrazo que aterrice con tren de aterrizaje sin tropiezos.
Ruido que escuchamos en nuestro interior que no nos deja sentir el sosiego y la calma.
ResponderEliminarUn placer leerte, Albada.
Un beso.
El ruido que veces los cascabeles de los tobillos atenúan, en un juego de danza maya, cual ciervos descubiertos por el cazador que habita en nuestro interior, compartiendo techo bajo el sombrero.
EliminarMe alegra que te guste leerme. Yo disfruto de tus palabras, como bien sabes. O algunos de mis yos. O casi todos mis yos. Broma, me gusta.
Un abrazo.
A veces leer un sencillo texto, nos alegra el día, o nos da fuerzas para seguir en él, o nos obliga a reflexionar sobre el entorno o simplemente no es tan sencillo y disfrutamos de una segunda lectura.
ResponderEliminarUn abrazo.
A veces, al hilo de la cometa, le va bien que el niño en la playa fije el rumbo de ese capitán sin instrucciones, para que el rombo y su cruceta, se oriente por un momento.
EliminarA veces, un amigo es quiete encara la imposible misión de centrar los yos para que no se dispersen y lleguen a perderse en el bosque de los enredos.
A veces, esas segundas lecturas, abren el abanico de colores que somos en nuestro interior.
Y siempre, tu lectura atenta, alegra a mis yos como chiribitas en un reflejo de trocito de mica de mi roca granítica.
Un abrazo, mantenido. A veces tan virtual como real.
Serías una buena pintora, Albada. A lo mejor lo eres y yo no lo sé.
ResponderEliminarUn abrazo.
Gracias por pensarlo, pero ni por asomo podría pasar de un plano naif.
EliminarMe acabo reconociendo como fotógrafa en palabras de instantes, que de alguna forma pretendo mostrar al compartir mi visión. Me gusta fotografiar reflejos, difícilmente fotografío personas. Porque es como si plasmar el cuerpo me impidiese retratar el alma.
Me encanta ver grandes retratos, sobre todo en blanco y negro, pero seguramente porque soy incapaz de hacerlos.
Un abrazo.