Siguiendo la propuesta deNeogéminis, quien nos brinda posibles finales de textos, me animo a usar el segundo final. Mi participación es la que sigue.
Llegó a ser un buen tipo.
Con poquitos esfuerzos.
Una novia desde la niñez,
y unos estudios de medio pelo.
Se casó y tuvo dos hijos.
Y un día, a sus cuarenta y tres,
le dio por pensar qué quería,
de la vida, de su ración de vida.
Abatido, pero con anhelos nuevos
cambió de oficio, y de ciudad.
Dejó a su esposa, y a dos desconocidos,
unos adolescentes que le eran extraños.
Estudió filología hispánica, online.
Se puso a escribir, como un loco cuerdo,
día y noche, engañando a su insomnio,
discutiendo con metáforas y versos.
Se jubiló, más o menos como todos,
y sigue buscando la rima perfecta,
la trama rompedora, que deslumbre,
que deje boquiabiertos a los editores.
Le vi en un bar, escribiendo,
Enfebrecido, con enormes ojeras.
Escuché su historia, paciente,
de búsqueda implacable y de fracaso.
"Luego de haber traspasado
todos los límites,
sigue aún buscando resolver
el misterio de su destino."
Me produjo tristeza, y envidia.
Había esquivado el vacío existencial.
Le pagué los cafés de la tarde,
y me pregunté, de nuevo, por mi destino.