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Levantarse temprano
era su costumbre. Sobre las seis le pasaba a buscar un compañero, por la
gasolinera cercana a su domicilio, y juntos, charlando un poco, llegaban al
trabajo.
Hacía tiempo mirando
desde lejos las luces del poste indicador de los precios del combustible de ese
día. Ante la oscuridad y el cielo, preñado de estrellas casi siempre, era el
momento de enumerar en su mente que todo estuviera en orden en la casa. De no
haberse dejado nada: ni llaves, ni móvil, ni cartera, ni fiambrera o agua
embotellada.
El cese de las obras
le había llevado al paro, en esa edad media en que es tarde para cambiar de
oficio, y pronto para rendirse.
Poco a poco volvió a
la gasolinera. Primero iba de vez en cuando, pero pronto pasó a ir de cuando en
vez, hasta que ahora, al año de estar en paro, va a diario.
La noche está cerrada
a esa hora. El cielo se deja ver en la inmensidad del horizonte, y un hombre de
unos cincuenta, abrigado y listo para empezar el día, armado con la cartera, se
dispone a tomar café en un bar. Precisamente ese, que la mayoría de días está
aún por levantar su persiana. En el fondo, prefiere que el dueño llegue tarde,
porque le permite ver la alegría de neón de los precios variables, que alumbran
profusamente la noche cerrada.
Luego, repuesto del
sueño y del frío, vuelve a su casa, mientras el sol se va abriendo paso entre
los edificios y el tráfico, en el extrarradio de una gran ciudad.
El muchacho de la
gasolinera, (el único que trabaja allá ahora), esta mañana, al salir de bar, le
preguntó que qué coche tenía.
Ninguno- dijo,
subiéndose las solapas del abrigo-. No he tenido nunca coche.
Todo lo que se trate concerniente al paro me llega al alma, y es que hay que estar en esa situación para saber lo que realmente uno puede llegar a sentir, el vacío tan grande que ello supone, el no tener un trabajo, no solo por no poder llevar un sueldo a casa, sino no poder demostrar ser alguien con valía, es tanto vacío y desesperación lo que se puede llegar a sentir, que no se puede describir con palabras.
ResponderEliminarUn beso.
Aunque trabajar, y las rutinas que conlleva, a veces se nos hace cuesta arriba, la verdad es que la situación de estar en el paro es una sensación de vacío en la autoestima. Amén del sueldo, el sustento, como bien apuntas.
EliminarOjalá las cifras bajan bajando de verdad y haya menos gente mirando gasolineras. Un beso, María.
Hola María, sientes impotencia por un lado, pero por otro lado, desarrollas una capacidad enorme, de "matar el tiempo haciendo que merezca la pena. Siempre he dicho, que hay que saber hacer de casi todo. Un abrazo
EliminarEl vacio existencial que se produce cuando no estas en activo, ni tiene un proyecto vital para desarrollar, te lleva a situaciones deseperantes, cómo las que tu extarordinario post me ha permitido aflorar en otro que evidentemente te dedico. Con tu permiso claro!
ResponderEliminarUn beso.
Por supuesto. Encantada de que te haya provocado otra narración. Es un tema que casi seis millones de personas viven desde dentro. Sin duda puede haber otras tantas historias de apegos y desapegos alrededor de una gasolinera, banco de parque, o silla de biblioteca.
EliminarUn beso, Alfred.
Conmovedor relato que refleja el vacío desesperado ante situaciones que se nos van de las manos.
ResponderEliminarSe nos escapan de las manos, como algunos sueños, como miles de planes, como algunas lágrimas de impotencia, como algún grito de rabia.
EliminarLa realidad es como la noche, donde algunos rótulos de neón, nos ayudan a ver los colores que nos inciten a mover los pies, y no quedarnos sentados.
Un cordial saludo.
Excelente relato; conmovedor y realista.Quedarse en paro a los cincuenta, le sumerge a uno en esa soledad , y tarda en deshacerse de ese vínculo que tiene con el lugar de trabajo; un lugar que ahora se le hace nostálgico.
ResponderEliminarMe gusta cómo relatas el suceso; dejas entrever los sentimientos de angustia, de pérdida, de desesperanza...
Saludos.
Un ejemplo, entre miles, de que el paro agrede. Deshumaniza, mengua el alma, y duele.
EliminarComo la niebla que cubre tantos anhelos, dejados en las cunetas, bajo los hielos.
Que llegue un sol, que aligere las nubes, que despeje el cielo, que levante la luna de cada sueño.
Un saludo.
¡Qué bueno! Me ha encantado, y el final no me lo esperaba. Me gusta mucho el tono, el modo en el que se va contando la historia, se palpa la angustia del personaje... No soy muy buena analizando relatos, solo sé cuándo me gustan si te soy honesta, y éste me ha llegado...
ResponderEliminarUn placer conocer tu blog, me tendrás por aquí siempre que tenga un ratito.
Un saludo
En los principios y finales de los textos solemos esconder alguna clave. En este caso, de sonrisa al lector, porque sin ser nada experta, las historias duras me gusta ablandarlas.
EliminarTu sinceridad se une a la mía. Un placer haber coincidido. Bienvenida a este rinconcito blanco, Eva.
Un saludo y gracias por tu lectura.
Un hombre con principios, ni ahora ni antes tenía coche: ni aunque la vida le dé la espalda, ni aunque su sudor permita a su jefe tener coche, yate, chalé,... Me encanta esas historias de lo cotidiano con las que nos regalas.
ResponderEliminarSaludos
Ese hombre jamás se ha planteado comprar un coche. Ni faltar a un horario y unas rutinas. Hay cosas que algunas personas tiene muy claras. Como los amaneceres tiñendo la ciudad. O como las frases que jamás pronunciará.
EliminarGracias por tu lectura de textos sobre esas cosas cotidianas, no exentas de un quién sabe. Un saludo.
Somos personas de costumbres. Cualquier motivo es bueno para levantar, cabeza. Hoy, somos muchos, quienes madrugamos, sin necesidad de hacerlo. Un abrazo y una lágrima por tu relato.
ResponderEliminarSomos personas de costumbres, como dices. Nos aclimatamos a ellas con gran velocidad, porque nos producen sensación de seguridad, dándonos ritmos.
EliminarCon ellos, sean de trabajo, de caminos para llegar a un lugar o secuencias varias, nos sentimos seguros, útiles, en nuestro lugar, por así decirlo.
Animales de costumbres..., pero por qué no?
Un abrazo.
Va a la gasolinera a buscar
ResponderEliminarel pasado que no vuelve,
intentando encontrarse a sí mismo,
al revivir una rutina,
que no tiene más sentido,
que aliviar por un momento
su espíritu cansado...
En la gasolinera asoma
Eliminarel día del que recuerda,
los ritmos de años pasados,
mientras la luna se acuesta.
Con el espíritu cansado, sí,pero no vencido. Un saludo.
Me llena de tristeza pensar en lo que debe sentir ese hombre, real o imaginario, cuando vuelve a casa desde la gasolinera...
ResponderEliminarBesos.
Ese hombre, por supuesto imaginario, siente un compás de espera en su estómago, y en su calendario.
EliminarA ver si el tiempo, los tiempos, mejora, o mejoran, y puede ver la luz de la sombra en el reloj solar, que le oriente sus ritmos de trabajo y de ocio.
Un beso.
Se de lo que hablas estar quieto es una sensacion horrible, mas cuando ves en el horizonte su casa construirse en sueños, pero que un dia sera real, pero un carta llega a tu casa y sabes que el lunes no deberias ir a tu trabajo y el sueño lo ves detenido, asi estoy, pero la escritura me mantiene respirando.
ResponderEliminarBesos!
El compás de espera, creando se hace más llevadero.
EliminarHay gente que teme recibir un mail de RRHH, si otros compañeros han sido despedidos por ese sistema. Es la incertidumbre lo que nos mata de poco a poco, por lo que ahora, sin cejar en la búsqueda, aproveche para dar rienda suelta a sus aficiones, mimándose, premiándose en los pequeños logros personales.
Muchas gracias por pasar y comentar. Gracias. Un gran beso.
¿Envian el aviso de despido por email? Creo que eso es lo último, lo más degradante que pueden hacer, que te avise una persona es triste, que te llegue una carta es malo, pero que te avise una máquina es humillante, el colmo de la deshumanización. De no creerlo.
EliminarSí. Parece ser que es una forma de evitar mirar a los ojos. Tal vez por no ver lo que provoca un despido, o una no renovación de contrato.
EliminarDe este segundo caso conozco bastantes. Del primero, hasta ahora, sólo tres.
El proceso de deshumanización parece imparable, en muchos sentidos.
REALMENTE QUIERE REGRESAR A LA CASA???? O VA A LA GASOLINERA PARA QUE ENCUENTRA QUE LE DESVÍE EL RUMBO.
ResponderEliminarMUY INGENIOSA MANERA DE MOSTRARNOS EL RECUERDO DE UN PASADO.
POR EL CONTRARIO EN MEXICO TODOS LOS DIAS PRIMEROS DE CADA MES NOS SUBEN EL PRECIO DE LA GASOLINA... YO MIRO DESDE MI AUTO Y ME PREGUNTO SI ALGUN DÍA PODRÉ CARGAR GASOLINA.
SALUDOS
CARLOS
Juraría que no quiere volver a casa, sino ir a trabajar, pero no tiene trabajo. En México sube la gasolina, a pesar de ser productor. Aquí el precio, con leves variaciones, es variable cada día y según el dueño de la gasolinera.
EliminarLa gasolinera, en este texto, es una excusa para, como dices, mostrar un balance del presente de un tipo en paro (uno entre casi seis millones de españoles).
Un cordial saludo.