Siguiendo la propuesta de Neogéminis, dando a elegir el uso de dos frases, mi aportación es la que sigue
Me habían advertido. Ese antiguo
convento que transformaron en hospedería, tenía, según las malas lenguas, como
mínimo un fantasma. Unos dicen que bromista, que llevaba a quien traspasaba una
puerta de trampantojo pintada en una pared, a otra dimensión, o a otra época.
Otros, los más, decían que, tras la puerta de adorno, había el esqueleto de una
mujer que fue emparedada con su hijo reciéen nacido en el siglo XVIII, una
monja que obviamente, no mantuvo el celibato.
Agoté el disfrute de mi ducha
redentora, con la sensación de que alguien me observaba, y, como suele pasarme,
la imaginación se me disparó. Con el albornoz blanco bien cerrado, descalza, y
con el pelo aún mojado, hice amago de abrir esa puerta de mentira. Que no se
abrió, y que dejó flotando en el aire un aroma a colonia Heno de Pravia. Por la
mañana pareció estar abierta y la abrí, pero, por supuesto, sin rastros de
lo que alguna vez fue vida, a tenor del olor.
Me instalé en el escritorio. Escribía
el capítulo en el que la escritora descubre cómo un cuerpo decapitado es
encontrado en el remanso de un riachuelo, cuando una tela húmeda me rodeó la
cara, quiero creer que fue real, aunque saberlo no cambie nada, porque
sentí el aroma de colonia mucho más intenso.
Llamé a recepción. Una mujer me convenció
de que ese dibujo no era más que eso, un dibujo. En la noche soñé con una tela
sobre mi cara y desperté sudorosa y agitada. Miré a la pared del dibujo. Palpé
la pared por donde debería haber unas bisagras, pero no hallé nada más que el
propio dibujo.
Hice la maleta, y dejé le hotel. Que
otro descubriera la verdad sobre el antiguo convento.
Palabras: 293