Camposanto de Jalisco. Tomado de Internet |
La tradición de ir a los cementerios no me ha gustado nunca.
No entiendo que se fije una fecha para algunas cosas. No me gusta el catorce de
febrero para decir “te quiero”, por ejemplo. Así que entiendo poco y mal eso de
asistir a limpiar una tumba, renovar flores, o recordar el amor hacia los que nos faltan a fecha fija.
He tomado el bus, que hoy funciona todo el día para llevar a
los ciudadanos al cementerio de la ciudad. En él había bastantes mujeres
entradas en años, con ramos de flores, y utensilios de limpieza. Mi intención era hacer lo que he hecho.
Pasear por los alrededores.
Al final he entrado y en la zona más antigua, como ya
imaginé, había muy poca gente. En un banco, una señora leía una revista del
corazón, lo que me ha llamado la atención. Me he sentado a su lado.
Tal y como ella me había informado, a las nueve horas en punto se ha abierto
la losa de una tumba. La de su marido.
De ella ha salido un señor de no más de
cuarenta años, que no era capaz de mirar a nada ni a nadie, tal como me habían avisado. No estaba descompuesto. Vestía traje oscuro y su pelo estaba bien
peinado. Llevaba un reloj de bolsillo, bien colocado, con leontina dorada.
Nos hemos quedado mirando. Ella muy tranquila, y yo muerta
de miedo, cómo, con una piedra, añadía a
la palabra “esposa” la de ADÚLTERA, así, en letras mayúsculas. Con su acento y todo. Se ha regresado luego, como si tal cosa, a la oscuridad parcial de su féretro, imagino que entreabierto, y ha quedado la
losa a medias.
La señora, hoy con mi ayuda, ha colocado la losa, y ha
borrado con una toallita húmeda la palabra delatora. Luego la he visto marchar, murmurando…”sería un santo, pero que
se pudra en el infierno”. No puedo afirmar la exactitud, pero juraría que era
esa la frase que dijo.
He apuntado el nombre que figura en la lápida, y he buscado en
la hemeroteca hasta donde he podido. Todo encaja. La señora, Herminia de la Cruz
y Fuengirola, debe ser aquella mujer que ya viuda se casó pronto, y cuyo segundo
marido murió de un infarto en el cementerio el Día de todos los Santos. Mientras adecentaban, juntos, la tumba del primer marido, suizo y anestesista, y el mejor amigo y colega del segundo.
Es viuda por segunda vez desde hace treinta y nueve años.
Por si les sirve de algo, les diré que no creo en fantasmas, como tampoco Herminia,
y que ésta se ve sensacional para la edad que tiene.
Eso sí, se abstiene de acercarse a la tumba de su segundo
marido, el amor de su vida, según me dijo, con el “Hola” en la mano, mientras conversábamos
mirando el reloj. Suizo en su caso.
¡Muy bueno! Es un relato muy apropiado para el día de hoy.Comienza como una simple opinión sobre esta costumbre y, con gran habilidad narrativa, se va transformando en una ficción literia interesante.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho.
Un abrazo.
Ayer hice de miedo, bueno de miedo contenido, y hoy pues tocaba un muerto, fantasma o similar...y salió este relato, basado en hechos reales. Es broma.
EliminarUn abrazo.
Excelente relato de muertos vivos, te felicito.
ResponderEliminarUn abrazo
En este caso era un muerto muy vivo. Pero la señora había sido muy viva tal vez. Quién sabe!
EliminarUn abrazo
La mascletá!!!
ResponderEliminarHuele a pólvora en el cementerio.
Besos.
Sigo sin creer en fantasmas ni zombis, pero Herminia ha sido toda una lección de vida!.
EliminarUn beso.
Sigues inspirada por el día. Me ha encantado también este relato.
ResponderEliminarBesos.
Hay tanta literatura sobre cosas raras, que me animé a juguetear. Me alegro te gustase!, me lo pase´sensacional al escribirlo.
EliminarUn beso y buen domingo.
No entiendo esta manía de concentrar el recuerdo de los difuntos en un solo día, parece como si así, se liberará la conciencia para el resto del año.
ResponderEliminarAdemás, sinceramente, todo este trajín en un solo día, no descoloca un poco y malditas las ganas de ver a la golfa de mi mujer que me la pegó con un anestesista de tres al cuarto, que me dejo seco en un ataque de celos.
Era así. Ella iba ahora porque sabía que él saldría de la tumba a poner una palabra. Pero es que él salía de la tumba porque al verla , recordaba!.
EliminarEn efecto, la solución para este caso y otros muchos, es no asistir ese día a ver a los deudos. Un beso.
Vaya ¿y se ha vuelto a meter en la tumba sin enterarse de los resultados de la Liga? Estos muertos ya no son como los de antes...
ResponderEliminarAbrazos, siempre
Me temo que a ese difunto, con los años, lo del fútbol le iba interesando cada día menos. O, pudiera ser, que en el cielo de los astados no llega la prensa deportiva :-)
EliminarUn abrazo.
Uno ignora las cosas raras que pueden suceder y lo bueno es que si uno escucha puede sacar historias de la tumba y escribirlas.
ResponderEliminarSaludos desde Tenerife.
Es ficción, pero ya lo creo que hay cosas incompresibles. Escuchar a la gente mayor es aquellas cosas que debieran aconsejarse siempre. El día de difuntos...también. :-)
EliminarBienvenida a este rincón. Un cordial saludo. Gloria.
Los amantes deben quedar en eso, en amantes. Y aunque la persona amada quede liberada, no deja de ser un error cambiar de estatus. La desconfianza de saber que la historia se puede repetir, pero con los papeles cambiados, puede producir infartos.
ResponderEliminarUn saludo infielmente fiel.
Pues creo que Herminia había llegado a la misma conclusión que tú. Un marido es un marido, y sólo hay uno. El segundo, seguramente seguiría vivo, de no haber firmado con la boda, un cambio de estatus, (que le duró menos que un telediario para hiperactivos, para más inri)
EliminarUn abrazo fielmente infiel, Cormorán. .-)
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