Los perros dejaron de ladrarme, y me ladraban todos, cuando yo dejé de temerles. Una sola vez me había molestado un can, quien, por cierto, no me llegó a tocar. Me siguió corriendo, eso sí, mientras yo aceleraba de manzana en manzana, a la hora de la siesta, en una ciudad dormida.
Con mi nula capacidad de pedir ayuda, iba acelerando en mi carrera, a sabiendas de que era de las más difíciles de pillar en el juego de policías y ladrones de mi barrio y creyendo que eso era mi ventaja. Pero por más que aceleraba yo, más cerca sentía al perro, hasta creer notar su aliento en mi cuello. Oí un silbido potente, y al girarme respiré. Alguien le había detenido, dejándome el pulso acelerado, la respiración entrecortada y un pavor que no sé cómo se instaló tan adentro de mis miedos.
Yo era una de las personas que cruzan de acera por evitar una verja con perro, porque desde ese episodio, cómo no, me ladraban todos Parecían estar compinchados, de tal manera que hay barrios de casitas pareadas, todas ellas con perro, que yo evitaba, por el alboroto que provocaba mi presencia.
Tal vez el miedo huele a miedo. Adopté un cachorro de can, por dar una oportunidad a un abandonadillo, que pequeñajo y lloroso no me dio miedo, sino pena.
Desde que tuve a Humberto, don Pimpon para mis amigos y para mí, me buscan todos los perros, queriéndome lamer, cosa que me repele. Estoy cansada. Pasear por parques de canes es un desfile de perros de todas las razas y todas las mezclas, que quieren acercarse a mí. Lo malo es que desde que tengo gato, esto se está complicando, porque los gatos no van atados ni obedecen a sus dueños. Me siento flautista en Hamelin.
Era inimaginable que un día, una señora creyese que fuera yo quien lleva latitas de agua, y cuencos con pienso para ese ejército de felinos que cobija un solar vacío y baldío. No me entretuve mucho a explicarle el equívoco, porque empezaron a seguirme los mininos.
Ya las pulgas me las han prestado una vez y no me apetece encariñarme con insecto alguno. Recuerdo a mi abuelo Miguel, con su afición de cazar grillos. Les dejaba en lugares cercanos a nuestra casa, porque le gustaba oírles cantar por primavera. No. Insectos nada de nada, gracias. No adoptaré a ningún animal más. Insectos, peces, aves...a ninguno.
Ya las pulgas me las han prestado una vez y no me apetece encariñarme con insecto alguno. Recuerdo a mi abuelo Miguel, con su afición de cazar grillos. Les dejaba en lugares cercanos a nuestra casa, porque le gustaba oírles cantar por primavera. No. Insectos nada de nada, gracias. No adoptaré a ningún animal más. Insectos, peces, aves...a ninguno.
Loa animales tenemos comportamientos extraños, ante la amenaza manifiesta de un peligro inminente, somos capaces de acercarnos al peligro y exponerles nuestra superioridad en la escala biológica, la cual pueden atender o simplemente mordernos.
ResponderEliminarLos animales, que eso es lo que tenemos, la suerte de tener mascotas!
EliminarUn beso
No podríamos vivir sin animales, ellos nos dan vida, yo tengo a mi gatita que me da muchas alegrías pero estos días la tengo malita, la estoy dando medicina, ella está triste y sin ganas de querer jugar.
ResponderEliminarUn beso.
Como le decía a Alfred, suerte que nosotros, los animales, nos dejamos adoptar por un ser que nos quiere :-)
EliminarCuida de esa gaita, que es tan especial. No hay otra par llenar el vacío que nos dejan. UN beso
Yo he adoptado una cucaracha. Es tranquila, poco sociable, y me deja irme de casa cuando quiero.
ResponderEliminarAbrazos, siempre
A eso yo no llegaría, porque le cogería cariño. Me recordaría a Kafka de alguna manera. Seré tiquismiquis, pero es de esos insectos que me repelen. Tendrán su corazoncito, no te digo yo que no, pero .como mascota, casi que un pulpo como animal de compañía antes...no sé.
EliminarDisfruta de ese ejemplar que te da libertad para irte sin buscar un cuidador en tu ausencia . Un abrazo
Yo estoy en un proceso de adoptarme a mí mismo como mascota, me di cuenta de que puedo ser mi mejor amigo o morderme la mano cuando esta no hace lo correcto, lo cual me parece bastante justo.
ResponderEliminarPor cierto, Humberto, qué feo nombre para un perro, incluso para un hombre, me suena a verdulero italiano o algo así.
Un beso grande.
HD
Yo no me adopto, por si a caso, pero tampoco me dejo ya en adopción. El nombre me lo dio un amigo, quien escribiera sobre un perro amenazador de una gran urbe, tal vez de la Argentina, por tanto, coautor de este post, que cómo no, te regalo para tu mascota por hallar.
EliminarUn beso
Te echo de menos preciosa.
ResponderEliminarUn beso muy grande.
Sabes que yo también echo de menos...a las musas que me empujen a tomar la pluma en pos de un sueño lunar.
EliminarUn beso muy grande.
Pasar por tu blog es recibir la mas bella y refrescante de las brisas, en medio de estos calores alucinantes. En un tiempo tuvimos un sapo de mascota. Mi hija era aún pequeña y le decía que no le dábamos el besito al sapo, porque si se transformaba en Príncipe, cómo íbamos a hacer para dotarle de un hermoso caballo, y una indumentaria propio de la realeza. Así que era mejor que siguiera en su apariencia de sapo !! Cordiales saludos.
ResponderEliminarMe enternece la anécdota de ese sapo, que sin afán de ser príncipe, tuvo a tu hija encandilada a una posibilidad entre los imposibles. La infancia, esa etapa que debemos dejar atrás quedándonos un pedacito, es la que por su visión mágica de la vida, siempre acabamos añorando. Y con razón.
EliminarUn abrazo estival. Refrescante tu sapo, lo sepas, como una sandía feliz en su húmeda rojez de promesa en el paladar
si bien me gustan las mascotas nunca he tenido una
ResponderEliminarMe ha encantado como escribes y describes los momentos
Gracias. Pues si puedes...a no esquivar tener alguna abandonada. Son formidables terapeutas para vivir
EliminarUn abrazo