En Barcelona se manifiestan ahora
las autoridades, los primeros héroes del atentado y un pueblo unido contra la violencia.
Ya conocido el desenlace del conductor de la furgoneta en Ramblas y los pasajeros del Audi en
Cambrils, todos ellos abatidos, el estado de conmoción ha disminuido, pero no
diluido.
Ayer paseé por las Ramblas. No
hay sólo los altares de principio y sobre el Miró ante el Liceu. Hay como una docena de lugares de recuerdo. Ignoro
si corresponden a las personas atropelladas en cada punto, pero impresiona ver
la variedad de lugares y de ofrendas. Y de lemas. Y de banderas. Y de peluches.
Y de velas. Y de flores. Y de escritos. Y de…
Impresiona además que sigue
llegando gente con flores frescas, con velas recién compradas, con mensajes
nuevos, y con lágrimas de estreno que derraman, en silencio, ya sea persignándose o no,
pero desde un dolor que no es fingido.
Ahora, cuando pase el tiempo
muerto de los lutos, ahora, cuando vuelvan las luchas partidistas, los rencores
añejos de algunos patriotismos y los egos de algunos políticos, será imposible
que yo olvide que, por unos días, Barcelona fue de verdad la ciudad de la paz.
La concentración se llama NO TINC POR, No tengo miedo. El terrorismo es un plaga pero no me da miedo, lo que temo es esta sociedad que se define como españolista o catalanista. Es que la mayoría de gente que vivimos en Cataluña no entendemos esa dicotomía.