Luis puso en adobo las promesas que se hizo a los quince, con una pizca de guiños a Mafalda y un buen pellizco de Cortázar. Tenía que dejarlo reposar por siete horas, así que fue al bar de los suspiros, no por suspirar, que ya no era tiempo, sino porque el reloj de los tiempos le dejase recuperar el aliento, tras el adiós de Laura, con su cintura de amanecer y su túnel de caricias en el delta de sus pesadillas.
Conoció a una mujer, poquita cosa, que enamoraba al aire de las noches perdidas. Salieron juntos del local. Luego, una alcantarilla se tragó las llaves de ella. Luis no tenía intención alguna, pero la hora era intempestiva y acabó por ofrecerle, mojitos aparate, dormir en su casa. Le preparó el sofá y ella se quedó dormida al poco rato, mientras un perro del vecindario quiso poner voz a la luna, irreverente, que iluminaba el rostro de la desconocida, tapada con una mantita a cuadros.
Por la mañana temprano, hizo un sofrito con ajo y hierbabuena. Cuando el aroma le indicó el momento de añadir las verduras, las depositó con cuidado, removiéndolo todo con una espátula de madera de chopo, bañada en luz de luna. Dispuso entonces, en la sartén, los pedazos de promesas. Estaban radiantes, rojas y salvajemente húmedas por el adobo nocturno. Con el guiso tapado y el aroma a primavera en la nariz, se quedó sentado en la silla plegable de la cocina, con los oídos abiertos a esa música de chup-chup imbricado a los recuerdos de las comidas de su infancia. Apagó el fuego y se dirigió a la sala. La vio dormir profundamente, con el hombro derecho al aire, la comisura de los labios entreabierta y un respirar profundo y un tanto sonoro. Será la resaca, se dijo.
Quería despertarla raudo, para que ambos pudieran almorzar un desayuno de ensueño, bajo la sombra del almendro huérfano del patio, pero al verla tan tranquila, y tan plácidamente dormida, se quedó mirando sin más su pelo, y sus labios. Sin poder saber qué aromas y suspiros nocturnos le decoraban los sueños, se acercó, y puso su cara sobre la de ella. Volvió a calzarse su mochila de anhelos y deseos escondidos y escurridizos bajo el pupitre, como antaño. Reincidente, inmune a la frustración, volvía a soñar, sin saber por qué.
Ella se despertó. Se miraron a los ojos, hasta verse reflejados en la pupila del otro, sin dejar de sonreír, y sin pronunciar palabra alguna. Él le ayudó a acomodarse en el sofá. Ella sabía que la noche anterior había perdido las llaves de su casa, pero nada parecía importante en la mañana de ese domingo de invierno. Se recorrieron, con las yemas de los dedos, el pecho y el abdomen, mientras iniciaban lentos movimientos de cintura en una terca búsqueda de comodidad. Ambos, simplemente, se dejaron llevar por el aroma del guiso, y por el regusto de la madrugada. Se retuvieron las piernas, y como en un baile de disfraces, pero sin máscaras, pudieron galopar al ritmo de sus latidos, precipitándose en un mar de agua salada, donde, tal vez, volver a naufragar.
Entre rítmicas muertes, el perro del vecindario tuvo a bien sacarles de ese océano de pasión sin tinta china, dejando que la calle, con su ruidos dominicales penetraran en la sala, mientras la placa de inducción dejaba sedimentados los azares de la vida, a cocción lenta, una vez más.
Nos has dejado una bonita historia de amor al dente ..solo hace falta esperar .
ResponderEliminarABrazos de martes muakk
Seguro que hay que esperar. No hay buen guiso sin el tiempo mínimo de reparación de corazones.
EliminarUn abrazo grande, Campirela
Bellisimo, en el grado más superlativo. Has cocinado un guiso exquisito al que dos comensales nunca ahítos repetirán plato. Un abrazo artista
ResponderEliminarCreo que repetirán, en otros escenarios, porque un sofá parece un pelín incómodo, pero si los aromas de la cocina son sinceros, y lo parecen, seguro que habrá nuevas madrugadas cargadas de abrazos.
EliminarGracias, Ester. Un abrazo y feliz martes, con aromas a guiso casero
Con ese adobo de poesía con el salpimentado regusto de la belleza, has ideado una entrada perfecta, sensual, exquisita.
ResponderEliminarEres un señuelo para los que pretendemos saber escribir.
Besos.
La mirada se ha ido gestando ella solita, porque empezó con la idea de dos seres en busca de vendajes y acabó como un guiso de aromas a hogar.
EliminarMuchas gracias. Me encantaría escribir bien, pero de momento, simplemente escribo, con mayor o menor acierto. Un abrazo grande, Juan L.
Un bonito relato con los "almendros en flor"...
ResponderEliminarUn abrazo y felicidades.
Es que están de regalarse los sentidos. La luna, ayer llena, la foto es de antesdeayer, junto a un almendro, me dio la coartada perfecta.
EliminarGracias. Un abrazo y por un martes plenilunado, y azul como ninguno
Has puesto en el fogón un hermoso guiso y como guinda esos almendros en flor.
ResponderEliminarExcelente y sensual relato.
Feliz día Albada.
Un beso
Me alegra te haya gustado. la foto sirvió para ubicar un hipotético desayuno bajo su sombra. Esos patios de unifamiliares, con árboles solitarios, me sirvieron de maravilla.
EliminarUn beso, carmen, y feliz día
No hay nada como una buena cocción lenta, muy lenta. Contemplando almendros en flor, incluso cogiendo una flor para aderezos personales.
ResponderEliminarUn beso.
Sin duda las buenas cosas requieren tiempo y mirada primaveral, como así he usado la foto. Esas florecillas, blancas e impolutas, podría ser aliño de versos y besos, claro que sí, hasta de alguna ensalada :-)
EliminarUn beso y feliz martes, con luna que nos derrita el corazón
muy bonito relato, con metáforas culinarias para el amor. igual que en la cocina, en el amor la prisa no es buena consejera. las cosas buenas llegan a fuego lento.
ResponderEliminarlos almendros en flor me recuerdan al parque 'quinta de los molinos' de madrid, que lo visité el año pasado y me gustó mucho.
besos!
Esa parque en concreto no lo conozco, pero es bello a morir el paisaje cercano a Borges del Camp, de donde sale mucho fruto seco para la casa Borges. Gracias por tu mirada culinaria y lectora.
EliminarUn beso y por una tarde de luna y almendros en flor.
Qué pena por el guiso :) :)
ResponderEliminarNo sé si se echaría a perder. :-)
EliminarUn abrazo
Maravilloso. Una delicia de relato que abraza los sentidos. Una “delicatessen” de sensibilidad, sensualidad y metáforas magníficamente condimentadas…
ResponderEliminarUn placer, querida amiga. Me ha encantado.
Abrazo grande, y feliz tarde 😘
Me alegra que te haya gustado, Ginebra. La cocina y la vida tienen mucho en común
EliminarUn abrazo y por una noche con luna y versos que llevarse a la boca
Qué bonito lo has contado. ¡Precioso!
ResponderEliminarUn abrazo.
Muchas gracias, Macondo.
EliminarMe alegro te gustase. Un abrazo y feliz noche
Nunca un guiso me pareció tan romántico y poético como este que has preparado. Muy bueno.
ResponderEliminarUn beso dulce y dulce semana.
Me alegro te gustase. Le pongo alas a las palabras, creando, o eso pretendo, atmósferas de amables guisos.
EliminarUn abrazo grande y por una noche con aromas a buenos condimentos, Dulce
El romanticismo lo llevas puesto en vena eh...
ResponderEliminarOtro relato buenísimo.
Te felicito.
Bon Apetit!!!
Me lo inoculo por la mañas, y hale, a reverberar romanticismo :-)
EliminarUn beso, Toro. Hoy la luna está que se sale
Que lindo relato, maravilloso amor y cocina es una delicia para los sentidos. Abrazos feliz semana querida amiga.
ResponderEliminarMe alegra te haya gustado, Gladys. Los encuentros son barajas sin abrir, y, en ocasiones, el azar otorga atmósferas tan favorables que llegan a cuajar.
EliminarUn abrazo y feliz día
Esta receta es increíble. Me ha encantado tu relato, un delicado menú para una mañana de domingo.
ResponderEliminarTe felicito.
Besos
El menú es muy barato, lo que lo hace asequible, porque la promesas, o los anhelos, todos seguimos teniéndolos cerca.
EliminarMe alegra te haya gustado la comida intangible. Un abrazo
Me atrevo a decir que en este bello ejemplo de prosa poética están implícitos un hablante lírico, una actitud lírica, algunos objetos arco iris y un delicado tema de esos que, si bien no tarda en conocerse, es porque el ingrediente más importante sabe ser al principio renuente en el galanteo, se entrega al rojo vivo del amor.
ResponderEliminarVaya un abrazo y te encuentre donde más se te afloran los sentidos.
El ingrediente principal es intangible, pero se llega a poner en adobo, así que, tal vez, el lirismo lo produce la atmósfera que se acopla al deseo previo de un hombre que intenta olvidar a una mujer.
EliminarVuelve el abrazo, desde este lado del mar, azul y de plenilunio hoy
Precioso ese guiso de amor cocinado a fuego lento. Con esos ingredientes tan poéticos y sublimes no es de extrañar que su degustación resultara tan placentera.
ResponderEliminarUna pequeña joya para leer y releer.
Un abrazo de miércoles.
Muchas gracias por tu lectura. Los ingredientes principales, las promesas en este caso, son esos que no por intangibles son menos decisivos para un buen plato.
EliminarUn abrazo y por un miércoles con guisos y guiños de amor.
A veces me sucede que una buena comida tiene el sabor de un beso...será que como demasiado.
ResponderEliminarMe gusta mucho como escribes
A veces hay platos golosos, a mí me pasa con el arroz con leche, será por el aroma a canela en rama, por la consistencia entre gelatina y líquido, o por los recuerdos de la placidez que entraña el sabor intensamente dulce, que es casi un relax post-orgasmo.
EliminarMuchas gracias, Buscador. Un abrazo grande y por un viernes de comidas saciantes, y versos, con besos en los paréntesis.
Erotismo a flor de piel y sensualidad...
ResponderEliminarInteresante lo de las llaves. Muy buena metáfora.
Me ha encantado
Enhorabuena
Un besito
Ana