Hubiera deseado que Mario no
hubiera ido tan tenaz en animarme a llegar a la zona costera desde donde
se harían un par de exhibiciones de fuegos
artificiales. La escollera de ese
lado, que delimitaba una playa en calma, estaba casi vacía cuando llegamos. Ante la playa, en
una zona ajardinada de césped en leve pendiente, tuve la tentación primera de
sacar mi pareo y extenderlo sobre la alfombra aún verde en la caída de la tarde
, y tenderme como un lagarto, a la noche estrellada en ciernes, que haría de
telón de fondo a unos sonidos y luces tan atronadores como hipnotizantes.
Faltaba media hora para dar comienzo a la demostración de pólvora y física, al
baile de sonido con chiribitas en explosiones de magia sobre los tejados de la
ciudad y el mar tan nuestro como cálido estaba calmo. Agotando los días de verano, algunas familias se habían a acercado al mar de nuestros pecados para que los
críos gozaran de la magia de una guerra sin armas. Subí hasta la escollera,
porque me pareció una óptima atalaya para contemplar esos fuegos de ardientes
colores y gélidos reflejos sobre el mar profundo, y allí les vi.
Cinco hombres, y Mario, con sus trípodes,
acechaban el horizonte, cambiando objetivos en sus máquinas, y no sé cómo, entrando en un baile lento de miradas
por los visores, que me pareció de camaradería, aunque alguna mirada de
soslayo cuestionaba el mar de los futuros logros. Uno de los figurantes cambió de ubicación
al poco de llegar yo, y esas seis espaldas mirando a Montjuich iluminado, me
hablaron de una cierta paciencia de pescador de sonrisas.
En un banco de
piedra, más que banco, una argamasa de hormigón de forma rectangular, me senté a contemplar
la escena en la que, ante un cielo que se desbocaba de luces, cinco cazadores de
fotos y Mario jugaban a ser el mejor fotógrafo de unas fiestas de ilusión. Pero ya no les miré. Embobada ante la magia de los artificios con juegos.
En poco más de veinte minutos se acabaron los truenos, se
cerraron las espitas de las ráfagas de colores, y el silencio de asombro se
rompió por aplausos tímidos de algunas de las personas que contemplaron el
espectáculo. Pocos minutos de color que me dejaron la impresión de que Mario no había llegado a poner en marcha su reflex portentosa y potente, pero el cielo dibujó,
con un dron en escena incluido, la magia de las expectativas a media voz.
Me limité a dejarme llevar por la niña que habita en mí, que dejo que salga de paseo cuando puedo. A menudo ocurre cuando, cerca del mar, algún evento llama a los ojos de la límpida inocencia de las sorpresas de luz..
La mirada se va tras la magia.
ResponderEliminarMe encantó volver a leerte.
Un beso dulce de seda.
Ja mirada en busca de objeto
Eliminarque acaba siendo un latir de infancia
mariposeando en las entrañas
ante fuegos de artificio.
Me encanta retomar un blog de amigos, donde los besos vuelas como cenizas de hoguera de afectos. Un beso volador para ti, María
Tu buen Mario quizás no hizo esa foto tan esperada, esa plasmación fantástica de colores explosivos. Pero al menos, nos has acercado a la maravilla que experimenta la niña que habita en tu interior y a veces asoma, para disfrutar contemplando la vida sin más.
ResponderEliminarUn beso.
El espectáculo eran las espaldas recortadas contra Montjuich, seguramente,. Ante el cielo negro de los veranos en retirada.
EliminarLa magia acecha en mis ojos cazadores de estrellas fugaces, tal vez. Un beso Alfred...volador y ligero
Con qué facilidad estos fuegos artificiales te llevan al momento y a la edad en que estuviste viendo aquellos otros, hace unos pocos más de bastantes años.
ResponderEliminarUn abrazo.
Es cierto que hace más que bastantes años que el primer castillos de fuegos de artificio,,,pero para mí....es que cada uno es otro primero!,
EliminarUn abrazo
¡Bien por Mario, que te convenció para asistir a ese mágico espectáculo de los fuegos artificiales.Estos fuegos de colores danzando en el espacio, que reúnen las miradas de la gente creando alegría, encantamiento, paz...Fuegos que hermanan.
ResponderEliminarMuy bonita descripción, Albada,
Un abrazo.
Un abrazo Fanny...me alegró contemplar, detrás de Mario y otros fotógrafos, uan noche casi mágica.
EliminarNos seguimos leyendo. Un beso
Un cuento encantador.
ResponderEliminarMe gusta mucho cómo escribes.
Un beso enorme