El armario de dos puertas del dormitorio conyugal se entreabre con la brisa y el espejo espera impaciente el combate cuerpo a cuerpo.
La mano sobre el tirador de bronce no tarda en hacer vibrar la puerta contigua y raudo, antes de que Lola se interponga ve brillar a su pareja, el espejo del otro lado.
Quedarán frente a frente mientras ella se viste. Podrán comunicar sus reflejos mientras no esté entre ambas puertas del ropero.
Luego, cuando ella se haya mirado vestida entre ambos, la oscuridad volverá a su sitio y ellos verán las perchas, sintiendo a su lado la pareja dormida, cada uno en su lado del armario.
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