Llegaron a la clínica con la certeza de
que a María la iban a recoger del cole, y desde la recepción la hicieron pasar
a una sala de espera donde apenas esperó unos minutos, entre unos dolores
evidentes de la prisa por ver el mundo de su segundo hijo. Tan buscado, tan
deseado, que llevaba días soñando con él.
Era un varón muy blanco de piel, con un
cabello tan claro que parecía carecer de pestañas y cejas pero que lloró con
una potencia que demostraba a las claras su vocación de vivir. Al ponerlo sobre
su pecho, los besos iban a tres bandas, entre Pablo, Pau y Eva, llorando ellos
emocionados, y tranquilo el recién nacido.
La visita de la mañana siguiente de
María les dejó algo confusos. no le dieron importancia alguna a que le
arrojase el chupete en el cuco del hospital pues les pareció accidental. María
era la reina de la casa, el centro de atención, la luz de sus ojos. ¿Cómo no
entender que ese muñequito al que encontró horroroso le produjera cierto
disgusto?
Eva pasó el reconocimiento médico, y
confirmando encontrase muy bien, pidió el alta para dormir en casa. Las amigas y compañeras de trabajo
estaban disgustadas pues tenían la intención de irla a visitar al día siguiente
y tuvieron que precipitar la visita a la hora del café, pero valía la pena
disfrutar de sus niños en el entorno más natural posible. En su casa.
Llegaron sobre las ocho de la noche y
María ya estaba duchada y a punto de cena, y ante la insistencia de la reciente
abuela, ésta se quedaba con ellos hasta ver que la lactancia iba bien y que todo
estaba como Dios manda.
Pau resultó ser el recién nacido más
tranquilo que pueda uno imaginar. Comía y luego dormía. Sólo lloraba para
avisar del hambre o disconfort, así que María tenía poca excusa para sentirse
desplazada, pues seguía siendo la reina de la casa, salvo los ratos que el bebé
requería atención especial de Eva.
Este nacimiento sucedió hace tiempo,
pero fue tan bonito que valía la pena recordar, que un día, un niño llegaba a
este planeta de locos, con la mayor cordura que se le pueda exigir a un ser
humano. Sensación que la perra puede confirmar, pues se entienden desde que
ambos supieron que eran iguales y se cuidan el uno al otro.
María, a través de Alfred
Mis papás me lo habían dicho desde hacía muchos,
muchísimos días, que iba a venir un hermanito. Mamá me ponía la mano en su
barriga para que lo notara.
Incluso apoyaba la oreja en ella y podía
oír, según decía mami, a ese hermanito, que pronto tendríamos en casa.
A mí me parecía bien. Todos los de mi
clase tenían hermanitos, pero no hablaban de ellos para nada.
Cuando la abuela me vino a buscar toda
contenta a la hora de comer, para llevarme a la clínica a conocer a mi
hermanito, no sentí nada especial.
Mamá estaba en una cama con tubos y una
cara que no era tan bonita como la que tenía antes. Papi estaba nervioso y
hablaba muy rápido.
Me cogió en brazos para subirme y poder
ver una cosa sonrosada con poco pelo, que no decía nada, y no se movía.
Me dijo que era un bebé muy guapo, como yo. A mí no me lo pareció, pero
bueno, a mí lo que me gustaba de verdad, es la perrita para jugar, porque saltan corren, te persiguen, te besan…Los
perros son muy monos y simpáticos.
Mi hermanito no hace nada de eso, no hace nada de nada, no sé qué gracia le
ven.
Gracias Alfred, por hacer de María. Gracias a mi hijo por estar aquí.
Gracias a ti por compartir.
ResponderEliminarBesos.
Gracias a ti por comprender.
EliminarUn beso.
Son los únicos sucesos gozosos de las clínicas. No me extraña que la madre quisiera salir volando para casa a recuperar la normalidad.
ResponderEliminarUn abrazo.
Es verdad, es la sala que huele a vida. Donde todos se muestran felices y el gozo salta de habitación a habitación entre enhorabuenas y algunos llantos que parecen maullar de gatitos.
EliminarUn abrazo
Sabia, María. Si aprovecha la situación, puede sacar partido.
ResponderEliminarAbrazos, siempre
Seguro que sacará buen rédito de tener un hermano pequeño. La ayudará a sentirse segura de sí misma y la abrirá las puertas a compartir, a crecer, y a ver el lujo que es tener siempre en casa, un a amigo para jugar.
EliminarUn abrazo, cómo no.
Los sitios y ránkines dentro de la familia darían para muchos textos, aunque probablemente no tan bien escritos como éste. Estoy seguro que a María pronto le embargará la proximidad e intimidad de un "compañero de camada"con el que comerse los mocos y hacer frente, juntos, a los mayores de la casa. Me ha encantado. Abrazos.
ResponderEliminarSi uno lo piensa, cada persona, e incluso la mascota, si la hay, ocupa un lugar en ese grupo social que uno no elige.
EliminarSoy de un extensa camada y puedo afirmar que ni la edad entre el primero y último en llegar es suficiente para sentirse fuera del paquete de hilos que unen por siempre la constelación de estrellas. Curiosa la visión que usan en psicología que utiliza ese término de constelación.
Me encantó que usaran la palabra "camada" porque debiera usarse más. A mí me gusta mucho referido al ser humano.
Un abrazo, Francisco.
Relato cargado de emoción ante la llegado de un nuevo ser. La pequeña maría queda muy bien definida con unos simples rasgos, me ha gustado.
ResponderEliminarBesos
Gracias. Le digo a Alfred, quien se avino a dar voz a María, y cuya aportación es impagable. No en vano, si bien no somos de la misma camada, a veces nos entendemos como hermanos,
EliminarUn beso, María Pilar