Imagen de Michael Pederson |
Su abuela le había dicho que los
dientes de león podían concederle un
deseo. Que cuando encontrara uno, podía pensar en eso que quería, y que lo
imaginara. Que luego soplase con fuerza sobre la cabeza de la flor y dejase que
cada corpúsculo, liviano y espigado, hiciera su danza ligera hasta llegar al suelo.
Ella siempre lo hacía. Había días
en que encontraba por docenas y entonces se limitaba a hacer volar a tres como
mucho. Le habían contado el cuento del genio de la lámpara de Aladino y
consideraba que tres era el número máximo.
Ayer fue su cumpleaños, y, antes
de apagar las velas, pidió un deseo,
pero en la noche, acelerada aún por el día de juguetes nuevos, de familia y de ruidos
infantiles, se puso a pensar en que mejor que no se cumpliera lo que había
deseado ante el pastel de Bob Esponja.
En realidad no quiere que su
compañera de pupitre se muera, lo que quiere es que sus piernas necesiten aparatos,
como los que ella ha de llevar. Ha deseado muchas veces no precisarlos, pero su
madre y el pediatra le han explicado que quizás nunca pueda caminar normal.
Hoy anda buscando cómo desear que
no se cumpla su deseo de soplido de
velas, pero la única planta que encuentra está acotada y su madre no la deja que
se acerque. Sólo puede mirarla, pero no tocarla. Cuando llega al cole se inquieta al no ver a
Margarita, la estúpida que no para de burlarse de su manera de caminar. Cuando
llega la hora del patio sigue sin aparecer por más que Marta mira hacia la puerta. Sus
nervios han ido creciendo. No puede concentrarse ni disfrutar de nada. El
malestar está en un manojo de arrepentimientos y de alivio,
hasta llegar a dolerle la tripa.
La señorita Pepa, percatándose
de su estado, la ha llevado a un
rincón para interesarse por lo que la inquieta. Cuando le dice que Margarita estará toda la
semana sin ir al cole, porque está de vacaciones con sus padres, algo estalla dentro de Marta, quien se echa
a llorar.
Por iniciativa de https://elbicnaranja.wordpress.com/2017/10/13/viernes-creativo-escribe-una-historia-208/
Qué bien has recogido esa lucha infantil entre unos sentimientos heridos y una conciencia insegura. Me ha encantado el relato.
ResponderEliminarUn abrazo.
Los niños sufren mucho, de verdad. Ese pensamiento mágico que tan lindo va para los Reyes y otras cosas, contiene por contra el peso de la culpa si creen hacer cosas que no están bien. Contiene la envidia, aunque no sepan la palabra. El mundo del niño hasta los siete años más o menos en un abanico de sensaciones que ya hemos olvidado.
EliminarEl mundo de los deseos es amplio siempre, pero en este caso quise poner en apuro a una niña.
Un abrazo
Jo... hasta que no la vea volver no se tranquilizará.
ResponderEliminarBesos.
Estoy de acuerdo contigo. Marta tendrá su tsunami personal. Y ojalá vuela Margarita, porque si no regresa, será un peso inmenso para sus dos piernas
EliminarUn beso
No fue un deseo muy placentero para su compañera el que pidió Marta.
ResponderEliminarUn beso.
Los niños maltratados de forma real o de percepción, pueden desear daño a quien se lo hace a ellos. Es la mirada infantil que imaginé. Pero tienen empatia de forma natural, así que puedo imaginar otra situación, claro.
EliminarUn beso
Hay una edad determinada en la que los pensamientos se tambalean en una frágil cuerda (aunque me atrevería a decir, que esa edad a veces se extiende…) esa en la que los impulsos emocionales viajan en libre albedrío…
ResponderEliminarUn bonito relato para reflexionar y recordar nuestras andanzas de aquellos tiempos…
Y muy buena la imagen…
Bsoss, y feliz tarde 😘
Gracias Ginebra por tu lectura. No puedo seguir tu blog, por lo que veré cómo estar al tanto de tus entradas.
EliminarUn abrazo
Sí. El mundo infantil, el paraíso al que queremos regresar está siempre cargado de la bondad que normalmente le acompaña. Quise hurgar en esos casos de maltrato entre iguales que uno no deberían ocurrir, pero que pueden sacar deseos poco bondadosos en la mente de esa niña, imaginada, por supuesto.
ResponderEliminarUn abrazo
Pensar que, apenas observo por el jardín un diente de león lo quito con el mayor gusto !En compensación, durante nuestro pasado viaje de vacaciones, allí donde uno posara su vista,los dientes de león amarilleaban con esplendor de soles. Eran realmente bellos y acompañaban a las personas en sus inviernos del final del Mundo.
ResponderEliminarLa imagen del lugar de tus vacaciones, con esos dientes de león amarilleando ante los inviernos del fin den mundo, me ha cautivado. En un jardín son una mala hierba, pero hasta por su inutilidad tienen una magia hipnótica.
EliminarUn abrazo
La envidia es muy mala, pero finalmente triunfan en la protagonista de tu cuento los buenos sentimientos.
ResponderEliminarUn beso
ES bonito que triunfe la bondad, lo que dudo es que sea lo más frecuente :-)
EliminarUn abrazo