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martes, 29 de septiembre de 2015

Metro de los culés, en horario de mi tren

Foto de internet


Subí al metro, con las muletas, el bolso y las ganas de volver a casa en el morral de mis deseos. El metro, en los festivos, tiene una cadencia más amable que en los laborales, y quienes usamos este transporte sabemos que los carritos de bebé, niños con globos y alharacas juveniles se dan mano en los vagones de asueto y sonidos pausados de las calles. Por eso me sorprendió que la línea se fuese colmando de viajeros abigarrados. Extranjeros de procedencias diversas iban llegando en cada estación. Algunos vestían de camisetas de fútbol, pero en su mayoría no era así. Esperé que en el Paseo de Gracia hubiera un descenso masivo, pues la casa Batlló, y en sí esa  avenida de luces y sombras tiene un recorrido de intenso tráfico peatonal para los ojos novicios y ávidos  de edificios singulares. Pero nadie bajó de mi vagón, sino que empecé a sentir que el espacio para mis piernas estaba al borde de sus límites, para mí y mis artefactos , casi imposibles de menguar más. 

De pronto, la señora sentada a mi lado, mirándome con ojos pícaros me hizo observar qué tanto de fama tiene este club de fútbol, que hasta en viajes de turismo tanta gente estaba dispuesta a pagar sumas importantes de euros para verles jugar. Entonces observé que lo que tomé por su pareo sobre la falda no era tal.

Un señor hizo el gesto de querer salir en Hospital Clínico, pero su gesto fue abortado por un grupo de ingleses que, sin mirar, ni poner intención de entender, se compactó aún más. A pesar de las quejas del hombre, quien llevaba un libro en la mano, con el que hacía ademanes de palanca ineficaz, el gentío le dejó en el convoy con su cara de resignación y  su libro pegado al pecho.
  .
Cuadraron las piezas del puzzle cuando sospeché que para bajar del vagón de los forofos tendría que barrenar el gentío apretado de culés autóctonos y foráneos. Así le dije a la mujer que no vestía, pero que llevaba en su regazo una especie de bufanda del club de sus amores, imagino. Cercanos a Sants, cuando el convoy se acercaba a la parada en la que yo tenía que bajar, se levantó la buena mujer, casi parado el tren, y sin miramientos, con un brazo en alto como un arcángel, me abrió paso hasta las puertas, tropezando en el camino con quejas por los manotazos que recibía quien no abría paso, para dejarme salir del tren. Desde la puerta, sudada, y mientras ésta al abrirse dejaba ver un grupo de aficionados que iba a entrar en el vagón, sí o sí, observé la cara de otra viajera.

Desde el andén sin más habitante que yo misma, pude ver la cara de la señora salvadora, que ocupaba la salida del vagón, y a una chica con un, imagino,  niño de la mano, empotrada contra la puerta contraria meneando una banderola de “bienvenido papá”, que no llegará a tiempo para recibir a nadie. Hasta la parada de “Les Corts”, nadie iba a bajar, lo supe con certeza, y sólo entonces el convoy se vaciará, para llenar las gradas del mejor club de fútbol. Se alejaba, desde el andén vacío, el metro de gente alegre que en, bloque compacto de intenciones, se habían confabulado para no dejar salir a nadie ajeno a sus aficiones deportivas.

Quizá sólo la señora culé, con sus ademanes de ángel guardian, tenía entraña para permitir la excepción  de dejar que alguien, en este caso yo, bajase del vagón de los forofos.
Me cachis con los culés. :-), foto de internet

 





10 comentarios:

  1. Que de cosas te pasan en el susodicho metro, pardiez!
    Un beso.

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    1. He calculado que agarré en este verano la friolera de una centena de "metros". La mayoría de trayectos con nada a reseñar, pero atesoro anécdotas, que tal vez llegue a contar.

      Un beso, y nos vemos en el "metro"

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  2. Siempre es un placer quedarme entre tus letras, Albada, hoy desde el vagón del metro y bullicio de la gente.

    Un beso dulce de seda.

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    1. Es gente...que sin ser hora punta me hizo recordar a los vagones de trenes de esos japoneses experto e hacer caber lo que o cabe!!!

      Beso dulce, sin apreturas, María

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  3. Un gran medio de comunicación para quienes, como yo, no tienen sentido de la orientación.
    Un abrazo.

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    1. Si tú te orientas mal, y yo no conozco los horarios de partidos de fútbol, mejor coger transportes convencionales, sin apreturas no planificadas!

      Un abrazo

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  4. Veo que te estás especializando en relatos sobre lo subterráneo, es posible que arroje más luz sobre el comportamiento humano que aquello que su muestra en la superficie.
    Abrazos, siempre

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    1. Razones rodilleriles me han dejado casi como experta en metro en no horas punta y trenes de cercanías. Es un micromundo cada uno de ellos. Si no cansa, seguiré en temas casi que cotidianos, que me han llamado la atención, ahora, que no conduzco mi coche. Pero vamos a ver si pronto puedo!

      Un abrazo, Amando

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  5. Para mí, el metro es el mejor medio de comunicación que tiene la ciudad pero hay que distinguir entre el servicio que te da el metro y el personal que sube a el. El servício es magnífico y el viajero toda una aventura. Desde personas cómodamente sentadas y leyendo, hablando, riendo, haciendo servir el móvil... Los elementos negativos también los hay, empujones, malos olores, discusiones, agresiones...Toda una aventura.

    Saludos, recordando los muchos años que he sido viajero subterráneo. Que vaya bien la rehabilitación.

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    1. El metro es para mí un sistema de transporte ideal. ha mejorado de manera innegable y muchas estaciones tienen ascensor para gente con movilidad reducida, por ejemplo.El problema son los trasbordos, en los que por fuerzas se han de subir o bajar, o ambas cosas, y ahí la gente con maletas, los bebés en sus carritos y las personas con movilidad reducida hacen malabarismos sin red. la parte positiva es que agudizan ingenio y fortaleza de brazos, de manera gratuita. :-)

      El mundo del subsuelo es un universo inagotable de anécdotas, algunas de las cuales voy plasmando en este espacio. Pero tal vez, cuando la rehabilitación se de por acabada, y corra como gazapo...veré otras anécdotas dignas de ser comentadas.

      Un cordial saludo.

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Ponen un gramo de humanidad. Gracias por leer.