martes, 17 de noviembre de 2015

Mercadillo con perfumes

Tomado de Google

Los mercadillos semanales me son familiares desde que el Ayuntamiento designó la plazuela bajo mi casa para uno de ellos, habida cuenta de que la ubicación anterior, tomando por asalto unas calles, se quedaba pequeño.

Me he familiarizado con los sonidos de las barras de metal que hacen de estructuras de carpas desde buena mañana. Esas que conforman, en vez de espectáculos de feria, tiendas frágiles para aposentan variopintas mercancías.  En su mayoría, esas paradas son para prendas de ropa, pero hay zapatos, y, desde hace un par de años, hay algunas que ofrecen perfumes, baratijas y productos de limpieza o utensilios para la cocina.

Me llamaba la atención una de esas "paradetas" con botellitas que imitan costosos perfumes, de los que se anuncian en televisión. Lo regentaban unos jóvenes moros, quienes, desde temprano, armaban la tienda ambulante para luego ofrecer buenos aromas a la gente que pasea en busca de chollos, o de prendas necesarias pero baratas.
Ese espacio quedó vacío hace unas semanas, pero ayer, su sitio lo ocupa de nuevo la parada de los perfumes, aunque ahora son dos muchachas quienes la gestionan. Ignoro si hayan traspasado la licencia de venta, o es una especie de "préstamo" temporal. 

Las vi montando la estructura con un joven que las ayudaba, un poco más tarde que otros tenderos, para quedarse luego ellas solas al cargo. Han iluminado la plazuela con sus vestidos de colores, sus risas de alondras y ese agacharse a las cajas depositadas en el suelo, para ir colocando las mercancías luego, en estantes improvisados, entre pájaros de papel maché que colocaban entre los botellines, dando un resultado primaveral a esos pocos metros cuadrados de mercado de quita y pon.

A media mañana se han quitado los jerséis, para desayunar un bocadillo, sentadas en sendas sillas plegables. Con sus camisetas sin manga y sus pantalones cortos, provocaron, sin querer, la formación de un grupo de mercadilleros halagadores de sus perfumes, pero que compraron poco, según me ha parecido.

Cuanto menos han puestos pinceladas de color y de aromas en la plaza, entre perchas de ropas varias y gritos de “barato, lo llevo barato, reina”.

Quedo al tanto de confirmar si esa algarabía de luz permanece los lunes, sembrando alegrías, entre las paradas de un mercado ambulante que huele a tiempo muerto entre grandes superficies con ofertas todo el año.



6 comentarios:

  1. Esos retazos de vida primaveral en pleno otoño, nos trae un no se qué de nostalgia, de tiempos pasados, de esos en los que los mercados traían las novedades y las noticias a los pueblos.
    Me ha encantado.
    Un beso.

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    1. Antes era la única manera de comprar en a algunos pueblos, hoy en día son testimonios de otros tiempos, por la accesibilidad de los comercios y las compras online, pero el bullicio de los vendedores, llamando a las mujeres casi siempre, para que compren bueno bonito y barato me causan alegría siempre.

      Un beso

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  2. Yo no veas cómo disfruto con los mercadillos, me encanta mirar aunque a lo mejor luego apenas compre nada, pero ver a la gente pasear por allí y escuchar el.bullicio de la gente que va viendo cosas me encanta el ambiente que se crea.

    Un beso muy dulce de seda, preciosa.

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    1. Es que alegra el alma el olor a churritos, o a frutas y verduras, y alimenta los ojos de batuburrillo de prendas y de colores.

      Pasear por un mercadillo debería ser obligado para levantar el alma :-)

      Un beso, dulce María

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  3. Cualquier día te aparece Melquíades con un imán y se lo vende a José Arcadio el de los Buendía.
    Un abrazo.

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    1. En cien años de soledad, capaz de que un Buendia se eche al monte de los ambulantes y recorra el mundo por regresar tatuado, con o sin perfumes de mujer que le abriguen.:-)

      Un abrazo

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Ponen un gramo de humanidad. Gracias por leer.