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Las fiestas de La Merçe
congregan a gente ávida de música, o de una cierta alegría impostada que nos
regala la entrada del otoño, como un postre tardío y sabroso de un verano que
va, sin dejar que despidamos las largas tardes estivales sin algún bombón en la
boca que nos atempere el alma para el otoño recién estrenado.
La Plaza de Rei, con i latina,
dejaba llover los coros del Liceu, en temas atemporales que llevarse a los
labios de esos ratos de bóveda sin cuartel y con estrella de los momentos
exquisitos, cuando ya la avenida Maria Cristina engalanaba el aire con promesas
de agua con luces y artificios para la ocasión.
El metro iba ahíto de gentes
como yo y como tú, sin más afán que pasar un rato para sentirse uno con todos y
entre todos, y en muchos, en esos instantes en que el aire se llena de música y
los cuerpos se mecen al son de una notas de Serrat, jazz o rumba catalana. Y ahí me ví, saliendo de un
vagón con estrechuras para la anchura de los que íbamos al encuentro de la
noche bajo la falda de la montaña mágica de un Monjtuic coronado de luces que clamaban
al cielo un día de quita y pon.
Los servicios del metro tenía
prevista esa avalancha de disfrutadores de la noche, porque no dejaban pasar a
los viajeros que querían salir de esa zona tomando ese medio de transporte
subterráneo. En previsión de posibles estados de imposibilidad de tragaderas de
los convoyes del subsuelo, y ahí llegué…buscando una salida en una especie de
ratonera que se me imaginó el túnel de techo bajo que daba a la salida de la
plaza España. Caminar al ritmo que impone la masa es una sensación extraña. Sin
querer, se te antoja por pensar qué harías si hubiera un peligro y quisieras
huir, así que prefieres caminar al son de todos, sintiendo ese techo más bajo
de lo que en realidad es.
La idea, la mía, y como supe luego, la de miles de
personas más, era ver un pilar veneciano
me dejaba lugar a su pies para poner allí mis pies y mi mirada, pero era
imposible atravesar la barrera de gentío, con su color variopinto, su lenguas
de mil colores y su móviles en alto queriendo pescar el cielo de las promesas
de pólvora y música.
Empujada por detrás, y sin
posible huida por delante, caminar era imposible, así que, dejando que la falda de mis vuelos quedara presa de un
lugar entre miles…no, entre cientos de miles de barceloneses de bandera o de
elección, dejé de agobiarme, para dejarme sentir el tronar de la alegría en la
noche de asueto de una ciudad de mil caras.
Era como para ni intentar coger el
metro para regresar a la casa de los silencios. Mejor era dejar que la gente
fuera retirándose entre riadas de calles repletas de personas que buscábamos un
lugar donde tomar cualquier cosa para dilatar el tiempo del retiro. Y entre
muchos miles más, me senté en una terraza de la Avenida Tarragona, a ver cómo
la noche se iba, aún guardados en las retinas los impactos de los truenos y las
ganas de luz que precede al otoño en la ciudad de las quimeras .
Ese ir y venir entre gentíos inmensos, ansiosos del disfrute popular, en cuanto son espectáculos abiertos y sin peajes, se me apunta como algo un poco agobiante. Será que soy de husos más contenidos en cuanto a su compartir.
ResponderEliminarBonita crónica de tu deambular por las fiestas de la Merçe en su noche barcelonesa.
Un beso.
De hecho, ese agobio, ya previo en la salida del metro, es lo que más me impactó. Los fuegos y la música, en verdad te quitan el aliento. Ese que uno no sabe dónde le cabe ya a la noche en ese abierto espacio lleno a rebosar.
EliminarUn beso
Querida Albada, me alegro de volver a encontrarte. Hacía tiempo que no escribías y veo ,en esta crónica, que sigues vitalista, disfrutando del espectáculo del día de La Mercè.
ResponderEliminarNo suelo asistir a festejos multitudinarios por los apretujones que hay y porque no me agrada sentirme rodeada de tanta gente, pero veo que tú lo superaste bien y disfrutaste de lo lindo.
Un abrazo.
No escribía, pero seguí leyendo y viviendo. Ahora, con mejoría física de un tema que sin ser grave, me ha tenido medio cortadilla, me satisface compartid mi visión de cosas, eventos, situaciones...como este agobio casi de fiestas de Barcelona.
EliminarUn abrazo grande. Sin agobio, con luces de mar