Te vi esperando. A que la vida llegue tranquila. A que mis ojos te miren. A que mis manos te besen, por cualquier rincón del alma de tus pecas. Esperando a que se mueva el aire de tus pestañas por verme aparecer tras la puerta. Esperándome.
Es todo suyo. El atril o faristol. Ojalá guste a quien no me haya leído, y a quienes ya me conocen, no les decepcione.
Gracias de antemano. No gastaré papel en imprimir. Podré leerlo en el e.book, y no se deteriorarán las tapas. Y sobre todo, ningún árbol habrá tenido que usarse para leerme..
Van las 21 entradas más visitadas de las que he escrito para Lenka21. No son las que yo hubiera elegido, de las 400 aproximadamente de allá, pero las mates dicen que son esas. Y me parece bien. Está en formato ebook y PDF. Ese atril representa la segunda oportunidad de dar vida a lo que está vivo, a pesar de ser madera desechada y reconvertida en arte.
PARA REDACTAR EN WORDPRESS basta ver las instrucciones.
Cuando el mar se desbordaba por los senderos
de las hormonas de los quince abriles, les pudimos ver. Exaltando a los mejores
instintos, de un amor al abordaje. Inexperto, torpe y apresurado. Sin más ley, que dejarse llevar por la
ceguera, ignorante de los bastones blancos.
Él tiene el acné descontrolado, y unos
pantalones a punto de deslizarse de las nalgas al caminar. Sé que era él quien
estaba sentado hoy en un banco del parque. Miraba a las palomas alineadas en una
caseta de contadores, o algo similar.
Este
invierno ha pasado algo que está cambiando el ecosistema. La palomas comunes han encontrado un suministrador
de pan duro. Puntual dos veces al día de la zona poco arbórea, deja trozos, o
incluso medias barras de pan por allá.
El chico del pantalón bajo, y el ardor
encendido, estaba sentado en el respaldo de un banco de madera. Miraba la alineación perfecta de las palomas, montando guardia para su pitanza. Yo esperaba ver llegar a la chica que siempre esta con él, aunque hoy no
hay instituto, pero lo que he visto, es cómo sacaba
un tirachinas de una bolsa-mochila, agarraba una piedra y apuntaba a las
palomas.
Han salido en desbandada, todas ellas. Para volverse
a alinear rápidamente. El chaval ha seguido
haciendo el mismo gesto. Por tres veces, con certeza además, qué puntería. He regresado a casa, que la perra
tiene sus costumbres, y yo las mías. Y la prensa está aún por acompañar los regios desayunos de los fines
de semana. No sé si la chica llegó a ir.
Desbaratando el perfume del barro recién cocido, llegó una manzana al lugar de los deseos más preciados. Un dios ensimismado, sorprendido por la belleza de un torso que le hacía temblar, no tuvo más remedio que aterrizar de bruces consigo mismo. Emprendiendo el mal apaño de envilecer su interminable creación de amor. Inacabable.
La mirada de un niño que nos persigue, que no podemos dejar que marchite en nuestro corazón.
Perseguí los rostros infantiles, las bocas abiertas por la sorpresa, la risa por caídas sin daño, la levedad de esas magias con truco y los olores a chucherías dulces, que con Nenuco mecían el aire de fiesta que inundaba los rincones de la ciudad.
Los adultos, en un esfuerzo que acabó en complicidad, se unían a los niños, rivalizando en mostrar sorpresa y alabanzas, a números circenses clásicos, y algunos más novedosos.
No hace falta animales para los circos con carpa, ni para los que sin tela que los tape del sol y de luna, nos dejan la impresión de volver a ver funciones de domadores.
Recordé imágenes de un tiempo sin tele ni internet, donde era posible la comunicación estrecha, sin dioma alguno, cual rapsodas con imágenes para explicar cuando ni leer era común. Y es que la magia del circo no usa fronteras, ni besa más bandera que la sonrisas infantil. Aucas se llaman aquí.
Ha habido un 10% menos de espectadores que el año pasado. La crisis pega fuerte hasta en las sonrisas, por ello defiendo la mía, que es la de todos, para que no venza al alma. la desorientación de sentirnos huérfanos de un Gobierno que sigue apretando en su maltrato.
Trapezi se ha despedido hasta el año que viene, pero sus 120 actores circenses, dejaron la ciudad llena de anhelos por recuperar la mirad limpia de una cara infantil, sobre un elefante de cartón piedra, abriendo paso a la sonrisa, que yo espero seguir defendiendo a pesar de los pesares.
Defendemos la alegría, en barricadas de adoquines de fe, contra la cerrazón de unos recortes injustos, desproporcionados, y que son cruentos. Las balas no me dan miedo, sino la velocidad a la que llegan ( como decía alguien). Pero hieren y matan, como estas austeras actuaciones contra los más débiles. Esas sí que me dan miedo, porque son lentas como gota Malaya, hasta horadar la esperanza.
El asesinato de esa política en León ayer, me dejo mi pésame por su muerte absurda, pero la reflexión de qué haría yo, si mi estado fuera terminal por culpa de algunos recortes. Y dejé de pensar, dejando que la luz del sol de mayo, con su aire circense en la retina, perdure lo suficiente. Creo que hasta el siguiente escándalo de expolio, fraude o inmoralidad, pero mientras tanto...
Debajo de la piel, quedó tatuado tanto como se amaron. Poemas desparramados de abrazos de los buenos saltimbanquis sin cuartel.
Debajo de la piel, nadaron los besos locos. Los que dejan sin aliento donde les pillase el amor al abordaje, sin
timón ni timonel.
Debajo de la piel, reposaban las miradas
hambrientas, apiladas por docenas, en envoltorios de oquedades, siempre por desenvolver.
Ellos, los instigadores de pasiones sin cauces
para el respiro, dejaron cuadernos llenos de garabatos de piropos en
adobo con suspiros.
Ellos, que se quisieron tanto, cuando todo se vino abajo, buscaron bajo la piel, los restos de ese naufragio de tinta sin ningún papel.
Ellos, los amantes del amor, cargados hoy de reproches y de rencor, rebuscan en sus tatuajes, entre la tinta indeleble, esos ramos de caricias, que se recitaron a media voz.
Como mendigos, en pos algo que llevarse a la boca de unos años compartidos, rebuscan bajo la piel, lo que alguna vez se juraron. Tanto ella, como él.
Imagen de http://tienemigalacosa.blogspot.com.es/2009/12/cuando-el-diablo-no-tiene-nada-que.html
Miré la frase por la que ha de empezar el
microcuento de la SER, de cuentos encadenados. Ahora que las moscas incursionan
en las casas, casi que es inevitable recordar a Machado.
… Inevitables golosas, que ni labráis como abejas, ni brilláis cual mariposas; pequeñitas,
revoltosas, vosotras, amigas viejas, me evocáis todas las cosas.
Fuera de concurso me puse a seguir el hilo de
la frase de inicio. No deja de ser primavera, y el tiempo de un sol radiante
llama a helados y paseos. ¿Cuántas bolas de colores no habrán acabado en
cualquier sitio?.
Mi pequeño homenaje a las moscas, a quienes
les debo ensimismamientos infantiles, despertares de siestas inconclusas, resguardo
de frutas con campanas aislantes, y tantos movimientos articulares que me
permiten unos movimientos de brazos amplios.
No lamentamos, hipócritas, de no haberlo visto
venir. El artefacto, una reja coronando un palo flexible, nos pilló
desprevenidas. ¿Cómo no estarlo, si andábamos de tertulia sobrevolando un
reguero de helado?. Marta había dejado caer un cucurucho rosa, que olía a
felicidad, cual promesa de un paraíso por conquistar.
Ni vosotras, compañeras cobardes, podíais sospechar la afición reconquistada de cazar moscas de su madre.