Mi amigo bajó por la Paseo de Gracia, entre turistas y gentío, como suele suceder en la avenida, donde carteristas y rateros de guante blanco y dedos de filigrana hacen su agosto. No pasó nada, nadie le molestó, y llegó tranquilo al bar con micro abierto que frecuentara hace un tiempo y donde conoció a poetas con talento. Una de aquellas poetas brillantes tomaba el timón del evento semanal, y tenia curiosidad por volver a escucharla, así, como en un trance, mientras declamaba sus poemas, viviéndolos. Un recuerdo compartido conmigo, además.
Bien, nos encontramos allí. Él ya había pedido una cerveza, como antes, cuando la consumición era obligada y era todo el gasto por escuchar o declamar. Yo, aún más puntual que él, estaba con otros amigos de letras tomando la cerveza en un bar de la esquina. No nos recordó en nada a esos tiempos. Ella tal vez estaba indispuesta pero ni garra, ni guión de qué hacer con dos magos aficionados, y allí estábamos tres poetas y yo. Mi amigo ayudó a un mago y declamó un poema suyo dedicado a Lorca, y la otra poeta amiga un precioso poema en catalán.
Uno de los magos leyó, con poca luz y menos luces, un poema largo y en una horita habíamos visto a la anfitriona leer dos poema suyos, muy buenos, a dos magos de tipo cumpleaños infantil con los trucos poco entrenados y un sombrero para dejar la voluntad, sin ser rácanos, no piden limosna, caramba. Yo decepcionada, mi amigo decepcionado y la sensación de pérdida de tiempo, más en mi caso que tengo que tomar un tren de casi dos horas para el evento.
A mi amigo le atracaron como fin de fiesta. He aquí su experiencia atlética y yo aprendiendo qué no hacer, gracias a la anfitriona.
NO PUEDO COMENTAR NI EN MI BLOG, RUEGO DISCUPAS. YO OS LEO. VEREMOS CÓMO ARREGLO EL TEMA DEL BLOG. Un abrazo. A mi amigo un beso.