Es un poco largo pero es un cuento precioso de Flor, quien ha tenido la gentileza de dedicármelo. Espero que os guste leerlo tanto como a mí.
Estaba en la última hora de
mi clase de arqueología, cuando una llamada inesperada, de un antiguo compañero
de universidad, me llamó algo preocupado. Me puse al teléfono. Lucas me contaba
el motivo de su llamada.
— ¡Querida amiga!, te llamo
para comunicarte que desde hace unos meses viene acaeciendo un extraño misterio
en la biblioteca de mi ciudad, y que poco a poco parece que se está extendiendo
a otras muchas bibliotecas de todo el país. Mucho me extraña que no pase lo
mismo en las bibliotecas de tu ciudad, por eso te ruego que te reúnas conmigo
lo antes posible, para resolver este misterio que nos tiene angustiados a toda
la comunidad de las letras y el saber.
Cuatro días más tarde, me
embarqué con destino a “Grinchotigualpas*” una pequeña aldea Azteca, que por no
estar, no constaba en ningún mapa conocido. Cuando llegué al aeropuerto, mi
amigo Lucas me estaba esperando, sofocado y con cara de angustia. Tomamos un
taxi y nos dirigimos a su casa, ya que se brindó para que me quedase en su hogar,
con su familia.
Lo primero que visitamos fue
la biblioteca, y pude comprobar, de primera mano, lo que Lucas me contó durante
la cena. Las primeras páginas parecían normales, pero poco después, vi que lo
que decía Lucas era verdad. Muchas de las palabras no tenían tildes ni puntuación
alguna. Cuando llegué al final del libro, era como si hubiesen desaparecido
todas las palabras, incluso frases
enteras.
Nos pusimos manos a la obra,
y hablamos con expertos en dicha materia, y casi todos decían que era cosa de
un malvado encantamiento de esa aldea. Los viejos lugareños que, en tiempos
ancestrales, hubo un viejo hechicero llamado “Mojoliquen”* , quien odiaba a
todo aquel que dudase de su magia y su poder a la hora de invocar a los dioses.
En una ocasión, ofreció al gran volcán un sacrificio, tirar a “Abuelapluma”. Era una anciana santera buena,
que usaba su magia para hacer el bien y ayudar a todo aquel que necesitase de
su ayuda. Curaba a los lugareños de las maldiciones del malvado hechicero.
Cuando la anciana cayó al volcán, su último pensamiento fue convertirse en una
lechuza blanca albina, y su deseo se vio cumplido. Salió volando, y jamás se supo de ella.
El hechicero iba perdiendo su poder, porque los lugareños se juntaban en noches de
luna nueva, y, a escondidas, leían libros, de otras culturas y civilizaciones, porque querían saber y aprender de lo que ponían en
los libros de historia etc., Cuando un día Mojoliquen los descubrió, quemó todos los libros que había en el
poblado, para que nadie leyese nunca
más, ni supieran más que él. Hizo una gran sopa de letras, comiéndose así todas las tildes y signos de puntuación, y
las exclamaciones, hasta que finalmente desaparecían los libros, y hasta las
palabras. Lo malo fue que esas huidas se extendieron como una plaga. Y así fue
como un conjuro, poco a poco, hacía que las tildes de todos los libros de mundo, y
muchas palabras, fueran desapareciendo, dejando las bibliotecas con los libros
en blanco, o sin títulos, o sin el nombre de los escritores. Mientras esto
sucedía, una gran nube de letras salía de las ventanas de las bibliotecas, las
escuelas y universidades. De todas partes del planeta, palabras, tildes, y
hasta frases enteras se arremolinaban
como una gran bandada de pájaros volando, en una misma dirección.
Una tarde, en el alféizar de
mi ventana, por donde miraba la calle, se posó una hermosa lechuza, con una
pluma en el pico. Me miró fijamente, como si quisiera hablarme. Entró en mi
habitación y revoloteó por la estancia, buscando lo que parecía un papel. En
vista de aquel extraño acontecimiento, llamé a mi colega Lucas, quien se quedó asombrado. Acerqué un folio, y la
lechuza se posó sobre la mesa y escribió una extraña frase
“Noblezamandarínlordmagnate*. Una vez escrito esto, la lechuza se transformó en un ser
humano, volviendo a su estado original , y tosiendo, por las plumas que
expulsaba de su boca , nos pidió un poco de agua porque estaba sedienta del
largo viaje. Una vez que saciada su sed, se presentó diciendo:
—Soy la última descendiente
de “Abuelapluma” y en vista de lo que está pasando en todo el mundo, he venido
a ayudaros para terminar con este maldito y malvado hechicero. Con la ayuda de
Abuelapluma, y un viejo libro en blanco, con unas palabras en un idioma
desconocido para Lucas y para mí, convirtió el libro en una especie de “Caja
de pandora” pero con la diferencia de este libro, al abrirlo, dejaba ir un
potente tornado que se tragaba todo lo que había a su alrededor durante unos instantes.
Pasados cinco segundos, este libro se volvía a cerrar, para no abrirse jamás.
Escogimos la primera noche
de luna nueva, para reunirnos en un claro del bosque. Hicimos una pequeña
hoguera, y dejamos a la vista el libro que se titulaba “El libro de la Sabiduría”.
Esperamos ver al hechicero, quien no tardó en aparecer. Al ver el libro, se le
iluminaron los ojos, ya que jamás había visto un libro igual, lo cogió y lo
abrió. Las letras que vio eran unas
letras hipnóticas que, poco a poco, poseían al lector. De pronto se oyó un gran
estruendo, acompañado de un gran trueno, el cielo se hizo una luz blanca y
brillante poco después. El hechicero fue engullido por un gran tornado,
mientras nosotros estábamos fuertemente agarrados a los árboles, para no ser
arrastrados por los vientos, hasta que el libro se cerró definitivamente.
Cuando llegó la calma cogimos el libro y fuimos a ofrecérselo al gran volcán.
Una vez allí, Abuelapluma dijo unas palabras y tiró el libro al volcán mientras
recitaba un conjuro eterno, que no se rompería jamás. Acababa así:
_¡¡Que todas las letras vuelvan a su sitio
original!.
Poco a poco las letras
empezaron a salir de lo más profundo del volcán, y salieron volando como si
fuesen pájaros en manada, unas colocándose en los libros que estaban en blanco,
y otras conformando libros nuevos, sustituyendo a los quemados por el hechicero. Una vez que el
hechicero hubo desaparecido, llegó la hora de despedirnos de nuestra gran amiga
Abuelapluma, que una vez más se convirtió en una bella lechuza blanca y desapareció en
la oscuridad de la noche. FIN
Quiero
dedicar este humilde y sincero homenaje a mi buena amiga Abuelapluma (Albada
Dos) particular.