Su boca en el cine, en la penúltima fila, mientras rebuscaba una palomita de maíz inexistente, se abrió dulce. Tendió un puente al deseo que otras veces ignoró con un mohín altivo que destrozaba la llama de mi pasión. Esa pasión que más tarde yo derrochaba en mi cuarto, pensando, enfebrecido, sólo en ella.
Cuando preguntan el secreto de su adhesión por mi cintura cuando paseamos abrazados...yo sonrío. Los secretos componentes del bebedizo, ya ni los recuerdo yo.
Es que el bebedizo no era cualquier bebedizo sino uno para amarrar...
ResponderEliminarCuriosa la magia roja...
Seguramente, hay muchas creencias todavía en algunos bebedizo, y aunque yo no me creo nada, los hay :-)
EliminarUn abrazo