En la prisión de seguridad donde
estoy recluida se llega a los pasillos de cada ala a través de unas puertas de
seguridad sobre las que se enfocan esas cámaras de videograbación azules, cuasi
esféricas que semejan ojos de sapo.
En pasillo central, de donde
parten los alerones de un imposible pájaro de hormigón, hay cuatro de esos
vigilantes visuales, cuyos ojos humanos imagino siempre ante un mando de
monitores con palancas para ampliar y girar sobre sí mismas ante las escenas
que enfoca, donde, supongo, mujeres en hileras y vestidas por un mono azul
marino desfilamos tres veces al día. Intentando un silencio impostado. Son 380 metros que nos permiten guardar la línea, entre un vidrio antibalas y la pared blanca.
En este año, con los tres meses y
seis días, mi aparato digestivo se ha acostumbra a manjares que ni supuse aptos
para mi paladar, y a presencia de mi compañera de celda en los ritos de aseos
varios. Pero no me acostumbro a un suave ulular nocturno que parece no molestar
a nadie menos a mí y a una mujer de otra ala, quien usa tapones en los oídos
para aminorar la molestia, y que a mí no me han dado resultado.
-Acúfenos nocturnos, me dice el
médico de la prisión. De origen tal vez en mis remordimientos, -añade.
No. No es eso. Porque no creo
haber hecho nada malo cuando decidí tramar la muerte de mi marido. Tenía derecho
a intentar una nueva vida, y el arsénico me resultó de fácil utilización.
Anoche, por algún fallo en los
circuitos de la televisión del centro, en el comedor y durante la cena, se fue
la imagen de un noticiario estatal donde un periodista comentaba la noticia de
un atentando en Turquía. En Ankara, creo que dijeron. Súbitamente la pantalla
de 42 pulgadas colgada del techo, y que era la que yo miraba, hizo un zumbido como de insecto loco y vi a Luis, sí, mi marido recorriendo
el pasillo central y atravesar la puerta que da al ala cinco, la mía.
Fueron escasamente cinco segundos,
aunque no puedo jurarlo, pero esta noche no he podido pegar ojo. Me preguntaba
cada rato si un ojo humano que vigila las puertas de nuestra celda captaba el momento
de hacer saltar la alarma y vinieran a salvarme de ese sonido que cuando
cerraba los ojos me recordaba su ronquido diario, nada estridente, pero machaconamente inacabable.
En esas circunstancias la medición del tiempo es muy subjetiva, tanto que instantáneamente, tienes a tu amoroso marido roncando en la litera superior, o es el suave sonido del afilar de una navaja albaceteña?
ResponderEliminarBesos.
Esa ha sido mi sueño de la siesta Alfred, el filo de una navaja que usaba para afeitarse.A este paso, me matará de miedo!
EliminarUn beso
No le pudo caer mucha condena a la pobre mujer, porque tuvo que considerarse eximente el hecho de haber actuado en legítima defensa de su estabilidad emocional.
ResponderEliminarUn abrazo.
A partir de los diez años de matrimonio, el ronquido debería ser causa de divorcio incuestionable, pero ay...las leyes son como son, y una tuvo que actuar. Con frialdad, sin prisas, eso sí, con humanidad. :-)
EliminarUn abrazo
tu manera de escribir tiene destellos luminosos. un beso
ResponderEliminarCada texto creo que se escribe a sí mismo, a veces. No se lo digas a la camarita azul, pero si hay musas revoloteando, son ellas quienes escriben por mí.
EliminarUn beso
Muy bueno !!!
ResponderEliminarVeremos si Luis se queda donde debe estar, calladito. Pero de momento resisto en la 284 del ala cinco de este penal, pasando una pena enorme porque temo dormirme y ya no despertar! :-)
EliminarUn saludo
Un pasillo frío el de la prisión, con puertas de seguridad protegidas, y vigilado por seguridad.
ResponderEliminarUn placer volver a leerte amiga Albada.
Un beso dulce de seda.
Por tanta seguridad que los fantasmas deambulan a su aire. y nunca mejor dicho, porque en la noche, cuando bajan los termostatos, la corriente de aire de los techos sobredimensionados, el aire ulula no sé cómo por el pasillo.
EliminarUn beso grande María
Hay cosas que se les escapan a las cámaras más HD...
ResponderEliminarLa justicia estuvo bastante bien repartida, para el roncador, la muerte muerte, para la matadora, una muerte en vida.
Un beso grande.
HD
Para el roncador...la lenta muerte, la muerte de verdad y de una sola vez, para la asesina, la muerte de mentirijillas, pero cada día....la justicia, esa señora con balanza en una mano, una espada en l otra, y la venda en los ojos, tal vez, por una vez....fue casi justa.
EliminarUn beso Humberto