domingo, 25 de febrero de 2018

Deconstrucción



Al fin quedamos. La realidad virtual quedaba atrás. Dos meses en la red de contactos habían cristalizado en una cita. Para seducirme, imagino,  me invitó a un restaurante de moda y de alta cocina. Para impresionarme, pidió los entrantes, para ambos. Esas ostras deconstruidas en espuma de nácar, esas transparencias de láminas de cigalas al nitrógeno enriquecido y esas algas con su fosforescente guarnición estaban muy buenas, aunque en raciones homeopáticas.


Mientras comíamos, yo le explicaba sobre una comida típica catalana. Tan sencilla y mundana como cebolletas a la parrilla con una salsa para mojarlas. El camarero, que sí conocía el ritual de los calçots sonreía, tal vez añorando lo simple, y en su gremio, tan poco habitual hoy en día.

Mi acompañante, como quedó visto después, no supo interpretar que a mí, lo me gusta, es la naturalidad. 



10 comentarios:

  1. Donde esté la comida casera de toda la vida, que se quiten los restaurantes pijos de pagar mucho y pasar hambre.

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  2. Yo soy de comida rápida en casa y si puedo, casera de verdad. Los experimentos culinarios me parecen bien. Lo que pasa es que creo que se está llevando a unos niveles a los que ignoro si es preciso llegar para disfrutar del paladar.

    Un abrazo

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  3. Los calçots me encantan y no soy catalán. Pero has ido a nombrar la cocina catalana que es de las más prestigiosas y dónde, por cierto, más restauradores tenéis de pijadas como esas de las deconstrucciones, dónde más os gusta la "moda culinaria" y dónde los snob abundan.
    Un amigo mío, de abuela catalana, dice que lo que más le gusta es la típica comida catalana: primer plato, segundo plato y postre.
    Esta entrada tuya me ha servido para recordar estas modas culinarias de las que hablas, espero escribir algo sobre ello, gracias a ti.
    Besos.

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    1. Esas calçotadas no son tan livianas como puede pensarse. Curiosamente yo no como calçots, pero me encanta la salsa. Está hecha con Una ñora o pimiento choricero, tomates maduros,1 cabeza de ajo y un vaso de aceite de oliva. Curiosamente tampoco como costillas de cordero, pero si me dicen, voy. Por las brasas, por las tejas, por la salsa, por el postre y sobre todo por el ambiente de merendero, digamos.

      Sí, aquí entre los Ferran y otros enormes chefs está muy valorada la cocina de experimentación. He tenido la oportunidad de comer tres veces con esos platos de sofisticada preparación. Como experiencia está muy bien, pero prefiero el cocido de aquí, escudella i carn d´olla. Ya ves, soy de un simple que hasta un huevo frito me resulta un manjar estupendo :-)

      Un abrazo

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  4. Cocina para fantasmas... que la disfruten.

    Besos.

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    1. Conozco quien había pagado una pequeña fortuna por estar en el Bullí, su opinión fue sobre el lugar. La comida no le disgustó claro. Merendó unas sardinas a la brasa que describió como exquisitas.

      Un beso

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  5. Estoy de acuerdo con Macondo, a mí también me gusta la comida casera, no me gustan nada de nada los lugares refinados, solo las cosas, los lugares y personas sencillas.

    Besos.

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    1. Me pasa como a vosotros. Me son más gratos las personas y los guisos caseros. En arquitectura me pasa lo mismo, de hecho. El barroco puede cansarme, por exceso.

      Un beso grande, dulce María

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  6. Todo, para bien de todos, tiene cabida en eso del yantar.
    Un beso.

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    1. La hora de la pitanza permite todos los gustos, sin duda. Que nunca falte un plato en la mesa de cada persona sería un sueño hecho realidad, entretanto unos apenas tienen nada que poner en sus platos y otros jugamos con conceptos sofisticados de preparar una comida. Pero me gusta que use la imaginación en los fogones, no creas.

      Un beso

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Ponen un gramo de humanidad. Gracias por leer.