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La vieron con su bocadillo,
ensimismada en unas amapolas que estaban cerca, entre las malas hierbas de las
afueras del parque. Sus hermanas y el abuelo, él con un pañuelo a modo de
boina, con esos cuatros cardinales de nudos en acción, y ellas con los otros bocadillos de chorizo y
sentadas, como ella, en unas piedras. Los bancos del parque eran pocos y de
láminas de madera y ésta estaba astillada, así que, hasta que los reparasen, el
verano pintaba en canchos de granito que usaban de asientos.
La nena, rubia y delgada, con las
rodillas decoradas con pequeñas heridas
de caídas previas jugando a policías y ladrones, de pronto de percató de las
hormigas, que, a cientos, se iban arrimando a las migas de pan del espacio familiar. Levantó la vista y vio más y
más hormigas, subiendo por el tronco del pino cercano, cargadas de pequeñas
pajitas que llevaban a un hormiguero que no había visto, porque de haberlo
codificado, estaría comiendo de pie y lejos. Del salto, el bocadillo voló por el aire, para
regocijo de las hermanas y otros niños que andaban cerca, mientras ella echada a correr, gritando socorro, pies en polvorosa. No iría muy
lejos. Se quedaría agachada en algún rincón, existente o improvisado, aterrada
y a la espera de que el pulso volviera a su ritmo habitual. Era típico cada verano. Nadie se había asustado más que ella.
Con sus ocho años era conocido su
pánico al caos, a no saber cómo o porqué los animales se movían en loco afán.
Las abejas también le producían pavor, y las avispas, y las lagartijas, y los renacuajos…para
ella vivir era estar en paz, sabiendo
que lo que la rodeaba estaba tranquilo, y que no había amenazas a su alrededor.
Un día, sin embargo, sentada en la entrada de la casa de una tía beata, que
ponía agua en el plato donde tenía el bote de miel, porque las hormigas no se
alimentasen de ella, tuvo una revelación.
Miró la ordenada fila de hormiguitas
laboriosas, en fila india perfecta siguiendo la esquina entre el suelo y la
pared, que subía y bajaba de la calle a la casa de la tía. Basilia. Eran
hormigas pequeñas, casi rubias. Miró su dedo índice de la mano derecha y
constató la diferencia abismal de tamaño entre ella y las hormigas. Estaba
sola, como muchas tardes, y así, sentada, en calma, contemplando a las
homiguitas disciplinadas, se atrevió a pisar con su dedito a una, que quedó aplastada,
y presumiblemente muerta. No volvió a
temer a ningún animalillo, menos a las cucarachas y a los perros, pero un día la vida le
daría la oportunidad de confirmar que
también ellos eran mucho más pequeños que su zapato o que su voluntad. Pero eso ya es otra
historia
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A veces estamos tan cegados por las limitaciones que nosotros mismos nos ponemos, como el miedo, el qué dirán, la apariencia...que no nos damos cuenta de nuestro verdadero valor. Es el mensaje que he extraído de tu relato, no sé si será acertado. Es un texto muy interesante. Besos.
ResponderEliminarEs la lectura correcta. Los miedos, casi siempre inventados, no corresponden al tamaño de lo que los provoca. Lo aprendemos a base de experiencias de la vida.
EliminarUn abrazo y feliz tarde, Rita.
El miedo es un freno, a veces es necesario una pizca de él, para no cruzarte con escenas no deseadas. Yo creo que todos llevamos en la espalda algún miedo, que si nos frena, y no salimos de la zona de confort, nos va comiendo.
ResponderEliminarMe ha gustado la forma que has dado a este relato, os admiro a todos los que escribir historia tan bien narradas.
Feliz día Albada.
Un beso
Los miedos son fantasmas que nuestra mente construye. Los hay reales, que son producto del instinto de supervivencia, pero la mayoría son asumibles, y vistos desde la distancia, eran inventados.
EliminarUn abrazo y gracias.
Entre el miedo y la fobia solo hay un paso. Qué hacer? Pues como en tu historia, hacerle frente y aplastarle por pequeño que sea.
ResponderEliminarUn abrazo Albada.
El límite es impreciso, pero existe. La fobia a los microbios es una exageración de la necesidad de lavarse, por ejemplo, pero llevado la extremo, dificulta la vida una barbaridad.
EliminarUn abrazo y gracias.
Un abrazo
Mira que curioso, que una hormiga pueda provocar tanto en un humano, yo admiro a las hormigas y su poder de organización y que aún en su caos van de un lado a otro y solo se chocan pero no se aplastan ni menos matan. De los insectos podríamos aprender mucho.
ResponderEliminarUn beso dulce.
Para los ojos de un niño no hay tamaños, ni verdaderas verdades. Me temo. De los insectos debemos aprender mucho, en concreto de la organizada vida de las hormigas, pero aún así, como los miedos son libres, se puede tener pánico a las cucarachas, por ejemplo, o a las arañas.
EliminarUn abrazo
A pesar de que en mis tiempos escolares fuí enseñado en el miedo, ( a pensar, a decidir, a pecar), núnca lo tuve de los pequeños animalillos, insectos y lagartijas.
ResponderEliminarEs más, eran motivo de muchos de mis juegos.
Mis miedos de adulto son otros, pero eso es otra historia.
Besos.
He visto jugar con animalillos. Me sorprendía mucho que quitaran las alas a las moscas, por ejemplo. Eran miedos a todo, es verdad. Lo de pecar era tan absurdo a cierta edad que si no fueran tan dañino daría risa :-)..pero es verdad, también esa educación es otra historia. Los adultos ya son de novela.
EliminarUn abrazo
De pequeños se juega con el miedo y, a veces, se supera y otras queda con nosotros.
ResponderEliminarUn abrazo.
A veces no se superan los miedos. Tal vez los hay atávicos y son muy humanos, pro ejemplo a la oscuridad.
EliminarUn abrazo
Recuerdo cuando de niña, cai en un hormiguero en la quinta de mis abuelos. No fue nada agradable por cierto, pero no me asusté. Las cucarachas me dan un asco terrible y hasta miedo :-) hasta que agarro el tarro de veneno y la ahogo en él..... Puaaaaaj
ResponderEliminarBesos
Hay miedos que obedecen a experiencias previas, y que también darían para un post.
EliminarUn abrazo, Myriam
...presumiblemente muerta, jajaja. Me hizo gracia
ResponderEliminarEspero que haya aprendido que vivir es mucho más que estar en paz, de hecho pocas veces es esto. Sí compruebo que al menos aprendió que estar en paz a menudo depende de ella misma
Buen relato, como siempre
Un abrazo grande
A esa edad el concepto de muerte absoluta es un poco errático, por eso me atreví a que la nena certeza absoluta no tuviera :-). Sí, recuperó la paz, que es mucho.
EliminarUn abrazo
La mirada infantil tiene un tamaño y exagera los miedos pero los adultos tambien los sufrimos, aunque siempre pienso que la mayoría de cosas que me preocupan nunca van a suceder. Abrazossss 🐜🐜🐜🐜
ResponderEliminarLos miedos infantiles dan para pesadillas extrañas. SEguro. Los de los adultos, que los hay, y muchos, casi siempre, como dices, no son del presente, sino del futuro.
EliminarUn abrazo y feliz día
Hola guapa , por que sera que leyendo este relato me veo a mi misma , corriendo como una loca cuando veo a las cucarachas esas rojas grandes esa que vuelan , yo es que también les tengo terror , muy bueno me a gustado mucho tu relato.
ResponderEliminarPd , Mientras te leía me a parecido ver que la palabra de la repites 2 veces y es "Se percato " de pronto de percató" de las hormigas,espero que no te enfades por que te lo haya dicho , te deseo una feliz noche besos de flor.
Es que si son cucarachas gordas dan mucho asco. No sé si pánico, pero recuerdo cómics de elefantes que se subían a taburetes por miedo a ratones.
EliminarUn abrazo, Flor. Feliz día
Es una bella metáfora, porque muchos de nuestros miedos y temores son tan inanes como esas pobres hormiguitas
ResponderEliminarPaz
Isaac
Cuántos miedos infantiles acaban desterrándose por la experiencia de que absurdos que son. Sin embargo los hay que permanecen.
EliminarGracias por tu lectura. Un abrazo
Los miedos pueden convertirse en gigantes hormigas si no los enfrentas. La niña lo ha hecho y ya nunca volverá a tener miedo.
ResponderEliminarMuy buen relato, Alba😍
A los miedos los alimenta la imaginación, y por eso se vuelven enormes.
EliminarEnfrentarse a ellos es la única opción.
Un abrazo y feliz día
Qué bello tu relato. A la vez real y a la vez una alegoría. Esas hormigas, avispas y lagartijas han poblado nuestra infancia de experiencias entrañables.
ResponderEliminarMe gusta tu estilo. Eres descriptiva al mismo tiempo que poética en tus cuentos.
Felicitaciones
Un abrazo y que pases un hermoso sábado
Ana
El mundo de la infancia está poblado de animalitos entrañables, y de miedos sin objeto. Porque eso del miedo es algo muy personal.
EliminarGracias-Un abrazo y feliz domingo