Tomado de Google |
Desató en la madrugada sus botones de nácar y se desbordaron los sumideros de fantasmas propios y destilados ajenos. Los pavores y algoritmos se colaron de estraperlo por el mismo desagüe de aguas turbias. Dejó que los sueños navegasen por mareas de otros tiempos y atravesó un laberinto por entre las palabras que sonaban a alegría de medio pelo o a un desafinado allegro vivace de oropel. Dinamitó los suspiros, descerrajó las mordazas. Se desparramó en un cáliz de azucenas en la tímida luz de una farola de un parque de extrarradio y su corazón golpeaba el flujo de la ´vida en un sístole sin diástole posible.
Amaneció despacio, como todo lo que acaba siendo valioso. Se desperezó del letargo del invierno. Desentumeció, como un oso, sus extremidades y desenfundó la vista para ver cosas formidables, descubriendo así, que el sol y sus secuaces habían cambiado el sórdido frío de los hielos por un manto nítido y verde de planes posibles, de dudas razonables, de bocados en proyecto y de certezas florecidas.
El deshielo siempre llega, aunque mientras hibernas parezca un imposible.
Qué bien escrito este texto. Lleno de fuerza y de ritmo. Me ha encantado. Un abrazo.
ResponderEliminarUn canto al optimismo! Gracias!
ResponderEliminarGracias Francisco. Cuando el ritmo te toma de la mano, seguramente se aprecia en lo que acabas escribiendo.
ResponderEliminarUn abrazo
Gracias Alfred, por compartir tu optimismo de forma tan altruista y en cada rincón de estos escenarios.
ResponderEliminarGracias.
Un abrazo.