Siguiendo la propuesta de Dorotea de conversaciones de hotel, mi aportación es la que sigue.
14,30 Hotel
Mediodía, Madrid
Teléfono. Luis ─
Menos mal que llegué. Vengo sudado y sucio. ¿llegaste bien?
Al otro lado del
teléfono. Paula. ─ Muy bien, pero mi marido está muy pesado. ¿la 408?
─Sí, como
siempre.
─Pues una duchita,
y andando. Que no tardo nada.
La tarde se fue frunciendo
en tonos naranjas a medida que el sol se iba retirando. Era, como siempre, una maratón de besos,
piernas enlazadas, suspiros y jadeos, que hasta el sordo del cuarto contiguo pudo
escuchar. Con cierta envidia, dicho sea de paso, porque era un viajante mayor y
con achaques.
Luis se quedó
dormido, profundamente, tal vez por la agotadora cita afectiva, tal vez por los
asientos del tren matinal. Ella dejaba el hotel, como siempre, sobre las ocho.
20,20
Suena la puerta,
con nudillos bruscos y sonoros
Luis abre la
puerta─ Pero ¿qué pasa?
Gerente ─ Le he
preparado otra habitación, pero ha de desalojar este cuarto ahora mismo. Prepare
su maleta.
Un policía que entró
con el gerente pregunta mientras mira el aseo
─ ¿Se ha duchado
ya?
─ Pues sí, venía
muy cansado. Y acaben de una vez, estoy agotado.
─ Pues hemos de
tomarle las huellas, porque hay una investigación abierta por asesinato en esta
planta. Tendrá que acompañarme a comisaría
─Ni lo sueñe. Yo
no soy un asesino, no me joda. Pregunten a Paula, no hemos salido de aquí en
toda la tarde.
─ Ha aparecido
muerta una mujer en el ascensor de esta planta, y hemos de inspeccionar todas
las habitaciones. Y tomar sus huellas.
─No, llévese mi
vaso del lavabo y las mira, yo no voy a ningún lado. Pero ¿y Paula?
─Es lo queremos saber,
qué pasó con Paula Salazar.
Sólo al salir de
la habitación Luis vio la lucecita roja en la esquina, “esas cámaras, cada vez más
disimuladas”, se dijo, rumbo a una noche de verdad inolvidable.
Palabras 310