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Siguiendo la iniciativa de Mag, en su Trastienda del pecado para este jueves "escritura gótica", mi aportación es la siguiente.
El funeral de mi tío había sido
muy austero. Como no quise quedarme en casa de nadie, acabé por tomar una habitación
en la casona transformada en hotel. Por
la razón que sea, anoche tardé mucho en dormirme, no dejaba de mirar el cuadro
y la tétrica mirada del hombre representado en él. Tal vez un antepasado
fundador de la estirpe de señoritos del condado, supuse. En el duermevela
soñaba que se acercaba a la cama, se sentaba
en ella y metía una mano bajo la sábana.
Tocaba mi muslo. Cuando parecía que quería trepar por él hacia mi ingle, me despertaba,
para volver a dormirme de manera superficial. Sucedió tres veces. A punto de amanecer,
di mi descanso por acabado, y me dispuse a recoger mis cosas para regresar a
casa.
Antes de cerrar la puerta miré el
cuadro inquietante, quedándome helada al comprobar que no era tal, sino una
ventana que daba al jardín trasero de la finca. No sé si el cansancio me jugó
una mala pasada, pero sentí un aliento caliente
y con olor a naftalina en mi nuca al subir al coche. Hoy espero dormir de un tirón en mi cama
de Barcelona.