En su propuesta, M. José Moreno nos propone la muerte y sus alrededores. Mi aportación es esta:
Hasta el domingo, poca gente habrá en los cementerios pero hoy es un día tranquilo y soleado, con mascarillas en las bocas y el sosiego de los cementerios. Qué solos se quedan los muertos, siempre ¿verdad?. Un señor trajeado ponía una foto en un nicho. Era de la playa de la Barceloneta.
Me han gustado algunas esculturas, en posturas cotidianas, porque nos recuerdan que allí nos esperan, sentados, para seguir conversando sobre el sexo de los ángeles, o sobre la metafísica de un más allá que nos lleva atados a un muy acá, que desaprovechamos muchas veces. Porque nos esperan donde todos llegaremos, donde ni ellos ni nosotros tendremos prisa alguna.
El tipo del traje me ha comentado que alguna vez hubo un pueblo casi incomunicado, en las montañas de Ávila, donde hubo una casa antigua, con abuela vestida de negro y abrazos enharinados de hacer pan. Donde también hubo una despensa con chocolate siempre a punto para el nieto catalán de visita.
Él ha traído, como cada año, una ración de culpa en su corazón unido a su fotografía. Nunca hubo tiempo para que la abuela viera el mar. Se la trajo a su casa de San Andreu demasiado enferma, demasiado débil, demasiado confusa en sus recuerdos, para llevarla a ninguna playa ya.
Una marea sin sal se la llevó, entre esos abrazos marinos que soñaba, tal vez como era su deseo. Esos que olían a las olas de los últimos rumores, de un nieto catalán que le llevaba el mar en sus visitas al pueblo.
Palabras 257
Un relato muy triste pero muy hermoso. Un texto poético que nos hace reflexionar sobre la vida y las despedidas inevitables. Y de lo que no hicimos y debíamos haber hecho. Me ha encantado, de verdad de las verdaderas.
ResponderEliminarUn abrazo.
Me alegro, y opino ocho tú, no sirve luego, es en vida que hay que hacer por quien se quiere.
EliminarUn abrazo, Josep Mª
Tan triste, como entrañable… Queda un regusto agridulce que muestra el contundente e inexorable final, y todo aquello que, muchas veces, se queda por hacer o decir…
ResponderEliminarMuy bello, querida amiga. Toca el alma…
Abrazo grande, y muy feliz día 💙
Es ficción, pero el tipo puso una postal de playa de Barcelona, y me dio pie a inventar, o imaginar la causa.
EliminarEs el destino de la vida, del tren que es nuestra vida. Un abrazo y gracias, Ginebra
Tristeza y reflexión. De poco sirve sentirse culpable cuando la persona mayor de ha ido. Es en vida cuando necesitan atenciòn y afecto.
ResponderEliminarAh... el mar... palpitando siempre por debajo de la herida.
Un beso
El mar palpitando en ese nieto, inventado, que no consiguió llevar a su abuela a su vera
EliminarUn abrazo, y muchas gracias, Ana
Me ha hecho casi llorar el relato.
ResponderEliminarUn abrazo.
Eso es que supe o pude trasferir la historia inventada. Muchas gracias, Amapola
EliminarUn abrazo
¡Qué relato más emotivo!Es frecuente, cuando se nos muere un ser querido, pensar en las cosas que podríamos haber hecho por él y no lo hicimos. Es triste quedar con ese sentimiento, aunque yo prefiero pensar al revés, en lo que sí hicimos y compartimos.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho el relato.
Un beso, Albada
Pues yo me quedo con tu idea, que de hecho me haces caer en ella, hemos de dejar de lamentar lo que no hicimos y disfrutar con lo que sí gozamos a su lado.
EliminarMe alegro que te gustara. Un abrazo, Rita
No siempre es tarde para muchas cosas, aunque sí lo sean para las que importan.
ResponderEliminarUn relato muy sentido.
Un beso.
Estoy de acuerdo, siempre habrá ese sentir de lo que no se llegó a hacer, pero como dice Rita, lo que ya vivimos con ellos, permanece.
EliminarUn beso
Que bonito y además imaginar a ese nieto con su abuela, ella que quería ver el mar. Es asombroso lo que la muerte nos trae a la cabeza. Recuerdos de nuestra familia y seres queridos que han pasado por esta vida. Un fuerte abrazo y feliz jueves.
ResponderEliminarNos hace reflexionar, cuando se van, de qué peso tuvieron sus presencias en nuestras vidas, y aquí uso el chocolate para ese nieto que le llevaba el mar.
EliminarUn abrazo, y pro un día excelente
No sé si lo que nos cuentas es cierto o inventado, me da igual porque sólo me he parado aemocionarme cuando lo estaba leyendo, lo demás... ¿qué más da?
ResponderEliminarDa igual. El tipo del traje dejó una postal del mar. El resto es mi imaginación, porque me sorprendió. Me alegro que te haya gustado.
EliminarUn abrazo, Tracy, y feliz día te deseo
Me has cogido en un día sensible y aquí estoy, llorando. Muy bonito <3
ResponderEliminarCachis, lo importante ya nos lo dieron, y seguramente lo dimos.
EliminarUn abrazo grande
Ciertamente emociona.
ResponderEliminarPor ahí es donde acaba todo.
Besos.
La cita ineludible, Toro, donde no habrá prisa alguna.
EliminarUn beso
mueren los cuerpos, por que así ha de ser, a veces con sentimientos de culpa por lo que se debió hacer y se hizo o no por que la sociedad que vivimos nos hace no disponer de espacio ni tiempo y llenamos de agravio con los nuestros para conseguir un teléfono de última generación.
ResponderEliminares en ellos es con ellos como depositarios de nuestra historia con los que estamos en continua deuda.
Llegan malos tiempos, nos arrollan las malas noticias y no podemos ni ir ni siquiera ese día , su día a rendirles homenaje
Somos lo que ha ido pasando de generación en generación, testigos de un tiempo. Cuando la muerte anda cercana, y ahora con el virus lo constatamos, no podemos evitar cierta reflexión sobre el valor de haber dado y haber recibido amor, sobre todo..amor.
EliminarUn abrazo, y que no poder ir a verles al cementerio no nos prive de hablarles, en silencio, en casa.
Tal vez lo más vivo en un cementerio sean las historias, así como la que cuenta ese hombre de traje, por un momento pensé que podría ser un fantasma.
ResponderEliminarUn beso dulce.
El tipo era real. La historia inventada, pero igual los fantasmas, esas almas que siguen sin poder llegar a otro plano, ronden por ahí.
EliminarUn abrazo, Dulce
Paseando entre cipreses suelo hallar la paz siempre. Este año me echarán en falta mis muertos pero en el corazón lo llevo y en su recuerdo el consuelo encuentro.
ResponderEliminarUn abrazo Albada.
No necesitamos estar ahí ante una tumba, un nicho, un columbario. Lo cierto es que ellos aben que estamos pensando en ellos. Que les seguimos queriendo.
EliminarUn abrazo
Los cementerios no tienen nada de triste. Somos los vivos los tristes y poco afortunados al reflexionar sobre el tema. Los cementerios son historia. Incluso nuestra historia en tanto en cuanto en alguno de ellos, o en varios, estén enterrados quienes fueron de nuestra familia. Pero una historia bastante reciente, pues bien sabemos que los hoy cementerios civiles apenas llevan siglo y medio de vida (paradoja) Pienso en los otros cementerios. Los ocultos. Los de las necrópolis celtas de la Meseta, por lo que a mí me toca. Los de las parcelas abandonadas donde enterraban a los que no seguían las prescripciones del la religión obligada. Los cementerios más ocultos de las fosas comunes, pozas o simas donde fueron arrojados los disidentes fusilados en el último gran crimen civil del país. Pienso en los cementerios marinos, no porque haya leído a Valéry, sino porque conozco algunos de ellos, más marinos todavía aquellos instalados en un roquedo de una isla. Pienso en los cementerios desolados de aldeas desoladas. Pienso en los enterramientos de las viejas iglesias, en muchas de las cuales yacían bajo cal, como cuidado y conjura de alguna peste habitual, aquellas pestes que habíamos olvidado. Pienso en los cementerios bucólicos que los fratricidios de los últimos siglos ignoraron.
ResponderEliminar¿Tristeza la de los cementerios? ¿De qué me hablan? La tristeza reside en los actos de los hombres.
Hace su repaso de lugares de descanso eterno muy exhaustiva. Y me ha encantado, porque de tristeza nada. En todo caso las fosa comunes, por el desamparado de esos muertos, mejor dicho, de sus familiares, ante el anonimato de sus restos. Que al final, poco importan. Y no se malinterprete. Una vez queda el cuerpo, podemos momificarlo como los egipcios, pero la vida deja el plano que conocemos, y el cuerpo, pura carcasa, deja de importar.
EliminarUn abrazo
Si me permites, añado. Acabo de leer en la prensa local que han encontrado cuarenta y tantos cadáveres de fusilados en 1936 en un pozo de Medina del Campo. Cubiertos de basura, restos de animales, etc. Eso ¿cómo denominarlo? ¿Cementerio natural? Porque un cementerio con tal nombre -o necrópolis o ciudad de los muertos- es una creación histórica desde las culturas antiguas -había otras formas de no enterramiento también, dejar que las aves de rapiña comieran los cadáveres o enterrarlos bajo el suelo de las casas- pero algo artificial, digamos. Un lugar de muertos por alevosía y criminalidad de otros hombres, ¿cómo podría llamarse? A mí estas son las cosas que me conmueven, indignan y reclaman una justicia acaso imposible. Pero al menos, señores míos, que haya reparación simbólica. Al menos. Así que esta próxima jornada de ritual de conveniencia acerca de los fallecidos debería ser también un día de recuerdo por parte de los que van a llevar flores a los suyos. Ay, eso de los suyos, eso de los míos. ¿Dónde la medida del afán de apoyo sin distinciones entre los humanos? Bah, soy un triste y apagado utópico. Ni caso.
EliminarNi caso no, lo que aportas es siempre de un valor enorme, porque nos haces reflexionar. Son lugares, las fosas comunes, donde la personalidad , la identidad se pierde. No sé si se puede hacer un trato más vejatorio a un cadáver, como un bulto. Es de pena.
EliminarUn abrazo
La muerte entristece. Más cuando no se pudo satisfacer el deseo de alguien cercano. Un abrazo. carlos
ResponderEliminarSi se sabe que alguien querido tiene un anhelo, y se evita satisfacerlo, ha de ser un peso enorme, seguro.
EliminarUn abrazo
Un relato conmovedor que te eriza los pelos de la piel con mucho sentimiento. Aunque lo importante es atender a las personas en vida que es cuando se necesita. Pero he mirado más el relato en si por lo emocionante, lo triste es lo de menos. Ya que al final todos tenemos fecha de caducidad. Muy reflexivo, Albada.
ResponderEliminarUn abrazo con cariño y feliz tarde.
Lo que importa es amar y corresponder a quien nos ama. Pero en vida, porque las flores de los cementerio son muy bonitas, pero dudo que las vean. tal vez capten, en su inmaterial existencia, que les seguimos recordando y agradeciendo su paso por nuestras vidas.
EliminarUn abrazo
Ay por dios que relato más conmovedor, que tristeza, llevar un pedazo de mar a esa abuela que nunca lo vio... Que emoción de relato! Enhorabuena!
ResponderEliminarUn saludo!
No veo otra explicación que justifique a ese tipo llevando la postal. Pudiera ser exactamente lo que describo. Porque cuando se sabe que no se hizo algo por alguien, y éste parte, ha de dar como que mucha sensación de culpa.
EliminarUn abrazo
Esa inmejorable frase de Becquer: ¡Dios mío! Qué solos se quedan los muertos. Siempre me viene a la cabeza cuando visito un cementerio, por qué allí están sus cuerpos convertidos en huesos, hace pocos días visité el de Montjuïc y pensé si no había allí más muertos que habitantes tiene Barcelona. Una ciudad de muertos. Increible.
ResponderEliminarUn emotivo relato, mucho.
Un abrazo
La piqueta al hombro
Eliminarel sepulturero,
cantando entre dientes,
se perdió a lo lejos. Bello poema, muy bello y triste. Sí, es enorme. Pero el de Collcerola, entre los árboles es imponerte también.
A mí ese "Cerraron su ojos"...siempre me viene a la memoria en los cementerios. Un abrazo.
Hola, Albada. Estas fechas siempre nos traen recuerdos, tristes como tu relato, pero reales.
ResponderEliminarUn abrazo.
Tristes. Pero es que la vida ha de acabar, un día u otro. Todos llegaremos.
EliminarUn abrazo
Un relato muy entrañable en el que juegas con el dolor de la pérdida y la culpa por lo que dejamos de hacer. Los cementerios son lugares muy especiales donde todos estamos unidos por la pena. Muchas gracias por participar. Un abrazo
ResponderEliminarBueno, en México el culto a sus muertos no es triste. Ese día de primero de noviembre les recordamos, de manera especial, pero la realidad es que se recuerda muy a menudo.
EliminarUn abrazo, y gracias a ti, por el tema
Son días para rememorar y revivir el pasado junto a ellos, nuestros muertos allí y tan vivos aquí.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho leerte, Albada.
Mil besitos y feliz noche ❤️
Ellos allí, donde llegaremos nosotros, tal vez nos esperan ante una mesa camilla.
EliminarGracias. Un abrazo
Muy tierno,muy nostálgico,todo se recubre con la pátina del recuerdo.
ResponderEliminarPrecioso relato! reto superado,sin duda!
Un beso.
El recuerdo, qué buena pátina par esas presencias importantes que un día nos dejan.
EliminarPor disfrutar del otro en vida, por dar amor en vida. Un abrazo
En mi vida pude ver con mis propios ojos, lo que el hombre puede hacer para subsistir... La necesidad hizo su aparición en cada país del mundo; en cada familia. Después de luchar contra el Coronavirus, las familias carecían de recursos y no había día que no pasara algo espantoso por la lucha de la supervivencia. Los vecinos olvidaban a los vecinos, las familias se separaban por el hambre, la enfermedad, el dolor del corazón; todo lo horrible, se convertía en algo cotidiano como cuando me contaba mi abuelo aquellas míseras historias sobre la post guerra española. La gente se embrutecía olvidando sus sentimientos y yo, era testigo de esa dureza que crea la sed del el hambre...me pregunto hasta dónde pueden llegar las personas en esta sin razón.
ResponderEliminarUn coche la dejó en el número 32 de mi calle como quién deja a un perro abandonado. La casa es humilde; abandonada desde cuando sus dueños se fueron a la capital dejándola sola de habitantes hasta que ella llegó. A los pocos días le pusieron luz y agua; nadie más entró. Nunca supe su nombre. Caminaba con la mirada perdida; ausente. Vestía una ropa humilde y tenía unas manos trabajadas de campo...La gente con la que se cruzaba no disimulaba su indiferencia porque la tragedia de sus casas no era para menos. Caminaba siempre ausente. La comida se la daba Cáritas o la Cruz Roja y por las noches de invierno, cuando todo estaba en silencio, se la escuchaba cantar canciones de cuna hasta bién entrada la madrugada. Decían que era un de un pueblo de Sevilla y que estaba embrujada, maldecida o poseida...
Con el tiempo, el pais ha ido ganando en calidad de vida. La gente encuentra empleo, no faltaba la comida y el gobierno con sus recursos se preocupa mas de la gente que está en la indigencia...pero ella sigue viviendo en aquella casa casi en el anonimato. Cuando se cruza con madres que llevan a su niño recién nacido, su mirada se enciende de pleno amor; como si algo la sacara de esa ausencia por un amor maternal que empaña su mirada...Ya han pasado tres años desde su llegada. Parece que la gente no tiene esas necesidades que las hace enfrentar unos con otros pero ella sigue igual de ausente. La vacuna contra la covid-19 funciona y hasta hay fiestas de norte a sur, de este a oeste...
Como cada noche la escucho cantar. Su voz es dulce como una nana que se pierde hasta entrada la madrugada y yo, he dado parte a la Guardia Civil porque esa mujer merece una atención...Esta tarde, la asistente social del pueblo ha entrado en su casa y ha salido llorando con un pañuelo en la boca, casi vomitando cuando se encontró con aquella escena. Yo he entrado en la casa. Ella abrazaba una mantita llena de miedo porque no se la arrebataran. Le dije que se tranquilizara y ella tuvo mas confianza conmigo. Me acerque poco a poco mientras se abrazaba a aquellos andrajos que envolvían a lo que quedaba de un cadaver de un recién nacido...Hoy he visto de cerca a la locura y la locura esconde razones que me hacen llorar...
Esa mujer con la locura de haber perdido a su recién nacido, es conmovedora. Bien redactado, bien llevado el texto
EliminarUn abrazo, amigo
En otra época, solía ir a los cementerios y precisamente me quedaba mirando esas estatuas de los panteones, tan enigmáticas ellas, tan dramáticas, e imaginaba mil historias. Un texto muy propicio para esas evocaciones. Un abrazo
ResponderEliminarEsculturas de marmolistas de una calidad excelente, por cierto. Yo las sigo mirando mucho, me encantan, esos ángeles sobre todo. Muchas gracias.
EliminarUn abrazo
Ese final roza el alma...
ResponderEliminarUn abrazo.
Gracias, Rafael. Un abrazo
Eliminar¡Jo!!
ResponderEliminarTremendo relato... estos días son tristes!!!
Besos
Lo son, porque nos recuerdan que ya no están, pero debemos aferrarnos a lo que nos dieron, nos amaron, nos iluminaron la vida.
EliminarUn abrazo
Precioso tu relato, llega al alma. Una vida que vivió pendiente de un nieto catalán, quien como tu dices le llevaba un trocito de mar cada verano. Es bellísimo, besos.
ResponderEliminarLe llevaba el mar de su Barcelona, a la abuela de su Ávila. Siempre queda un poso de acidez si no se hace lo que el difunto habái deseado
EliminarUn abrazo
Un relato que enternece y nos hace cómplices. La unión de ese nieto con su abuela traspasa los muros del cementerio. Muy bello tu relato.
ResponderEliminarAbrazos amiga.
Imaginé un nieto que de verdad adoraba a su abuela, de hecho se la traía a Barcelona. Pero claro, un poco tarde.
EliminarUn abruzo, y gracias
Este relato le viene al dedillo a estos días, muy bello este relato, una ternura Albada, ese final es genial, me ha robado el corazón, ganas seguro.
ResponderEliminarUn abrazo y feliz noche
Pues muchas gracias, Carmen. Es el final que quise imaginar, la anciana sintiéndose llevada por el mar explicado por el nieto. Partiendo entre olas.
EliminarUn abrazo, y feliz día tengas
Que triste quedarse con promesas no cumplidas en el corazón. Has sabido darle un toque entrañable al relato. Abrazos
ResponderEliminarBuscaba la imagen de la abuela muriendo en el mar imaginado a través de los ojos y las palabras del nieto.
EliminarMe alegro te gustara. Un abrazo, Ester
Te ha salido un relato que encierra una gran ternura para un tema casi siempre doloroso.
ResponderEliminarUn saludo.
Doloroso, pero que al final, de una abuela, es natural. Aquí el nieto tenía esa culpa por no haber sabido llevarla al mar.
EliminarUn abrazo
Mi querida Albada, permite me
ResponderEliminaraplaudir el sentir de tu pluma,
tienes una manera de escribir,
que es imposible no sentir
los sentimientos, eres increíble,
aunque entiendo que es doloroso
escribir sobre eso, tu lo hiciste
con ese sentimiento que se percibe.
Besitos dulces
Siby
Me alegro que te haya gustado cómo hilvané las palabras, porque vi un tipo dejando la postal de mar, y quise imaginar.
EliminarUn abrazo, y gracias
Que bello y dulce recuerdo de aquella abuela, que quizás ahora esta junto al mar que tanto anhelaba y soñaba
ResponderEliminarEstará en el mar, dejando que el nieto le siga llevando postales marítimas. Y sonreirá, seguro, con su delantal negro, y oliendo a pan
EliminarUn abrazo
Un relato muy bueno. Me hace pensar en todo lo que postergamos y un buen día ya es tarde para llevarlo a cabo. Es cuando hay que aprender a convivir con ese sin sabor.
ResponderEliminarUn abrazo
Pat
Si duda, en vida, el amor se entrega en vida, se demuestra en vida, se comparte en vida, porque luego es tarde.
EliminarUn abrazo, y gracias
Hola, Albada!
ResponderEliminarUn post maravilloso y real. Es importante vivir al máximo, venimos al mundo sin nada y sin nada nos vamos. Así que a dar de corazón, sin esperar recibir. Mientras más amor entregas, más amor recibes. Amemos a los nuestros diciéndoles todos los días lo importante que son en nuestras vidas... Después de la partida, ya no hay vuelta atrás.
Un fuerte abrazo.🌷😘
Curiosamente es lo único que cuanto más das, más puedes recibir. Estoy de acuerdo, el hoy y el ahora, porque un día nos vamos, a veces, sin avisar.
EliminarUn abrazo y feliz día
Un relato muy triste que hace reflexionar. Si algo podemos hacer por ellos antes de que se vallan deberíamos hacerlo, lastima que aveces lo entendemos muy tarde y nos queda aveces la culpa.... Saludos amiga.
ResponderEliminarLas flores que dejamos, las lágrimas que vertimos, no sé si las ven, pero lo que damos en vida, llega, se percibe, y casi siempre, se regresa.
EliminarUn abrazo
Poética manera de unir el mar y la muerte.
ResponderEliminarBesos.
El mar como lugar de llegada, no me parecía mal lugar.
EliminarUn abrazo, Juan L.
Bonito relato en un cementerio, con una historia triste pero tierna.
ResponderEliminarQue como bien hace la cuenta, para que esté en el viento y la recuerden siempre.
Un placer leerte
Beso
Bueno, hay ausencias que marcan porque marcaron en vida. Porque la Parca nos pille al día en los afectos.
EliminarUn abrazo
Boa tarde. Parabéns pelo relato.
ResponderEliminarGracias, Luiz. Un abrazo
EliminarHola Alvada. Tu relato me ha emocionado. Tambien yo llevé a mi madre politica a ver el mar. Y ahora cundo la recierdo mwe siento satisfecha de ello. El amor que demos en vida a quienes nos rodean es lo que hace que nos sintamos bien.
ResponderEliminarEs esa sensación del deber cumplido. Esto es ficción, pero bien pudiera ser más que real. Es bonito llevar a ver el mar a quien no lo conoce.
EliminarUn abrazo
Qué relaciones tan especiales las de abuelas y nietos. Y qué relato tan entrañable y bonito has montado con eso.
ResponderEliminarUn abrazo.
Es que las abuelas son muy buenas compañías.
EliminarGracias, Macondo. Un abrazo
un más allá que nos lleva atados a un muy acá...
ResponderEliminarnunca mejor nicho, digo dicho...
😊 Besos.
Jaja, es que dicho al hecho hay mucho trecho, o techos.
EliminarUn abrazo grande.
Siempre nos parecerá insuficiente todo lo que hicimos una vez que faltan. Se nos llenará la mente y el alma de ..."Y si hubiera hecho" y nos embargará un sentimiento de culpa por todo aquello que nos parece que pudimos hacer y no hicimos. Así de presentes tenemos a los que queremos infinito, aunque ya no estén entre nosotros. Un abrazo.
ResponderEliminarSiempre queda un... Si yo hubiera hecho, pero al final, si hemos amado, debemos quedar en paz con quien se nos va.
EliminarUn abrazo,y feliz noche
Es triste la historia pero no por ello carece de belleza. Antes de cargar con culpas por aquello que pudo ser y no fue, habría que hacer las cosas en su momento y no posponerlas para luego, porque hay "luegos" que nunca llegan y pensan como plomo en el alma.
ResponderEliminarBss.
Eso de dejar para luego tantas y tantas cosas cada vez me parece más tonto, y si hablamos de muestras de cariño, a por él hoy, a por él ahora.
EliminarUn abrazo. Feliz noche
Qué entrañable y bonito cuento... Me ha encantado imaginar a la mujer de negro con sus brazos enharinados.
ResponderEliminar¡Felicidades, es pura ternura, tanto la abuela como el nieto!
Un abrazo
Las abuelas casi siempre se recuerdan entre aromas de cocina, si te fijas. Esta no la imaginé diferente.
EliminarMuchas gracias. Un abrazo
Una tristeza poética que se siente de forma intensa.
ResponderEliminarMe ha encantado, un abrazo amiga
Cierta poesía sí contiene, como ese mar que flota en todo el trasfondo del texto.
EliminarMuchas gracias. Un abrazo, amigo
Una maravilla de texto sobre el aquí y el ahora. Con qué pocas palabras relatas lo que nos trae recuerdos, las cosas por hacer y el futuro en ese nieto catalán...me ha encantado, es de una profundidad oceánica.
ResponderEliminarBesos
Me alegro que te haya gustado. Ese mar, ese azul que el nieto lleva con él, es lo que acaba dejando, en forma de postal, en la tumba de ella.
EliminarMuchas gracias. Un abrazo
Que triste y qué tierno el gesto del nieto.
ResponderEliminarQué ternura de abuela.
Si cierro los ojos puedo ver a mi abuela en la cocina.
Hermoso y sabroso recuerdo.
Las recordamos en las cocinas, con olores y mandikes, con besos y caricias en el pelo. Son enormes. Son inolvidables.
EliminarUn abrazo y gracias
Muy bonito, el caso era no dejar a la abuela sin el mar. Abrazos.
ResponderEliminarSí, el nieto sigue llevando el mar con él, aunque ella no pudo verlo en vida. Tal vez ahora lo ve.
EliminarUn abrazo
pues yo creo que el nieto hacia bien de sentirse culpable, porque él criea que debia hacerlo y no lo hizó. pero si a la bauela le hubieran preguntado en el pueblo de avila, si preferia ver e mar o que su nieto viniera a visitarlo , no lo hubiera dudado. es verdad que una cosa no quita la otra.
ResponderEliminartremendo, emocional y poetico final
bes
Él rñtiebe esa sensación de culpa, y por algo será. Me alegro que te haya gustado, amigo.
EliminarUn abrazo grande
Me ha gustado mucho tu relato tan lleno de sensibilidad sobre esa realidad de las relaciones humanas y el sentimiento de culpa que nos invade cuando pensamos que no cumplimos las expectativas de las personas que amamos. Besos
ResponderEliminarMe alegra que te gustara. Es cortito pero creo que refleja lo que quería narrar sobre los que nos quedamos. Que también nos quedamos solos.
EliminarUn abrazo
Me alegro que te gustara, Julio David.
ResponderEliminarUn abrazo
Permítanme decirles
ResponderEliminarque aborrezco los cementerios
porque lo mío, son razones
de vida.
He dicho.
jaja, pues los hay preciosos, cara al mar, por ejemplo. Blancos como azucenas, y silencioso como ningún lugar. Yo no los visito por estas fechas. Eso seguro.
EliminarUn abrazo, amigo
Precioso tu relato, envuelto en sentimientos, apropiado para estos días, en los que la nostalgia asoma por la ventana de nuestros ojos humedeciendo el iris, se encoge el alma, añorando a nuestros seres queridos.
ResponderEliminarBesos enormes.
Se echan de menso, los recordamos, de alguna manera los traemos a nuestro lado, si te fijas.
EliminarUn abrazo
Un relato hermoso y siempre actual. A veces no se va al cementerio nada más que por Todos los Santos.
ResponderEliminarY buen giro literario al recordarnos que la vida es demasiado corta.
Felicidades
Saludos
Muchas gracias. Es que casi siempre olvidamos lo importante porque nos centramos en lo urgente. Al final la vida es corta, por lo que el ahora y el hoy deberíamos tenerlos muy presentes.
EliminarUn abrazo
¿Por qué nos suele pasar que cuando las personas fallecen nos damos cuenta de tantas cosas que podíamos haber hecho por ellas y las fuimos dejando para mejor ocasión?. Muy triste y emotivo Albada.
ResponderEliminarBesos.
Pues es muy frecuente En ese momento nos fijamos en qué no hicimos, o no dijimos. Y es tarde. Por eso la importancia de decir y hacer mientras ese ser querido está.
EliminarUn abrazo
¡Qué relato más triste!
ResponderEliminarAl menos el nieto le trae un poco de mar a esa abuela
a la tumba.
Besos, Albada.
Mo sé si es triste. Pudiera ser real. Nos arrepentimos de no haber hecho algo cuando es tarde, pero él le sigue llevando el mar.
EliminarUn abrazo
Cuando se dice aquello de "nunca es demasiado tarde"... pues... no siempre funciona así. Despreciamos el paso del tiempo como si nunca fuera a terminar...
ResponderEliminarMe ha gusta mucho tu escrito. Bravo👏🏼
Ese nunca es tarde...la de veces que en los cementerios se demuestra que puede ser falso, ya lo ceo.
EliminarUn abrazo, y gracias, Galilea. Por un bonito día
Un relato entrañable, me llama la atención el cimintiri de sant andreu, bonito lugar y sedante, para perderse de vez en cuando, ¿sabes? los cementerios tienen un encanto especial...
ResponderEliminarSaludos.
Es el de San Andreu, por supuesto. Son lugares muy calmados. Y no sé si puede haber fantasmas en ellos, pero sí muchos recuerdos de quienes acuden.
EliminarUn abrazo