Imagen de Santo Domingo, de Plasencia |
Siguiendo la propuesta de María José, con una escalera como protagonista, mi aportación es esta.
Paquito miraba hacia arriba, calculando cuándo podría ir solo por la calle. Cuándo le dejarían que se organizara el tiempo, y así hacer los deberes a su ritmo. Cuándo sería mayor para que no le persiguiera su madre cada noche con ese “lávate los dientes”. Cuándo le dejarían de controlar su hora de dormir, o de comer. O de salir con quién quisiera, a jugar, y cuándo regresar a casa.
Paquito miraba hacia arriba, calculando cuándo podría ir solo por la calle. Cuándo le dejarían que se organizara el tiempo, y así hacer los deberes a su ritmo. Cuándo sería mayor para que no le persiguiera su madre cada noche con ese “lávate los dientes”. Cuándo le dejarían de controlar su hora de dormir, o de comer. O de salir con quién quisiera, a jugar, y cuándo regresar a casa.
Un día le
dejaron elegir película en la tele, otro día le pidieron opinión sobre el
destino de vacaciones. Fue pasando el tiempo, y un día tuvo que elegir los
estudios a cursar, y otro día hubo de evaluar a esa mocita morena que le hacía “ojitos” en la cafetería de la
Universidad. Así, poco a poco, iba subiendo, peldaño a peldaño, el camino
ascendente hacia la independencia, hacia la madurez, y hacia la libertad.
Don Francisco había
cumplido los ochenta años. Había recorrido el piso superior, y visitado cada rincón,
de cada dependencia. Se había asomado a todas las ventanas, y llegado, con la
vista y con las piernas, a lugares que escapaban de sus previsiones previas. Había escudriñado desvanes y sótanos, mares y
puertos. Se había perdido bajo faldas cercanas y extrañas, tras esperanzas
maltrechas y por estrenar, entre decisiones de envergadura y opciones del día a
día. Sentía que las rodillas le pesaban una barbaridad, y los hombros, y las
entrañas.
Mientras iba
bajando esas escaleras de un antiguo convento, despacio, y sujetado a la barandilla, vio a un joven que le recodara a un espejo de antaño, quien las subía. Se miraron a los ojos, a mitad del camino, de
bajada para uno, de subida para el otro.
-Quién
pudiera subir, como tú- dijo don Francisco, sonriendo.
-Quién
hubiera visto lo que usted ya vio -dijo Paco, apeado del nombre infantil
definitivamente.
Llegar a la adultez ... Sin dejar de ser niño.
ResponderEliminarAbrazo
Mantener al niño que llevamos dentro, esa es la idea. Creo
EliminarUn abrazo y gracias.
El encuentro con uno mismo a mitad de la escalera.
ResponderEliminarUn beso.
Puede ser otro yo, o puede ser alguien que nada tenga que ver con nosotros, que anda subiendo la escalera que un día subimos nosotros.
EliminarUn beso, Alfred
¡Qué bonito, Albada! Me gustan las escaleras (no subirlas), incluso tengo una etiqueta Escaleras porque me gusta escribir sobre lo que ocurre en ellas, y me ha parecido nueva la escalera como metáfora del tránsito de la vida. Me ha gustado mucho.
ResponderEliminarUn abrazo grande
Quise que fuera metáfora, tal vez poco adecuada, pero imaginé a ese anciano y a es cuarentón, más o menos, haciendo balance en una escalera. Al cruzarse.
EliminarMuchas gracias, Alis, un abrazo, y a por un jueves sensacional
Me agradó. Un cara a cara, entre el que lleva poco, y el que lleva mucho y quisiera poder "reiniciar el velocímetro".
ResponderEliminarEs el proceso normal de la vida, pero en una escalera parece como que más visual.
EliminarMuchas gracias. Un abrazo.
La conclusión es subir las escaleras como viejo y alcanzar el último peldaño como joven. Y eso aquí lo manifiestas con una belleza de metáforas excelentes como es el viaje de nuestro caminar o de nuestras vidas.
ResponderEliminarMe ha encantado, Albada. Chañpeau por ti !!!
Un abrazo y feliz jueves de jueveando...
Exacto. De hecho no hay razón para perder al niño que tuvimos habitando dentro, ni por qué renunciar a la sabiduría que nos va entrando por las ventanas de los años.
EliminarMuchas gracias, Joaquín. Por una tarde feliz. Un abrazo grande
Cada día que pasa, hago un esfuerzo, por conseguir cruzarme en la escalera con mi Juanito.
ResponderEliminarA veces lo consigo y cuando lo hago, pienso que lo importante es bajar y subir la escalera.
Me gusto tu entrada, pero eso no es nuevo.
Besos.
Pues si, en esa escalera, real o ficticia, nos encontramos con ese joven que fuimos, con los anhelos que llegamos a albergar un día.
EliminarPorque podamos hacerlo muchos años más, Juan L.
Que nunca se pierda el niño que todos llevamos dentro.
ResponderEliminarUn abrazo.
Ya lo creo, yo sigo cultivando a esa niña curiosa que me habitó :-)
EliminarUn abrazo
¡Qué interesante! En mitad de la escalera se encuentran el joven y el viejo que todos llevamos dentro. ¡Qué original ! Me ha gustado un montón.
ResponderEliminarUn beso
Es que así, yo no renuncio a esa niña que fui, pero quiero seguir subiendo, calibrando dónde estoy, y no detenerme :-)
EliminarUn abrazo, y machas gracias
Es como una visión de la vida . En mitad de unas escaleras ver la juventud y la madurez, y cada uno alabar lo mejor de amba etapas de la vida.
ResponderEliminarMe gusto. Un fuerte abrazo.
Toda etapa tiene sus ventajas y sus inconvenientes, como todos hemos llegado a entender, a veces, a remolque de la necesidad de entenderlo :-)
EliminarGracias. Un abrazo, y feliz tarde
Por las escaleras tanto se puede bajar como subir y en ambos sentidos puede ser mucho lo que se aprende. Ese cruce de personajes es muy simbólico en ti historia. Un abrazo
ResponderEliminarEs simbolismo puro, me temo, pero quería que fuera así, somos todos quienes subimos y bajamos esas escaleras, seguro.
EliminarUn abrazo, y por una bonita tarde
Que bien escribes en verano tambien. Un abrazo marinero
ResponderEliminarjaja, qué brujita eres :-). Disfruta. Un abrazo
EliminarLinda historia para reflexionar.
ResponderEliminarBesos.
Bueno, será halagador, todos echamos de menos lo que ya no tenemos, pero no implica desechar lo vivido.
EliminarUn abrazo, y a por una tarde amable.
Unos van, otros vienen, unos suben, otros bajan, unos nacen, otros mueren.
ResponderEliminarBesos.
Como las olitas del mar, unas viene, y otras van :-)
EliminarUn beso
Enternecedor rencuentro consigo mismo a media escalera vital. Un niño que quiere ser adulto e independiente y un hombre mayor que no olvida a ese niño que lleva adentro. Precioso.
ResponderEliminarBesos
Muchas gracias. La imagen daba mucho juego, porque las escaleras no tienen botones, no se paran bruscamente, salvo en los rellanos, y es como la vida misma. Subiendo, para luego bajar.
EliminarUn abrazo, y por una tarde bonita, con ascensor, si hace calor, creo o abanico
Que increíble Si lo tuviera que haber escrito yo yo diría
ResponderEliminarque cansancio subirlas con este calor
aplauso muy bueno
Claro, es que hace calor, pero mira que allí, al ser un convento amplio y antiguo, hace frescor siempre :-)
EliminarUn abrazo
Sí era una imagen muy atrayente, quizás salió muy en forma de moraleja, pero vaya...
ResponderEliminarUn abrazo.
Creo que la vida es como en la lección de su buen cuento. Unos ya están cansados de vi vir, por eso bajan con dificultad, y otros suben el camino que el otro ya recorrió-
ResponderEliminarSin duda, los años producen cansancio, no de la vida, pero sí de los avatares que se han superado, imagino. Los que van subiendo, con sus planes a cuestas, van en sentido ascendente, pero llegarán arriba, si la parca no lo impide. Así que todos estamos en la escalera.
EliminarUn abrazo y feliz noche
Lo importante es llegar a ese último peldaño si cansancio, con la satisfacción de cada paso, o al menos sintiendo de que ha valido llegar allí.
ResponderEliminarUn beso dulce.
Con o sin cansancio, es llegar, es habar vivido, quedando con el aroma a buen sabor de boca. Y conscientes, claro.
EliminarUn abrazo, Dulce.
Esa escalera que es la vida. Las subidas y las bajadas. Ese encuentro, tal vez con uno mismo, sin perder al niño que fuimos o al adulto que quisimos ser. O esas dos etapas de la vida donde el otoño tiene en mismo cáliz que la primavera.
ResponderEliminarUna bella historia, Albada.
Un beso.
Fíjate que ese paso de primavera a otoño lo he contemplado, son caras de una misma moneda, el devenir del tiempo, implacable, por cierto.
EliminarUn abrazo, y me alegra que te gustara.
Hola Albada. La escalera es un buen ejemplo de la propia vida. Cuando somos jóvenes, la subimos con rapidez y frescura, son los primeros escalones de la vida. Pero a medida que vamos subiendo en escalones y en años, la escalera se hace más larga y pesada.
ResponderEliminarUn abrazo.
Pero ese subir nos permite ver lo que hay en el primer piso, con sus luces y sus sombras. Cada edad tiene su magia, su encanto, su luz.
EliminarUn abrazo y a por una noche amable.
La carrera de la vida... cuántas veces hemos soñado con ser mayor asociándolo a libertad... sin embargo, alcanzada esa libertad que siempre va unida a la palabra obligación, quisiéramos regresar a la casilla de salida o al primer peldaño.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho, Albada.
Mil besitos para ti y feliz tarde ♥
Qué verdad, toda la infancia deseando hacerse mayor. Luego, cuando eres mayor y la obligaciones te machacan, lo que daríamos por ser niños de nuevo :-)
EliminarUn abrazo y a disfrutar de aun bonita noche.
Un texto brillante, lleno de símbolos. Me encanta tu capacidad para sacar lo mejor de cada lector. Nos llegas al alma.
ResponderEliminarGRACIAS!
Un beso.
Muchas gracias, pero no deja de ser una reflexión en voz alta.
EliminarUn abrazo, y vamos a por un finde bonito
Que bien esa escalera, dos miradas interesante subiendo y bajando y el remate final tan cierto.
ResponderEliminarMe encantó.
un abrazo :)
Son dos miradas, la que va subiendo, y la que, visto lo que ya ha visto, va de bajada, y poco más.
EliminarMuchas gracias. Un abrazo y vamos a por un día que nos llene.
si pudiéramos encontrarnos con nuestro yo del pasado, nos diríamos muchas cosas.
ResponderEliminaryo también he ido cambiando de nombre durante la vida: jose maría, chema, cierto apodo amistoso que tuve en el colegio...
abrazos!
Nos diría muchas coas, si nos vemos con el que ya se fue, con sus nombres y apelativos, pero ojo, porque el que seremos nos explicaría muchas más.
EliminarUn abrazo, Chema
La escalera como metáfora de la vida, y sí que nos encontramos alguna vez que otra a aquella niña que fuimos.
ResponderEliminarYo me la encuentro muchas veces, por la escalera de la vida, y me identifico con ella, curiosamente.
EliminarUn abrazo, Tracy, un gran finde te deseo
Has escrito con maestría lo que a mi nunca se me hubiera ocurrido hacerlo. Me has dejado pensando. Con gusto y deleite, sería el expectador de ese momento mágico donde vas creando y escribiendo a la vez. Piensas, luego existes. Escribes y te siento a ratos delizándome por la baranda de una escalera que me lleva a tu profundidad...No sé si quedarme allí para siempre.
ResponderEliminarBesos
Es un imagen tentadora la del observador desde la barandilla. Ya lo creo, ver cómo gesta un lienzo alguien, o un texto.
EliminarMuchas gracias. Un abrazo grande
Y a mitad de ese camino te encuentras con ese niño que tanto quería correr y aprendió que en cada rincón se encuentra la madurez para seguir creciendo sin dejar de bajar.
ResponderEliminarAbrazos
Sí, a ese niño, de hecho, no lo perdemos, lo que pasa es lo disimulamos, sobre todo los hombres. Las mujeres solemos enterrar a esa niña que fuimos, y es una pena.
EliminarUn abrazo
La prisa del más joven para emanciparse, después la vida corre y toca bajar. Una bella metáfora de la vida, besos.
ResponderEliminarLas prisa, las ansias, los sueños relucientes...para allegar, y se llega, tal vez lejos de donde pensamos.
EliminarTodos llevamos un viejo dentro, decía Serrat, y es verdad. Un abrazo
es inevitable el pensarnos en un ideal entre la sapiencia del hoy y la juventud del ayer, que linda combinación sería! Pero no sería vida sino un sueño, saludos!
ResponderEliminarEs imposible, pero sería lo óptimo, mantener la fuerza cuando la sabiduría de la edad ya nos ha tocado.
EliminarUn abrazo, y por un fidne estupendo
Mientras otras apenas suben la escalera nosotras ya bajamos............ Lindo relato amiga Albada, saludos y abrazo.
ResponderEliminarPor edad las voy bajando, pero no te creas, mantengo viva esa niña que mira para arriba :-).
EliminarUn abrazo, y feliz finde
Que magia hay en tus
ResponderEliminarletras mi amiga,me agrado
muchísimo visitarte mi amiga.
Besitos dulces
Siby
Muchas gracias. Escribo, a vuelapluma, y luego miro si me convence, y poco más, no creas.
EliminarUn abrazo grande.
Una escalera ficticia para narrar toda una vida........muy interesante. Bien llevado y con ritmo. Me ha gustado mucho.
ResponderEliminarUn saludo
Nos parece muy larga, pero al final son etapas, de maduración, y luego de descenso, aunque no queramos reconocerlo, y así debe ser. No hay nada más triste que dejar de saber quién eres en cada momento.
EliminarMuchas gracias. Un abrazo y feliz tarde para ti
¿Que no daría el viejo por un poco de colageno para las rodillas?
ResponderEliminar¿Que no daría el joven por un poco de colageno para rellenar las neuronas?
¿Que no daría el viejo por que el joven lo cogiera a caballo y lo volviera a subir para arriba?
Hasta su colageno daria
El viejo daría dos años de vida por tener más colágeno en las rodillas, el joven daría parte del pelo para tener más neuronas expertas, y seguramente el anciano daría su colágeno actual, poquito, porque el joven lo cargara cuando ha de subir escaleras :-)
EliminarMuy imaginativo comentario, y más que lógico. Un abrazo
Cada edad tiene sus cosas positivas y negativas. Lo que más me gusta es que cada uno de ellos aprecie lo bueno que hay en la del otro.
ResponderEliminarMe he encantado el relato, apoyado en el símil de la escalera.
Un abrazo.
Cada etapa tiene su encanto, y sus pegas, pero es bueno recordar que un día fuimos niños, y que ya llevamos un viejo adentro, es verdad.
EliminarUn abrazo y feliz día
ALBADA DOS
ResponderEliminarPlacer en visitarte y acompañar el arte manifiesto, que tu pluma deja en cada trazo.
Mi afecto para ti, amiga, buen finde.
LÚCAS
Muchas gracias, Lúcas. Es que disfruto escribiendo, e imagino que es eso lo que sientes.
EliminarUn abrazo y a por un finde estupendo.
¡Hola, Albada!
ResponderEliminarQué alegría pasar de nuevo por tu cálida casita. Si fuera aquicito nomás, compartiría un rico café.
Me he dado un tiempito para visitarlos a todos los amigos blogueros, se hacen extrañar.
Me ha encantado tu post, tiene su toque de ternura. El paso a la adultez, cuesta mucho. Pero es importante para el desarrollo de nuestra personalidad. Mientras nos hacemos maduros, nos damos cuenta que es importante aprovechar cada minuto de nuestras vidas al máximo ya que el tirano tiempo no perdona. Y nunca dejar de amar a ese hermoso niño que todos llevamos dentro.
Cuídate mucho.
Un fuerte abrazo. 🌷😘
Me alegra que hayas paseado por los blogs. Cada uno tiene su encanto, su estilo, y nos aporta algo. La vida es eso, llegar a la adultez parece que cuesta mucho, pero cuando llegas, cómo echas de menos la ausencia de responsabilidad, la fantasía de la infancia, la agilidad de las piernas...en fin tantas cosas.
EliminarPor pasar etapas sin desesperación, con alegría. Un abrazo, y bienhallada.
Preciosa metáfora de la existencia humana que nos impulsa a traves de una escaera para llegar a la cumbre y luego nos deja caer hasta bajar a dónde ya no tenemos soli¡ucíon. Me ha encantado. Gracias por participar. Un beso
ResponderEliminarSuerte que el descenso es suave, de peldaño a peldaño, porque perder las capacidades plenas de golpe sería horrible.
EliminarMuchas gracias. A ti, por ser una buena anfitriona.. Un abrazo
Al principio todo el pensamiento pertenece al amor.
ResponderEliminarDespués todo el amor pertenece a los pensamientos.
Lo de las rodillas es una putada.
Un placer leerte de veras.
El colágeno, su pérdida, que hace que articulaciones y piel se vean desfavorecidas, es una putada. Realmente, pero claro, si con la edad siguieramos como unos pipiolos, aceptaríamos fatal partir :-)
EliminarMuchas gracias, Charly. Un abrazo
Y es que la escalera es como el viaje de la vida.
ResponderEliminarMuy buen relato.
Besos enormes.
Pues así lo veo yo. Y así ha de ser, pretender tener la agilidad de joven en la vejez, o la sabiduría en la juventud, sería absurdo.
EliminarUn abrazo grande, María
Une bellísima historia, que pinta perfectamente nuestras estaciones...
ResponderEliminarPaz
Isaac
Me alegro que te haya gustado, Isaac. Por la paz, siempre.
EliminarUn abrazo
Asi es la vida, unos quieren subir y otros quieren bajar. yo quería crecer muy rápido y después ya quería regresarme, saludos
ResponderEliminarExacto, deseamos ser adultos, pero cuando cumplimos los cincuenta, o peor, los sesenta, se nos hace cuesta arriba lo de empezar el descenso e ir de bajada :-)
EliminarUn abrazo y feliz día
Una buena manera de reencuentro del pasado con el presente
ResponderEliminarUn abrazo
Hay un punto, sobre los cincuenta años, que es inevitablemente ver que estás ahí como en mitad de la escalera, y haces balance.
EliminarUn abrazo y a por un domingo amable
El que desea subir o bajar inventa las escaleras. En el peor de los casos, las inventa donde nunca han habido.
ResponderEliminarSalud-os
Ese concepto me gusta. Ver, o imaginar escaleras que no son tales. Porque la vida al final es en horizontal, tal vez con escalones.
EliminarUn abrazo grande
Muy bueno! Nos pasamos la vida deseando quemar etapas en lugar de disfrutar cada una de ellas. La vida es así como la cuentas y tu relato es maravilloso... Esas escaleras, ese encuentro que interpreto como una lección de vida, en la que el mismo personaje se encuentra consigo mismo... Su yo... sin tiempo ya. Y su otro yo... quizá pudiendo aprender a vivir más intensamente su presente.
ResponderEliminarBravísima! 👏🏼👏🏼👏🏼👏🏼👏🏼👏🏼
Muchas gracias. Quemamos etapas que no tenían prisa. Es como quemar neumáticos en una salida de semáforo que no implicaba cambio en el destino del coche.
EliminarUn abrazo y feliz tarde