miércoles, 28 de marzo de 2012

Torre de Babel

La chica de la lencería me miraba. Y yo la miré en su rotonda. Paré para romper el dolor de verla, vendiendo, impúdicamente, unos minutos de evasión.

Mis cálculos de edad, historia o posibilidades de romper el hechizo que la atrapaba se quedaron huecos al preguntarle qué hacía allí y por qué. En un español con acento del Este me repitió un precio por completo y diez menos por felación. No usamos esas palabras, pero tampoco nos entendimos.

Mi hija adolescente no me esperaba en casa, pero sentí un enorme arrebato por pisar el acelerador y pensar que pronto esa chica estará en otra rotonda, y quizá olvidaré la necesidad de salvarla de sí misma.

6 comentarios:

  1. Tremenda crudeza en exponer una situación, que no por mucho repetida deja de dolernos.

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    1. La presencia de esas jóvenes me permitió hablar con mis hijos de lo que es y lo que no es una relación física. Amén de comentar con ellos, de forma abierta, que cualquier ser humano jamás debiera considerarse propiedad o mercancía.

      Un abrazo.

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  2. Muy bella introspección de una circunstancia desgraciadamente real y al mismo tiempo digna de nuestra comprensión.
    Abrazos

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    1. Gracias por tu amable comentario.

      Un fuerte abrazo Groucho

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  3. El título es perfecto y no dejamos de vivir cada día dentro de estas torres. Torres que para más desgracia forman parte de nuestra propia esencia.
    Un beso

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    1. Gracias por tu lectura, Todos podemos comprender y hacer como que no entendemos ( un idioma, una situación...).
      Hay situaciones que siendo casi imposibles de arreglar nos siguen produciendo estupefacción a pesar de lo cotidiano que parecen ser.
      Un abrazo

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Ponen un gramo de humanidad. Gracias por leer.