Me explicó que había perdido todas las fotos. Con las interferencias y las prisas no sé si llegué a entender a qué se refería, pero no le di importancia.
Sé que a él le gusta fotografiar paisajes y edificios. Sobre todo edificios de líneas extremadamente suaves. De cara al sol, como salamandras coloridas. Como olas de lagos y senderos de bosque. O por el contrario, de líneas rectas, con ángulos lógicos o imposibles. Entre espadas de hormigón o de acero. Como espaldas rectas, verticales u horizontales, pero siempre rectas.
Hemos estado sin poder conversar. Entre su viaje, y que su portátil iba fatal, no he podido confirmar hasta qué punto representa una pérdida, el hecho de que haya perdido esa carpeta de fotos.
Ayer sentí mi reflejo más tenue en el espejo. Era como si una neblina se interpusiera entre la superficie lunar y yo.
En el bufete no he tenido tiempo de ver a nadie. He estado en el despacho toda la tarde, sin moverme. Tenía trabajo atrasado y no he podido tomar café. Que a ver si la cafetera nueva va mejor que la otra. Los cartuchos de descafeinado los tengo en la mesa.
Cuando me disponía a salir, me llamó Lola. Me decía que Susana llevaba rato buscándome, y que me había dejado una nota en el casillero y enviado un mail.
-Pues podía haberme buscado- La he dicho.
-Es que te estamos buscando desde las cinco- me ha dicho ella. Nadie te ha visto esta tarde.
-Pues era fácil llamar por teléfono como ahora- La he comentado. Pero era absurdo dar más vueltas al asunto, porque yo he saludado al llegar, por lo que todos sabían, al menos Lola, que estaba en el edificio.
La expliqué que había estado aprovechando para ponerme al día de algunos temas, y sin más que decir, ambas nos hemos despedido. Hasta mañana.
Al pasar por recepción, estaba atareada con el teléfono, y no me ha contestado cuando me despedía.
Al llegar a casa he notado la gabardina muy suelta. Me sentía como sin peso por encima. Una sensación parecida a hacer submarinismo, porque los sonidos los estoy escuchando muy bajos. Como si me estuviera quedando sorda. Aligerada toda yo, digamos.
He dejado la ropa en el armario del recibidor. Acabo de comer una tortilla a la francesa, con unas rebanadas de pan de molde. No puedo decir que me haya sentado mal, porque no es verdad. Simplemente es como...si no hubiera comido.
En el aseo, al lavar mis manos, las he visto muy blancas. La espuma me ha parecido muy densa. Ando pensando si no estaré perdiendo vista, o si serán las luces que pierden intensidad, porque me acabo de ver como que más ligera de volumen. Más que aligerada…ligeramente etérea.
-Me puedes decir qué fotos has perdido, Pablo?-he preguntado ansiosa tras establecer la llamada.
-Las tuyas, cielo, lo siento-he oído justo antes de que mis manos sin forma dejarán caer el móvil al sofá.
Yo sé que estoy, pero me he difuminado, tras las huellas de los píxeles de una carpeta con fotos, que dormía en un pen.
Qué bueno, Albada. Es como si las nuevas tecnologías quisieran participar también en el juego y no ser sólo elementos pasivos. Como si no hubiéramos medido bien nuestros pasos y hubiésemos ido demasiado lejos.
ResponderEliminarUn abrazo.
Un álbum de fotos no se deshace. Puede amarillear, pero pervive. Ahora, con tanta nube, pen, y píxeles, a veces aseguraría que miles de fotos se han perdido para siempre. ¿Y esas que me hicieron, o hice yo?
EliminarUn abrazo.
Mirado con valentía, existir es una suerte ínfima que se desvanece con el tiempo....
ResponderEliminarDe hecho, esa foto no es de quien escribe. Nunca existió. Era la foto de una maniquí que él guardaba. Mientras tuvo consistencia la mujer vivió.
EliminarBrevemente, En realidad, a la que se borró su imagen, el cuerpo no podía seguir por sí mismo. Sin consistencia, aunque fuera en foto, y en un pen, no existía.
Un saludo.
Curioso relato y hasta algo terrorífico. El hecho de perder una carpeta de fotos en un pen hace que la protagonista también desaparezca.
ResponderEliminarGenial!!! y para asustarse de esa realidad virtual.
Un abrazo de Mos desde la orilla de las palabras.
Pasé por tu orilla. Espero que la foto la tengas a buen recaudo, no sea que los gnomos juguetones de internet te dejen sin mar. Broma.
EliminarUn saludo, y bienvenido.
Gracias por tus palabras. Puedes volver cuando lo desees, y si es con algún relato como este, mejor. En cierto modo, escalofriante. Pero bello.
ResponderEliminarGracias por pasar por este rincón. No puedo asegurar que mis textos tengan un punto de inquietud siempre, pero este retrato de una foto, surgió por un problema relacionado con la informática. Y me dio la idea de qué estamos ganando, mucho, y qué estamos perdiendo con el uso masivo y exclusivo de ésta.
EliminarUn saludo, y gracias por comentar.
He estado fluctuando, difuminándome como el texto. Se deja leer sin sospechas, con la mirada del que ve la vida de la chica fluctuando, queriendo hacerse un sitio. Y de repente, según se difuminaba, se hacía más clara.
ResponderEliminarSaludos
Yo he conseguido recuperar una foto. Y ha sido curioso, porque al verla la he podido ReconoceR. Era la chica del texto. Pablo me pidió que mirase en la papelera de mi escritorio, y ahí estaba, por lo que pude enviarle de nuevo un elemento de su carpeta extraviada o eliminada. Lo que dudo es que la chica pueda volver a su estado "normal".
EliminarUn saludo..
Dícese qué se dice, que se encontrarón unos seres sin alma, abducidos por no se sabe, bien bien por quién o por qué, deambulando por un viejo granero, con la mirada perdida, tras un flash. Cosas que tiene la fotografía y la moderna tecnología,
ResponderEliminarBellísimo relato.
Un beso.
Dícese que hace mucho, cuando las fotos se llamaban darrerotipos, la gente creía que con el flash, se les abducía el alma.
EliminarTodos sabemos que eso es imposible, porque ¿quién pudo ver un alma?. Pues sin consistencia corpórea, no se puede capturar!. Gracias.
Un beso.
Qué bueno...
ResponderEliminarEstaba pensando que no me importaría difuminarme ahora mismo.
Besos.
Pues no sé yo qué decirte.
EliminarA veces uno quisiera desaparecer, pero mejor dentro de un truco de magia, no?
Un beso.
Señorita: al ir hoy a limpiar el sofá, he visto algo así como un espachurro de bocata de tortilla a medio digerir. No sale ni con amoniaco. ¿Qué hago?
ResponderEliminarPor cierto, no me ha dejado el dinero de mi salario en la mesita.
Firmado: La asistenta.
Magnífico, tu relato de hoy. Ciertamente magnífico. Un abrazo
Ella nunca sabrá que la he visto escribir la nota. Que me he quedado afónica de gritar ¡"estoy aquí"!, "aquíííí....", mientras la zarandeaba de los brazos. No sospechará la tristeza mezclada con envidia, con la que ahora la veo cada día traginar por el piso (...y por la vida copórea).
EliminarGracias por tan amble lectura. Un abrazo, Amando.
Ha estado genial tu relato, Albada, y sobre todo ese final, difuminarse tras las huellas de los píxeles de una carpeta con fotos, jajaja, muy pero que muy bueno.
ResponderEliminarMi admiración, y un beso.
La durabilidad de una imagen. Que es nuestra imagen en ese momento solamente. Que no somos nosotros. Porque nosotros no somos capturados en unos píxeles, ni en un retrato hecho con técnica, afán y amos.
EliminarEra un juego. De qué somos en una foto, y dónde queda lo que somos, en tanto que cambiantes, vivos, modulantes...
Un beso.