Como en panal de hexágonos que
encajan, las caras de la gente se van añadiéndose al centro de los afectos.
El espíritu de la colmena viene
de lejos. No tiene prisa, ni se exhibe como gala. No tiene fecha de vigencia, ni
acotación de caducidad.
Que unos lazos de sangre se unan
o se acoplen, enriquece la miel dulce que acaba por devenir de una paciente
labor. Pero une la ternura de los actos, no el azar de la genética cautiva.
La colmena deslumbra en estas
fechas. En pequeños gestos y mínimos detalles, mostrando el esplendor de la fe
en cada uno. La fe en la aportación de cada quien, es lo que sustenta que todo
se aúne. Sin estridencias. Bajo un manto
de ternura que jamás pesa, ni se agota. Ni se entromete o juzga, porque la fe y
la ternura se limitan a ser. Sin adjetivos ni condiciones.
En un sofá discreto, esperan
pequeños regalos con frases evocadoras, para cada uno. En realidad, son más de treinta
las personas que sujetan la estructura donde sentarse a descansar. De edades
dispares, de gustos antagónicos, de paladares varios, y destinos variopintos.
Juntos, revueltos, mezclados,
reeditados, buscados con esmero, los pequeños paquetes arrinconan, alegres,
los egos particulares. Que ocupan poco en la colmena.
Hasta en la cena, desde los
aperitivos, de magia y sabores disfrazados, no importan la vajilla, o los manteles,
o la cristalería, porque se rodea de abrazos y de besos que se suceden. Llenando
los estómagos de las almas, de alimentos intangibles que digerir durante todo el año.
La complicidad entre tanta gente
queda sobrevolando con olor a Navidad. Sin reencuentros, porque no hay
pérdidas, sino vidas latiendo. Cada una en su lugar, para encajar como pieza de
puzzle en ese panal adaptable, en forma de puerto, con espíritu de cala, resguardándonos
a todos, de cualquier tempestad.
Seguimos en ese olor que perdura,
hasta el siguiente encuentro, en cualquier día que queramos vestirnos de panal,
con sabor a "san queremos", por sentir la navidad.
Esta colmena republicana tiene
mil reinas: cada persona lo es, dando lugar a que todas las
demás se unan, por un objetivo común.
Se acabó la Navidad. ¿De verdad?
Nosotros, los sabios necios,
sabemos que no. Cada día es Navidad en el corazón del que siente, día a día, el
poder de la complicidad en la ternura.
Sin almanaques que valgan…Viva la
Navidad de cada día, la de la cotidianidad!