El otoño llegó hace unos días. Un poco como siempre, que nos parece que llega así, de pronto y de la noche a la mañana.
Lo de la ausencia del calor se nota tan poco a poco, que uno percibe los cambios de estación por los anuncios de ropa de unos grandes almacenes, pero es un día es cuando se percata de verdad, de que el otoño se ha instalado en la ventana.
De la naturaleza, en primer lugar, desde los parques cuidados de las ciudades, al campo en sí cuando la dicha de escapar nos pone a tiro excursiones rurales.
Pero donde lo siente uno instalado, es en la ventana de las camisas que uno viste. Pero no hablo de telas ni de cierres, sino de esa prenda, que no coraza, que nos viste el alma.
Uno nota esta estación, como que una brisa fría que resbala por el dintel de la puerta, inundando en parte toda nuestra casa. Removiendo ausencias, desembalando viejas tristezas, y dorando al ast rumores de vientos que desbarataron el corazón.
El trabajo de barrer las hojas secas, que apilamos con rastrillo más que efectivo, quimérico, es la tarea que persistirá hasta el invierno con sus nieves blancas, donde lavar la cara al alma, pero igual es sólo esperar, que un viento de fin de año, se encargue de hacer que las hojas arremolinadas suban y caigan, una y otra vez, hasta el total deshielo.
Me dejo abrazar por la rebeca con pinks de Venecia, medio amodorrada en medio de unos fríos incipientes que juegan aún con un solecillo lúcido, pero de fuerza atemperada, para mirar pero viendo, el espectáculo anual que me conmueve…ese morir para renacer de cada árbol que mis pupilas detectan, a través de las ventanas
Escribo mientras estornudo, eso sí, con ese primer resfriado estacional que me recuerda que mi invulnerabilidad no estaba escrita, ni era cierta. Que soy mortal, y de mil colores, como las arboledas.
Yo también estoy resfriada, espero que te mejores pronto tú.
ResponderEliminarPrecioso post.
Enhorabueba.
Besos.
Cachis con los resfriados, pre-temporada, como en el fútbol. Gracias por leer y comentar, Amapola Azzul. Hay estaciones de tren con vías muertas, y estaciones de miles de tipos más, pero de las meteorológicas, los colores del otoño me subyugan, desde las ventanas y tras ellas.
EliminarUn beso
Época de transición, se van los calores del verano, pero no vienen aún los fríos y aparecen las lluvias y los vientos que desnudan árboles, amontonando hojas a nuestros pasos, se afianza en nosotros la destemplanza propia de no llevar la ropa adecuada, haciéndonos caer victimas de esos incómodos catarros, que combatimos con tisanas calientes resguardados en el interior de las viviendas, empezando a mirar los fondos de los armarios, para preparar el cambio de atuendos, que no de ánimos.
ResponderEliminarBesos.
Es una estación como que rara, anímicamente sobre todo. En cambio, tras las luces de los encalados en verano, los colores se vuelven concretos, se amontonan las hojas a los pies de los árboles y un mar de tenues luces nos apacigua el alma. Creo
EliminarUn beso
Creo que el año pasado pasé otoño e invierno sin catarros y este empecé a estornudar el día que inauguramos el otoño. Cuando uno empieza a pensar que está hecho un toro, vienen bien curas de humildad como esa.
ResponderEliminarUn abrazo.
Es que asumir la invulnerabilidad de uno por un invierno sin resfriados, tal vez era arriesgado de dosis de optimismo.
EliminarQue este resfriado sea el único. Así, tempranero y ligero, como me gustaría imaginar. Por los pañuelos, otra oda, bien ganada!, en otro rato..... Un abrazo