Empecé al año con el paseo habitual, aprovechando la luz que ofrecía el
cambio de calendario. Me he ido alejando, cruzándome con algún dueño de mascota y
alguna pareja de trasnochadores.
Me llamó la atención una bolsa de basura, que yacía al lado de un contenedor de residuos irreciclables. De rebuig, se llaman. Estaba sobre el asfalto, y tocaba a una garrafa de agua, vacía, de aquellas de cinco litros. Ahí estaba ella. Gris, informe, anudada, anodina y en apariencia, semivacía.
Al paso de un coche rojo a mayor velocidad de la permitida, ha recibido un
golpe de aire. No me ha parecido extraño. Por ser primero de año, había muy poca
gente por la calle, escasos vehículos, y ninguna señal de recogida de basura
por parte de los camiones municipales de recogida.
Las calles estaban en orden. A pesar de algunas bolsas anudadas que no cabían
en los recipientes, todo estaba en paz. Me pareció que la bolsa gris se había
movido de forma sospechosa, pero tan pronto lo pensé, lo dejé pasar, siguiendo con
mi paseo, por la misma acera. Silenciosa y soleada a esa hora.
En un bar aún abierto, en la terraza con mamparas acristaladas, dos mujeres
estaban sentadas, discutiendo. Una de mediana edad y con un recogido de pelo desmantelado, señalaba con el índice mientras hablaba, a una muy joven,
presumiblemente su hija. Ésta parecía esquivar la mirada, parecía no querer escuchar, pero
súbitamente se encaraba a la de mayor edad. Cruzaba sus brazos con fuerza.
Ambas parecían tener signos de ebriedad. La mayor utilizaba movimientos
imprecisos y un tono de voz elevado, turbio y tenso. La joven tenía unas ojeras
violáceas, y parecía agotada.
Crucé de acera, para alejarme de una posible discusión tardía de nochevieja,
teñida de alcohol, y rencores tendidos en una cuerda de colada.
A poca distancia, a una travesía de la escena anterior, un hombre hacía
gestos y llamaba la atención de un coche patrulla, que se detuvo. De
hecho, si no lo hubiera hecho, le habrían tenido que atropellar, porque
elevando sus brazos extendidos, se había puesto en medio de la calle.
El tipo estaba ebrio. Con un evidente tambaleo, señalaba en dirección a la
terraza del bar. No podía dudarse de que señalaba en esa dirección y, alternativamente,
a la fila de contenedores de desechos selectivos.
Yo sabía que fuera lo que fuera lo que explicara el sujeto, no tenía nada
que ver conmigo. En todo caso con los contenedores, a los que no me había
acercado.
Entré en una sucursal bancaria, para hacer una consulta, y desde el cajero
pude observar cómo los dos agentes, fuera del vehículo, muy compresivos al
parecer, tranquilizaban al hombre en mangas de camisa.
Le vi seguir por la acera arriba, girando la cabeza un par de veces
hacia los contenedores, mientras el coche de policía siguió su camino, hacia abajo, lentamente.
No pude evitar, de vuelta a casa, buscar con la mirada la bolsa gris
que en algún momento, me había parecido verse mover.
No estaba. La garrafa de agua vacía sí, pero la bolsa no.
Hace una hora, de pura casualidad, he escuchado por la radio local, que han encontrado a un recién nacido en una bolsa de basura, en el barrio por donde yo
paseara esta mañana.
Andan buscando a la posible madre. Acabo de recordar al tipo de camisa a
rayas, tambaleándose calle arriba, murmurando entre dientes mientras miraba
atrás.
Qué principio de año tan intenso. Espero que en lo sucesivo que traiga otro tipo de emociones.
ResponderEliminarUn abrazo.
Era un posible final, pero me quedaría con otro. Como que la bolsa tenía un cochecito a cuerda y que se movió un poco. por la inercia que le quedaba.
EliminarPero seguro que también este final termina en final feliz. Me encantan los buenos finales, y que las estaciones del recorrido sean amables y esperanzados.
Un abrazo.
habrá que ponerle un nombre de estilo árabe: Al Basu Ral
ResponderEliminarIgual, de todos modos, no puedo dejar de pensar que la desgraciada que se refugió en el cajero automático fue la que loabandonó
Era un posible final, que a su vez quiero pensar que acaba bien para todos. La señora del cajero yo casi que juraría que algo tiene que ver. Pero quién sabe.
EliminarUn saludo y bienvenido a este rincón. Feliz año!
Desolador panorama, un poco a lo impresionista, con colores grises tanto en las caras como las calles como en la consabida bolsa protagonista, incluso la tsetigo de los hechos contempla desde un cajero gris, la gris escena desarrollada.
ResponderEliminarSólo hay color en el suspuesto contenido de esa bolsa abandonada, rescatada por obra de un borracho bociferante, es estado de conciencia cívica.
Feliz Año Nuevo!
No puedo saber si en miles de bolsas grises no yacen más grises, negros destinos.
EliminarLa testigo, puede serlo, o no. Quise dejar abierto el papel de los testigos de mil cosas, dejando que sea un borracho quien fuera el héroe, el cívico en esta ficción.
Feliz año, con colores más alegres, que se están cociendo ya. En mi cocina.
Ese final me ha dejado KO.
ResponderEliminarBuen gancho.
Besos.
Son esas radios locales que nadie escucha. Y esos borrachos que murmuran mientras caminan adelante, volviendo la vista atrás entre palabras soeces, eructos y sueños reales.
EliminarUn beso.
Podría pensarse que es algo increíble, o por lo menos inusual, pero no lo es. Con cierta frecuencia aparece una noticia como esa, bebés arrojados a la basura, abandonados en un baño público o, colmo de la miseria humana, arrojados al desagüe. Tan grandes son los problemas que presenta nuestra sociedad que hasta el instinto maternal se pierde.
ResponderEliminarEn este caso, por supuesto es ficción, pero quise acercarme a esos escenarios tan grises como la pena gris de las realidades negras, con olor a miseria y nula capacidad para abrir ventanas.
EliminarLo problemas, en ocasiones, devoran la humanidad que habita bajo la piel del que se ve ahogado por encima de su línea de flotación.
Un saludo y feliz años..
Es lo que pasa con los que van sobrios por la vida, que nunca va nada con ellos.
ResponderEliminarSalud-os
En verdad es lo que pasa por la sobriedad de los sobrios. Que en ocasiones los ebrios nos dan lecciones de humanidad. De urbanidad quizá menos, pero eso es otro tema.
EliminarSaludos con salud. Feliz 2014
Qué triste¡¡ besos.
ResponderEliminarEs una ficción. La realidad suele ser tan dura como los que se ve en la calle, por encima de los noticiarios y sus portadas. Pero en ella, en la realidad hay cosas muy humanas, de detalles amables, luminosos y emotivos.
EliminarUn abrazo y bienvenida, Amapola.
Los detalles, siempre hablan. Las señales del instinto, quizás debiéramos, creer más en ellas. Las casualidades, las coincidencias. Hay personas, que vivimos la realidad a cámara lenta, lástima que no se pueda dar marcha atrás. Eres muy observadora, quizás seas aries, como yo, o tal vez me equivoque. Siempre le das, un toque de realismo a tus relatos. Un beso
ResponderEliminarEl instinto cada día me parece más sabio. Las teorías sobre las que se sustentan me hacen creer en él, en ocasiones, más que en el raciocinio que nos mueve a acercarnos o alejarnos de una situación.
EliminarMe gusta observar la vida, y vivirla, cómo no.
Un abrazo, Aries.
Vaya navidad. La mañana, la soledad, la bolsa, los tonos grises,... Nada agradable vaticinaban.
ResponderEliminarQue los próximos días nos traigan mejores noticias.
Besos
Seguro que los días traerán colores más amables y bolsas de ilusión. Para que sigan las realidades gozosas par la mayor parte de los ciudadanos.
EliminarPor mí, que algunos tuvieran que rebuscar en los contenedores, para que pisasen la fría y calle . Pero vaya, no creo que estén por la labor. Ya les va bien a los que les va bien.
Un abrazo, Maria Pilar.