Siguiendo la propuesta de Mag, en su trastienda de pecado, mi aportación es la que sigue.
No estaba preparada, lo confieso.
Perderme por un bosque no era mi intención. Llegó la noche, y, como pude, sin
cobertura de telefonía, ni equipo, me refugié en una pequeña oquedad, una cueva diminuta,
donde intenté sortear el frío de la noche.
Los sonidos del bosque de todos los
seres vivos que lo habitan, y ese viento que se levantó de la nada, me tuvieron
en vilo. Me pareció escuchar cascos de caballo, pero era poco probable que
fuera eso. Al rato, una mano se posó en la roca, y una cabeza de hombre apareció
en la entrada de la cueva.
─No temas. Me dijo, ¿Qué haces aquí?
─ Me he perdido. Espero que
llegue el día para orientarme
─Bien, te ayudaré, si me permites
tu compañía hasta que amanezca
Acepté, ya que lo de dormir era
una vana ilusión. Su aspecto me pareció amable, pero cuando le invité a entrar
me dijo que no cabía, que saliera yo afuera, y ya sentados, charlaríamos.
El susto fue morrocotudo. No esperaba
que su cuerpo fuera equino, ni la potencia de su musculatura, pero me senté
bajo un árbol y le escuché. Sus anécdotas eran con ninfas de los bosques, y sobre
las fiestas que a veces organizaban, para soportar la soledad, me dijo.
El día se acercaba, los rayos de sol,
tímidos, se iban acercando, creando una fantasmagórica luz. Le di las gracias
por su amable compañía, y mientras esperaba que me indicase qué camino tomar
hacia el pueblo, sus brazos me aprisionaron. Desde entonces vivo recluida en una
cueva mucho mayor a la de aquella noche, atada. Como es un buen cazador no me
falta comida, pero estoy desesperada. Es un buen conversador, pero tengo miedo.
Sí encuentra esta carta, acuda a
la policía.
Imagen de Teseo y el centauro de aquí
Palabras :285
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