El viento apareció, puntual a la
cita con los deseos de los niños y los anhelos de los hombres.
Llegó a la plazuela,
discreto en principio, haciendo rodar una lata vacía de refresco luego, y aliñando un
revolotear de las hojas que danzaron hasta el suelo ayer.
Cobró fuerza a medida que los
sueños de los niños de corazón pedían a sus majestades momentos dulces, dejar atrás
temores, encontrar los caminos de los acuerdos, y tantas frases coincidentes en
todas las edades y credos.
Se alimentó de las rabias venidas
a menos, y de los llantos de pérdidas
que remontar, y de las convenciones grandilocuentes que buscaban convivencia y
respeto, y así, con tales fuerzas, se fue convirtiendo en remolino gigante que succionaba
por igual cáscaras de pipas y lágrimas ya secas, envoltorios de caramelos y
plumas abandonadas, facturas pagadas y cartas con final feliz.
El tornado en miniatura
era un llevarse para dejar, de tal manera, que cuando yo salí a la calle, alcancé
a ver un remolino con confetis que iba
regando esperanzas, sonrisas, ilusiones, sentires, besos, miradas cómplices y
sabor a mazapán.
Esos torbellinos cargados de esperanzas, para niños y mayores, incluidos los viejunos, pues todos ellos viven la alegría de un momento tan especial.
ResponderEliminarUn beso.
Cambian las edades, el modo de vida, el idioma que hablan, pero todos tenemos una fecha en la que deseamos la felicidad nuestra y la de los demás.Ojalá mi torbellino llegara a ser un huracán que se llevara lo negro y feo y nos dejara lo blanco y radiante.
EliminarUn beso