- ¿Quién es usted?
- Paco, tu marido
- Desde cuándo
- desde hace cincuenta años
- ¿Por qué me da la mano?
- porque te quiero
- ¿Ah sí?Ah...y desde cuándo
- desde que eras niña
- ¿Quien era ese hombre con barbas?
- Paquito, tu hijo
- ¿Y por qué lleva barba?
- la ha llevado siempre. Le gustará.
- Ah. Muy guapo ese hombre
- Sí, salió muy guapo, y muy bueno.
- ¿Dónde me lleva?
- a
pasear por el jardín
- Un hombre muy mayor para ser mi hijo, serà hijo de otra
- No, es nuestro hijo mayor, tenemos otros dos
- Me hace broma. Soy muy joven para tener hijos. ¿Quién dice que es usted?
- Soy tu marido. Ya te llevo a comer, Adela
En la residencia de los recuerdos extraviados, la anciana de
la ciento quince, en cada visita conoce de nuevo a la misma gente, una y otra
vez
Nos dices en pocas y certeras palabras, toda la tragedia de los ancianos víctimas de su propio olvido, tremendo!
ResponderEliminarUn beso.
Es una tragedia, sin duda, pero en su cabeza, ellos viven su realidad sin drama alguno
EliminarUn beso
Cruel enfermedad, para los enfermos y para sus seres queridos.
ResponderEliminarUn abrazo.
Es muy cruel, la verdad, pero creo que más para la familia que para el paciente
EliminarUn abrazo
Una buena pincelada de ternura. Un beso.
ResponderEliminarIntenté pintar lo único en que lo que quise centrar la mirada, obviando el envoltorio.
EliminarUn beso
Me gusta la gente que cuenta la miseria de la vida con belleza. Tú lo haces en este relato. Y lo haces hermoso.
ResponderEliminarBesos.
Rescatar de la miseria su gramo de humanidad, casi siempre es posible.
EliminarUn beso
Conozco algún casó así y ufffffffffffffffffffffffff
ResponderEliminarBesos.
Cachis que uf. Me quedé con una parte de una enorme pesadilla demoledora.
EliminarUn beso