Imagen de Sally Man, tomada de Bic naranja
Silvia se derretía por el
muchacho rubio que pasaba en el tren de cada viernes, desde la capital al pueblo.
Con su hermana Lola, ataviadas de mujeres fatal, aunque madres en miniatura, se
plantaban, posando, en busca de una foto que inmortalizara el instante en las
retinas del chico. Se iban a la explanada donde el convoy desaceleraba antes de
entrar a una curva. No faltaban ni un viernes, aunque costó unos cuantos que el
chico las mirara y siguiera con la vista, para coger la costumbre de levantarse
y aplaudir luego, y acabar diciendo adiós con la mano.
Al llegar el invierno siguiente
Lola se cansó. De su muñeco de trapo estúpido, de caminar para esperar un tren
cuyo viajero a ella no le importaba en absoluto, y de los aires de marquesa que
su hermana mayor iba adoptando de mes en mes. Pasaron los años. La muñeca en
su sillita de paseo desapareció, y cuando cumplió los quince, Silvia posaba con
vestidos cada vez más escotados, y con atrezzos más sofisticados, que seguía robando a su madre. No faltó ni un viernes a su cita con el destino, que había
planificado hasta la extenuación.
Cuando consiguió encontrar al
chico, Raúl, hecho casi un hombre ya, Silvia intentó engatusarlo. Era el número
uno de su promoción de ingeniería en telecomunicaciones, pero no consiguió
tentarle, si bien sonreían juntos al recordad a las niñas de la explanada, haciendo de
mujeres estatuas. Cambió de planes, y se casó con un empresario de la comarca,
rico y mucho mayor. Viuda joven, miraba a su hermana con envidia. Lola había
iniciado una relación con Raúl, y se habían prometido. Silvia dudó mucho entre
el director de una revista de moda y su amor platónico de infancia, pero acabó
haciendo lo que desde niña era capaz de hacer.
El accidente de Lola, un tanto
incomprensible, dejó roto a Raúl, quien por segunda vez hizo caso omiso a los encantos
de Silvia. Ahora, con cuarenta años y dos esposos enterrados; con una hija
de cada esposo, la fortuna heredada en bienes raíces y títulos del IBEX, se la
puede ver en la terraza de su ático en el barrio de Salamanca. Siempre sola, mira
el cielo de Madrid cada tarde. Mientras piensa, recuerda, o deja ir su imaginación, acaricia la cara de esa hermana lejana
que muestra la instantánea añeja.
Algunos miembros de la servidumbre dicen haberla
visto llorar. Por supuesto, yo, que acabé siendo la tercera hija, no me lo
creo. Me dejaba en la sillita, tras un árbol, durante el tiempo en el que
“posaba” para Raúl. Y nunca le importó si yo me moría de frío, o de hambre, o
de rabia, hasta que mi madre sospechó de la marca de su mano en mi carrillo, y
le prohibió sacarme de paseo.
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Una historia extremadamente bien tejida, con un final triste. La vida no se puede imponer, las poses no son un juego. Abrazos
ResponderEliminarEse final parecía más que ganado a pulso por Silvia. Creo que hay obsesiones, con posados o no, que crecen en algunas mentes, y destrozan el corazón, dejándolo como carcomido.
EliminarUn abrazo, Ester
Ese final triste pone y baja al lector del mundo de los sueños a una cruel realidad.
ResponderEliminarUn abrazo.
La realidad es que el dinero no da la felicidad, si bien ayuda mucho :-)
EliminarUn abrazo, y por una bonita tarde para ti.
Muy en línea tu revoltoso relato con las imágenes de Sally Mann. Sally Mann fotografía a niñas casi adolescentes con poses, miradas y gestos inquietantes, turbadores. Inquietantes y turbadores para el espectador, por supuesto. No es fácil en estos tiempos de correcciones contemplar la obra de la fotógrafa. En ese sentido tu texto ha sido más precavido.
ResponderEliminarMe parece lo mejor. Es el lector, el que ve, las actitudes que reprocha en las niñas fotografiadas. No hay nada como la mirada para otorgar realidades que sólo existen en la mente.
EliminarMi final es muy precavido, es verdad. Un abrazo
Como viene siendo habitual en ti, Albada. Es una historia inquietante bajo las cuerdas de una guitarra muy bien afinadas. El compás del tempo de la misma habla claro y contundente, sonando con su estribillo y sus estrofas pero es como si quisiera trasladar los quejidos de la madera que de forma estremecedora el público contempla un final que no esperaba. Pero que es una gran realidad.
ResponderEliminarGracias amiga, por tenernos siempre en vilo de como son tus geniales relatos.
Abrazos con cariño en este primer lunes de agosto...
Joaquin, leo tu comentario y casi enrojezco. El símil es encantador y ojalá cercano a lo que quise exponer. Una caja de consonancia de un posible pasado extraño que explique, si no justifique, un presente roto. Un maravilloso halago, que mi pluma, no lo dudes, no merece.
EliminarUn abrazo y muchas gracias. De verdad, esa guitarra capta las vibraciones del aire sobre las cuerdas, del latir de la lectura.
Una historia inquietante muy bien escrita.
ResponderEliminarFelicitaciones
Pues muchas gracias, Ana. Un abrazo, y feliz tarde te deseo.
EliminarVaya carrera, la de Silvia. Asfixiante y enfermizo ambiente el que has descrito desde el principio.
ResponderEliminarRedondo como siempre
Gracias besos y abrazos
Las obsesiones son muy malas consejeras, y nunca sabremos qué movió a ese alma torturad de Salvia a ser quien llegó a ser.
EliminarMuchas gracias, amigo. Un abrazo y feliz tarde
Una triste historia.
ResponderEliminarBesos.
De dolor, no te quepa duda, porque esa mujer fatal, feliz no llegó a ser nunca.
EliminarUn abrazo, Amapola
Hola, estoy impresionada con el encanto de tu pluma, haz logrado tejer una maravillosa historia a partir de una fotografía, todo el tiempo espere que se quedará con Raúl pero tal parece que no lo merecía. Saludos
ResponderEliminarPero la realidad es que hay amores imposibles, son de una sola dirección y hacen sufrir. Por mucha coraza de frialdad o maldad que tuviera Silvia, no fue feliz.
EliminarMuchas gracias. Un abrazo
un placer leerte y sonreír con la imagen que has puesto
ResponderEliminarA mí me produjo o inspiró el texto que escribí, porque es una foto inquietante, para quien mira, claro.
EliminarUn abrazo
no sabía de esta artista y sus fotos, que interesante aunque hoy no demasiado correcto... y el relato acompaña mas que bien... saludos
ResponderEliminarHoy es políticamente incorrecto muchas coas. Si embargo estoy en contra de hacer sexualización de las vestimentas de las niñas. Ya tendrán tiempo de vestirse de mujeres, les sobrará :-)
EliminarUn abrazo
Jugaban a ser mujeres fatales. Y una de ellas se convirtió en lo que jugó a ser, siendo peligrosa, pero fallando en lo que deseaba.
ResponderEliminarInspirado relato.
Besos.
Jugar es una cosa, creer o crear una obsesión es patológico. Muchas gracias por tu comentario.
EliminarUn abrazo, y feliz tarde
Hay juegos que enganchan y jugar a ser mujer antes de tiempo suele ser peligroso. Tu relato acaba como era de esperar.
ResponderEliminarMujer fatal... siempre con problemas...🎵🎵🎶🎶🎶
Pues acaba como acaban la obsesiones no resueltas, los celos de la mente, el amor compulsivo y que devora la razón.
EliminarMuchas gracias por tu lectura. Un abrazo, y feliz tarde estival
Que relato mas chuli nos has dejado, sin duda los juegos traen consecuencias y esa pequeña quiso ser mujer fatal y lo consigo a un alto precio la soledad.
ResponderEliminarUn abrazo amiga,te salio genial.
Besos de lunes.
Lo consigue a un precio enorme, que no compensa con las herencias, ni la podredumbre del corazón, pero hay mujeres fatales que aspiran a tener, tal vez no a ser, o gozar con ser. Saben que tienen un tesoro entre las piernas, y lo estabilizan.
EliminarUn abrazo, y muchas gracias, Campirela.
La cruda realidad es que el dinero no nos hace felices, y ella jugó con muchos riesgos.
ResponderEliminarMe encantó Alba.
Abrazos y feliz semana.
Es que no da la felicidad, aunque es verdad que ayuda mucho. Hay vidas tormentosas, en parte por los riesgos que se han corrido.
EliminarUn abrazo y feliz día
Algo retorcidillo sí es. Las obsesiones no conducen a nada bueno.
ResponderEliminarUn beso.
Bueno, puestos a imaginar una mujer fatal, a por todo :-)
EliminarUn beso
Dicen que Dios castiga, pero no a palos. Ese dicho podría aplicarse a Silvia, pareciera que la vida le cobró con creces. Muy buen relato que en lo breve plasma casi toda una vida.
ResponderEliminarUn beso dulce y dulce primera semana de agosto.
La imaginé tan fría, que la dejé sola, con añoranzas y heridas amoosas, paar compensar :-)
EliminarUn abraso, y por un feliz día para ti
Te superas cada vez, Albada, me gusta la inquietud que vas creando en el ambiente y la invitación a la sugestión. Te felicito una vez más.
ResponderEliminarMIl besitos con cariño ♥
Al imaginar el futuro de esa nena, me pareció que sería como que truculenta, es verdad.
EliminarUn abrazo y muchas gracias.
Una historia en blanco y negro. Me ha dado mucha tristeza...
ResponderEliminarBuenas noches amiga
Sí, en los extremos de un arco de colores que solemos transitar. Hay obsesiones que matan lentamente.
EliminarUn abrazo, y feliz martes, amigo.
Eres una escritora de relatos cortos estupenda.
ResponderEliminarAtrapas inexorablemente a los lectores que nos quedamos pegados a las tramas que desgranas para nuestro deleite.
Un gustazo leerte!
Un beso admirado!
Son tramas a veces muy complejas y alargada en el tiempo. Me alegra que te guste pasar por este lugar, y disfrutes con ello.
EliminarMuchas gracias, Luna. Un abrazo
Una historia que se va haciendo a cada línea más intrigante, llegando hasta ese final, que no por merecido, que produce mucha tristeza.
ResponderEliminarEn pocas líneas, has creado una vida completa. Y muy buena.
Un beso
Si, me di cuenta luego, de que la foto me inspiró un futuro rocambolesco. A veces me voy muy lejos :-).
EliminarUn abrazo grande, Carmela.
Me encantó la historia, inclusive el final. Enhorabuena
ResponderEliminarBesos al alma y feliz martes.
La imaginación es tan libre, que puede volar donde quiera, por supuesto.
EliminarMuchas gracias, Paula. Un abrazo.
Realmente Silvia es fatal. No la quisiera como hermana, ni cerca. Debe de pasarle a muchos y por eso está sola. Un claro ejemplo, parece, de que el dinero no da la felicidad.
ResponderEliminarConfírmame: Silvia tiene mucho que ver con el accidente de Lola, ¿verdad?
Buen relato. Como siempre
Un abrazo grande
Imaginé que sí, que la impotencia por conseguir a Raúl la hace enloquecer del todo, y provoca el accidente de la hermana mediana. La pequeña tendrá mucho que contar, estoy segura.
EliminarUn abrazo grande, y por un martes sensacional para ti.
Mujer fatal desde la infancia obsesionada en tener lo que deseaba pero termino mal.. Saludos y abrazo amiga.
ResponderEliminarTermina regular. En su locura podría haberse cargado a Raúl, visto lo visto. La imaginé mala, en parte por rabia.
EliminarUn abrazo, y feliz día
Bom dia escrito excepcional parabéns.
ResponderEliminarGracias Luiz. Un abrazo.
EliminarMe has recordado a un par de mujeres de esas que no se resignan a que "su hombre" no se enamore de ellas.
ResponderEliminarMiedo me dan.
Esta no se resignó, y en su obsesión, sufre y hace sufrir.
EliminarUn beso, Toro
Haces lo complejo, sencillo, y del enroque logras hacer algo que atrapa y fluye, Albada.
ResponderEliminarUna historia de obsesiones, de celos, de vacíos en realidad.
Un beso enorme.
Es de obsesiones y frustraciones, de la desesperación de una mujer enloquecida, es verdad. Muchas gracias.
EliminarUn abrazo y feliz día para ti
Qué buen relato. Engancha desde el inicio. Parece que la tal Silvia queriendo tenerlo todo, al final, se quedó sin nada. Amargada, sola y con la conciencia comiéndome por dentro. La maldad termina por cobrarse lo suyo.
ResponderEliminarMuyyy bueno, Alba! Felicidades 👏🏼
Sola, acaba sola, porque la maldad al final aleja a quienes pudieran ser amistades que abriguen el corazón.
EliminarEsta maldad, de hecho, la imaginé por no poder aceptar que su amor no sería correspondido. Un abrazo, Galilea, y gracias
Tus historias siempre tan buenas y con enseñanza
ResponderEliminarPaz
Isaac
Muchas gracias. El amor, como dices tú, siempre triunfa, pero a veces es una losa que carcome el corazón.
EliminarUn abrazo, y paz, Isaac
Los finales felices, que tanto nos gustan, suelen contener espejismos , no creas :-)
ResponderEliminarUn abrazo.
Vuelvo sobre este logrado relato que me encantó en su día.
ResponderEliminarLa imagen era muy tentadora. Gracias, Ana.
EliminarUn abrazo