Alfred escribía sobre una tele de habitación de hospital hace poco. Su foto de mando a distancia en esta foto es imposible, porque ambos, uno para cada cama, están sujetos a la pared por un cordel que se fija con un tornillo, en la pared, claro. De haber sido posible, habría tirado por la ventana que no se puede abrir, el mando de la mujer que compartía mi habitación, eso sí lo afirmo.
Me ingresaron con cita previa, programada las llaman ahora a esas operaciones no urgentes que guardan turno. Lo mío era para una intervención sencilla y sin complicaciones. Una hernia umbilical que desde hace meses me molestaba y tras
apuntarme en la lista de espera me llamaron el jueves, para ingresar el martes
siguiente, tiempo mínimo para analítica, rayos de tórax y electro, pero esto va
como va, y me dije…bien, al menos hemos pasado los calores de verano.
Me llevé mi Tablet, el móvil y
dos revistas. Nada...serían dos noches como mucho, así que lo comuniqué en la
oficina y a las ocho de la mañana, duchada y lista, con una bolsa deportiva me
tomaron los datos de afiliación y me subieron a una habitación donde una chica
de unos veinte años, miraba la tele, de previo pago.
Apendicitis, me enteré pronto.
Subí de quirófano y fue el sonido de una serie de empeños a lo bestia o no sé
qué, con esas voces, lo que me dio la bienvenida al mundo de los vivos, o de
los conscientes, con más intensidad que la voz de la hermana que había estado
sentada allí esperando mi subida.
Estaba tan helada, que al taparme, me dormí
nuevamente, arrullada por la traducción en español sobre las conversaciones en
inglés.
He pedido el alta voluntaria hoy. Ya
sé que hay auriculares, pero entre series de tatuajes, de concursos de
maquillaje a lo bestia y esas visitas de amigos y amigas con su explosiva
manera de comentar y relacionarse entre ellos, el tema de pagar la tarjeta de
la tele, o tirar la cortina de tela que nos separa a las pacientes, ya dejó de
importarme.
La tele podía haber sido un
conflicto de gustos, o económico, porque quién pone su tarjeta y para qué programa,
que el otro no puede evitar ver… pero la herida me duele al toser, y cuando
estoy nerviosa, la tos me ataca, aún con caramelos de menta.
Pena que no existan chucherías
para no escuchar, o pastillas para bien soñar.
Por alusiones. La foto de un mando de tv, era una elección puramente estética.
ResponderEliminarPoder estar en una espléndida habitación hospitalaria, acompañado por una persona joven que gracias a sus acompañantes te mantienen al día de las ultimas formas de expresión ha de ser una gozada intelectual. Que suerte tienes!
Que te mejores, besitos!
Alfred, si llego a poder coger su mando, lo mando a la porra. Es una gozada creo que debe ser estar sola con dos teles!
EliminarMe encanta la juventud, en parte porque no renuncio a la mía, que casi ya agoto, pero sus formas de manifestarse a veces se llevan mal con la convalecencia.-). Ya estoy en casa, el alta voluntaria me ha permitido dejar de toser, y estando tranquila, y pudiendo escuchar el silencio que necesito, estoy recuperada.
Un beso
Me cansa esa gente que nunca tiene en cuenta a los demás cuando está en un sitio público.
ResponderEliminarY en los trenes, aviones u hospitales donde se tiene que compartir un tiempo irreversiblemente pueden arruinarte la estancia o el viaje.
Lo del alta voluntaria fue una decisión acertada. Deseo que las secuelas de la operación hayan ya desaparecido.
Las teles compartidas con conocidos son una fuente de discusión, tener que compartirla con desconocidos va un paso mas allá.
En una casa, ya se han hecho caricaturaciones de un mando para más de un tele espectador, pero cuando la opción de irse a otra habitación es nula, el tema es un pelín de convivencia necesaria.
EliminarGracias por tu interés. Me recupero a pasos de gigante, creo que gracias al alta voluntaria :-) Un abrazo