Boika, el adolescente, sintió el golpe en su
cabeza. La pistola TASER habría caído de
alguna avioneta sobre la jungla, si bien él no la había escuchado. Un regalo del cielo, se dijo, eso es señal que
los dioses están de acuerdo en que supera la prueba y sea el más valiente de la
tribu.
Con el aparato en la mano, empezó a examinarlo, sin entender si servía para algo. Contento por el regalo, lo enseñó a su familia, quien no sabía su función, por muchas vueltas que daban al cacharro negro con forma de pequeño tirachinas. Consultaron con el jefe, quien tampoco había visto nada igual, como años atrás pasara en una tribu africana respecto a una botella de Coca-Cola. A Boika le pedían prestado el aparato para diversas actividades sin importancia, y llegó el día de su paso a la adultez, que no superó. Era cazar en solitario un primate, para alimentar a la tribu.
Ese día, enfadado, tiró hacia arriba
el regalo negro reluciente. Y ahí quedó, aposentado en una rama alta. Un mono
aullador buscada comida y vio algo negro. Por curiosidad, se lo llevó a la nariz,
y nada, no olía a nada. Luego lo chupó. Nada, no sabía nada. Comenzó a
apretar luego por todos lados, hasta dar con la posición correcta para producir la
descarga. Chamuscado y bien cocinado por dentro, cayó cuan largo era sobre
Boika, quien se había quedado apoyado en el tronco de ese árbol, meditando.
Contento regresó a la aldea.
Aunque tarde, había superado la
prueba y ya era un adulto. Algún día descubriría el uso del regalo de los
dioses, si tenía suficiente curiosidad, y acabaría por ser el jefe de la tribu.
Palabras 282