Te regalo dos de mis tres puntos suspensivos, el 15 por 15 de mis treinta y el 100 por 100 de mis años por contar.
El punto que aún me queda me lo guardo para, con tu permiso, destinarlo a un solitario. En oro blanco, sobre cuatro diminutos ganchos de rocío, incrustaré una brizna de diamante, nacido de la tinta. Un punto que corona a una i latina, como la risa que se escapa por la boca cerrada a cal y canto y acaba saliendo a carcajadas arrítmicas y guasonas. Con los guiños del deje en tu dicción, que hacen cosquillas. En el paladar y los costados; en la piel de mi abdomen y mis brazos. Y sin poder evitarlo me desato en cada nudo que entre tramos de cordón blanco me acorrala en tu discurso.
El punto de los puntos y finales, con todos los finales de los finales ya escritos, lo guardo en una caja de nácar y terciopelo. Donde dormirá tranquilo entre algodones y se hará viejo. Donde finalmente, por desuso, acabará por desteñirse entre los siglos.
Se quedo contemplando el punto que le faltaba y lo vio más bonito que los que le había dado, con el se podían hacer cosas maravillosas, con los recibidos no, en ningún momento pensó que el problema era que no sabía que hacer con los puntos.
ResponderEliminarUna opción con los puntos era ir poniéndolos uno al lado del otro, y del otro, hasta hacer una pasarela entre orillas, entre barrancos, entre charcos tras la lluvia...
ResponderEliminarLos puntos, si no son de sutura, pueden ir bien. El punto y aparte es mi favorito.
Un abrazo.
Me encanta esa cajita donde guardas todos los puntos finales de tus historias. Imagina la curiosidad y sorpresa de alguien que por casualidad la encuentre. Revivirá todos los momentos que alguna vez tu dibujaste y seguirán viviendo en su memoria.
ResponderEliminarEse punto y final coloca al micro en una encrucijada que nos abre la imaginación como lectores.
ResponderEliminarGracias Pilar por tu lectura.
ResponderEliminarLa cajita contendría como mínimo, un punto y final que no se puso.
Un abrazo.
El punto y final de cada texto se escribe a sí mismo en ocasiones.
ResponderEliminarEn otras tarda en querer llegar, y algunas veces parece que quiera jugar al retraso indefinido.
Gracias por tu lectura y tu amable comentario.
Un abrazo.
Un canto la vida. Un discurso donde transcurren los instantes por llegar, con la pasión de aquel que no siente miedo al futuro. Esa cajita bella guarda los finales con la más firme intención de no desvelarlos jamás. Como premio a todo aquello que nos depara el camino por donde divagan los deseos mezclados con las dudas, en el frágil baile de la vida.
ResponderEliminarGracias veintiuno.
ResponderEliminarEn las emociones, la vocación de perdurabilidad, como el valor, se les supone.
Es un canto a la vida sin miedo, sin duda.
Un abrazo.
Muy original y encantador, Albada. Entre esos puntos se respira mucha ternura.
ResponderEliminarBesitos
Gracias Luis. La ternura que hueles, es el motor de los grandes puntos suspensivos que uno deja abiertos, alguna vez.
ResponderEliminarUn abrazo