La estación azul había
llegado. El verano había hecho su aparición con poco brío, de hurtadillas, como
desganado. Tomás estaba tan deseoso de ponerse moreno que, sin esperar a que se
instalara del todo esta estación, se calzó el bañador, se echó la toalla al
hombro, y sin contar con que la temperatura era más primaveral que veraniega,
se montó en la bici con las chanclas y el torso desnudo.
La tormenta le pilló a contrapié.
Sin previo aviso, las nubes blancas sobre el cielo azul se transformaron en
grises, densas y amenazantes. En el chiringuito de la playa llevaba toda la
tarde el pequeños Sebastián, vigilado por su padre, quien iba colocando
provisiones y latas de refresco en las estanterías. El chaval llevaba dos horas
pintando el cartón de una caja de zapatos. Se esmeraba en intentar que unos
cuadrados insípidos parecieran ventanas. La puerta la pintó carmesí, porque se
le acabó la pintura azul, según dijo, y de hecho su padre le confirmó que era
buena idea. Algunas casas de diversión estaban así pintadas, y con farolillos
rojos además, así que Sebastián casi acababa su tarea, añadiendo faroles de ese
color cuando oyó el primer trueno.
El padre, viendo que los rayos se
veían sobre el mar, cada vez más cercanos, le hizo recoger sus bártulos a toda
prisa, dejando en la playa la obra maestra del chico. Cuando un Tomás empapado
aparcó su bici en el paseo marítimo, no dudó en agenciarse, como paraguas, una
casa roja. Las témperas producían churretones coralinos por el cuello y el torso
del amante del sol. Las chancas le hacían resbalar por las maderas de una
pasarela empapada. Buscando cobijo, se apoyó bajo una palmera de un oasis
artificial de la playa, esperando a que esa tormenta de verano durase lo
propio, es decir, pocos minutos, como así fue. Renunciando a broncearse, por
ese día, regresó a por la bici, dejando en la papelera la caja roja.
Sebastián estaba asomado en una
ventana cuando vio a un hombre chorreando lo que pareciera una hemorragia desde
la cabeza, y que se subía a una bicicleta negra y grande. Aterrorizado avisó a
su padre de que alguien que debería estar muerto, por tanta pérdida de sangre,
iba montado en una bici enorme. El padre no le creyó, como era lógico, pero el
niño soñó con Tomás esa noche, y por muchas semanas, con un tipo carmesí desde
la cabeza hasta el pecho. Aparecía pedaleando en sus sueños, y él huía y huía
corriendo ante él, por el paseo marítimo
de Comarruga.
La imaginación de los niños es inconmensurable. Y la tuya también, je,je.
ResponderEliminarMe ha encantado esta bonita historia.
Un abrazo.
Esa parte de la infancia la pude conservar, Josep Mª :-)
EliminarUn abrazo
Lo que tiene utilizar la tempera de color rojo, vaya historia. Te aseguro que si lo veo, también tendría pesadillas, je je je.
ResponderEliminarFeliz día. Abrazos
jajaja, es que era para tener miedo, tal y como lo imaginé, porque témperas y pinturaa al óleo o acrílicas, que secan más deprisa, hacen fácil mancharse.
EliminarUn abrazo
Hay que ver lo que es la mente y mucho más de un niño, el color rojo que desprendió la pintura que él mismo pinto lo confundió con sangre y de ahí a formarse su propia pesadilla no hubo distancia ...
ResponderEliminarMuy bueno este micro con suspense.
Abrazos y feliz martes.
Esta asociación no es nada extraña para un niño, el pobre tendrá que entender qué pasó para quitarse la pesadilla de la mente, creo
EliminarUn abrazo, y a por este día, con ganas
Bonita historia. ¿Quién no sentiría lo mismo o parecido a lo que sintió el niño si ves un persona en semejante situación?
ResponderEliminarUn gran abrazo Albada.
Si es que lo normal era lo que pensó el niño, pero claro, los adultos nos reímos de sus ocurrencias :-)
EliminarUn abrazo, y feliz miércoles
Entre que la imaginación de los niños es altamente notoria y la tuya la llevas a donde quieras nos dejas una historia real como la vida misma donde al jugar con determinados colores suceden estas cosas, Albada. Sello característico tuyo. Me ha encantado.
ResponderEliminarUn abrazo y feliz día, amiga.
Pues con verde no te digo, extraterrestres y todo pudo imaginar el chaval :-)
EliminarMuychas gracias. Un abrazo, Joaquín
Que pena que los adultos no escuchemos, nos perdemos la mejor parte de las historias. Tu las creas y las pones en situación, haces fácil lo dificil. Un abrazo
ResponderEliminarEs muy posible imaginar lo que pensé el niño, y no descarto que las pesadillas le duraran semanas, pero nosotros, los adultos, no les escuchamos con las orejas de la imaginación.
EliminarUn abrazo, ESter, y gracias
Los pensamientos, y más en la infancia, no tienen fronteras.
ResponderEliminarUn abrazo.
No las tienen. Piensa en Reyes Magos y ratón Perez, por ejemplo, y lo que es una pena, es que enterremos al niño que fuimos.
EliminarUn abrazo, Rafael
Espero que esta no se acumule a mis pesadillas.
ResponderEliminarEl subconsciente no tiene límites.
Besos.
El insonsciente hace la magia de unir lo vivido con lo que tememos, muy fácilmente, además.
EliminarUn beso
Y es que la naturaleza no reconoce las artes plásticas ni los sueños de los niños ni la poca pericia de algunos en agenciarse un paraguas sobre la marcha.
ResponderEliminarjajaja, hay que ser torpe para pillar una caja pintada y usarla de paraguas. Eso seguro :-)
EliminarUn abrazo
¡Bravo!
ResponderEliminarGracias, Tracy. Un abrazo
EliminarEse tomas disfrazado para halloween va a tener alguien que lo recuerde sin hacer micho mérito, y nadie recuerda la casa roja, ni siquiera Sebastian. Se la ñlevo el temporal
ResponderEliminarCachis, ni Sebastiçan, y elegirá un disfraz de Fredy Kruger :-)
EliminarUn abrazo, amigo
Dos ensalmos de imaginación: el tuyo y el del niño. Por eso cada vez acudo al niño que fui. Un abrazo. Carlos
ResponderEliminarNo dejé que la niña que habita en mí se ajara demasaio, por eso la recupero muy a menudo. Es el mejor ejercicio para la salud mental, seguro.
EliminarUn abrazo
La que has liado en unas lineas. ;)
ResponderEliminarUna escena en la que todo encaja.
Un beso.
Es la gracias, como sabes. Dos vidas que se cruzan, y hale, sale un post :-)
EliminarUn beso
¡Comarruga! Me encantó este relato en el que se mezclan realidad/sueños ;)
ResponderEliminarAhora tengo ganas de ir a la playa (pero no de ver ciclistas ensangrentados).
Un besazo, Albada
Pues es una playa con oasís artificiales, como se ve en la foto. Que por cierto vi plantar. Un aplaya estupenda, donde no cubre y los niños pueden jugar tranquilos.
EliminarPor el verano y las playas. Un abrazo
Sobre todo en los niños la realidad suele mezclarse con las fantasías y las experiencias que impactan se quedan más de un momento.
ResponderEliminarUn beso dulce y dulce semana.
Los niños tiene la mente abierta, y la imaginación disparada, por eso de mayores nos cuesta tanto acercarnos a sus pensamientos, y es un error.
EliminarUn abrazo, y feliz día
Si hay libertad, es en el pensamiento.
ResponderEliminarGenial Albada.
Un abrazo
La hay sin líomites, pero no sólo en los niños, si bien ellos son los abanderados.
EliminarUn abrazo, y gracias
Cómo ha cambiado todo el texto. Has empezado de una manera y la que se ha liado con la caja. De una casa con ventanas, pasando por una casa "roja" con farolillos hasta ser la pesadilla del mismo niño que la pintó.
ResponderEliminarMe ha encantado esta historia, Albada, de veras. La he disfrutado y me queda buen sabor de boca como un vino bueno.
Un beso enorme.
Pues muchas gracias. Me parecía que cabía esa acotación del padre respecto a las casitas rojas. Por cierto, en Barcelona era la casita blanca :-)
EliminarUn abrazo, y bonito día para ti
Pienso que ese chiquillo va a tener pesadillas por unas cuantas noches!
ResponderEliminarMe ha encantado Alba.
Un abrazo
Unas semanitas, si el padre no le explica lo fácil que era parecer ensangrentado con las pinturas del chaval.
EliminarUn abrazo, y por los niños, siempre
Sebastián se ha llevado un buen susto, pero a Tomas abría que verle todo manchado por la pintura. Eres traviesa con tus personajes.
ResponderEliminarUn beso.
jajaj, es que la niña que habita en mí sale de paseo :-). Un abrazo, y gracias
EliminarHola Albada.. Los niños tienen una imaginación desbordable, ojalá durara siempre. Como decía Alfred Hitchcock .. Hay algo más importante que la lógica, es la imaginación.
ResponderEliminarUn abrazo.
Tenía toda la razón, si piensas en la magia, que a mí me sigue fascinando, vemos que hay ese pensamiento absurdo dentro de nosotros, y lo recuperamos.
EliminarUn abrazo
Albada la has liado parda. La imaginación es prodigiosa y la tuya, o la del niño, desde luego hace maravillas.
ResponderEliminarUn beso artista.
jaja, pero si era una simple caja de zapatos...:-).
EliminarUn abrazo, y gracias, Berta
La que han montado entre el niño y Albada.
ResponderEliminarMuy buen relato.
Un abrazo.
No tiene mayor explicación, esa niña curiosa y con imagianción no se marchitó del todo :-)
EliminarUn abrazo
No hay límites a la imaginación.
ResponderEliminarBuenísimo.
No hay que ponerlas. Otra cosa es saber que hay límites físicos, que son inamovibles.
EliminarUn abrazo, Anton