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viernes, 4 de noviembre de 2016

Los mossos de la autopista

Imagen de Google

Esta anécdota la conoce mi familia, e hizo del “cigarrillo en la calle”, de aquella Nochebuena, un momento hilarante.

Había asistido a la presentación de un primer libro editado de un bloguero amigo. En Barcelona le leen muchos seguidores, aunque fuimos sólo doce personas, pero todo había ido bien. Nadie tomó alcohol y había sido un rato agradable.

El trayecto a Reus, desde Cerdanyola, lo conozco bien desde siempre, y la limitación de velocidad es de ciento veinte por hora todo el rato, pero desde Barcelona no lo conocía tanto. En especial, me eran ajenas las indicaciones de límite de velocidad hasta unos diez kilómetros adentro de la autopista. Resumiendo, conducía sin haber bebido, no era escandalosamente tarde, y había nulo tráfico hasta el peaje de Martorell. Donde te dan el tiquet.


Estábamos un poco aburridos. Habían hecho publicidad de los nuevos límites de velocidad en el tramo que va de Barcelona a Martorell, y justo había sonado la señal de las once de la noche. Pep y yo comentábamos sobre el caso de aquella poeta que se suicidó. Sí la lesbiana aquella que intervino, o no, en un asunto de okupas. Tan tranquilos, digiriendo un pá amb tomaquet, y pensando en lo aburrido que es circular a ochenta por hora en autopista, cuando vimos pasar un coche gris metalizado. No iba muy rápido, pero el radar del coche patrulla sonó como un relámpago dentro de tan pequeño espacio.¡Ciento veinte!!!. Parpadeaba la pantalla.

Vigilando el cuentakilómetros, siempre escrupulosa con el límite de ciento veinte, a esa velocidad iba, por el segundo carril entre los cinco de ese tramo, cuando un coche de los mossos se me pega detrás. Yo bien tranquila, claro. No se despegaba, así que me pasé al carril derecho. Les había visto salir del arcén e imaginé que iban a hacer algo, y quería facilitarles su marcha. Me sorprendió que  seguían tras de mí, pero iba a ciento veinte justos, y tranquila, claro.

Me adelantaron, qué alivio, me dije, que vayan a hacer sus cosas, pero no. El coche se puso delante de mí, haciéndome reducir de velocidad drásticamente… para provocar un accidente, me dije, frenando, por no estamparme contra su matrícula posterior.
A ochenta se pusieron, y me hicieron poner, por lo que les adelanté, suponiendo que estaban hablando de alguna misión a elegir, como por ejemplo, si tirar hacia Girona o hacia Tarragona. Había luces sobre el automóvil, claro, era un coche patrulla, pero entonces ellos me adelantan y el que iba sentado de copiloto, a mi altura, me hace gestos de que me vaya al arcén.


Pep me miró, le devolví la mirada, y hacia el infractor que nos pusimos en marcha. Nos colocamos detrás e hicimos luces, para avisar que parase, pero la conductora, sin disminuir la marcha, se pasó al carril derecho, y nosotros detrás, para adelantarle luego, ya que no se detuvo. Decidimos adelantarla y hacer señales de cascada, para que se diera cuenta de que tenía que parar. Nos pusimos justo a ochenta al hacerlo, para que no tuviera dudas de que era ella a quien nos dirigíamos, pero ni caso. La adelantamos, y Pep, desde el lugar del copiloto ya sacó la mano y le hizo señales con ella, para que fuera al arcén. 

Bien, me dije, algo quieren. Había mucho frío y no bajé del coche. Les di la documentación y me hicieron soplar un alcoholímetro. Uno de ellos iba tomando notas, y el otro se quedó al lado de la puerta de conducción de mi coche


No parecía una mujer joven ni borracha, pero sólo pensar en que se diera a la fuga nos excitó muchísimo. Sería adrenalina por las venas. ¡Bien!, a por ella, dijimos ambos, pero paró en el arcén, así que nos quedábamos sin adrenalina, no obstante,dejaríamos claro quién manda en las autopistas y carreteras de Catalunya.
  • -   Señora, sabe a qué velocidad iba?dije yo mientras Pep tomaba los datos de la matrícula y copiaba los datos del conductor y papeles del coche
  • -    A ciento veinte, y lo dice tan tranquila la buena señora. Pues le haré soplar el alcoholímetro, me dije, y así fue. Pero el resultado era un 0 como una casa
  • -    ¿Y no sabe que está limitado a ochenta?
  • -    No, las autopistas tiene su límite en ciento veinte.
  • -    Este tramo no, lo pone arriba, es a ochenta Pero si han hecho propaganda, por radio y por  las teles catalanas…no lo entiendo...vivirá en Babia ella
  • -   Ni lo he mirado, la verdad
  • -   Y se ha dado a la fuga ¿por qué?
  • -   Hombre, más bien me parecía que ustedes podían provocar un accidente yendo de     carril a carril. Suerte que no hay tráfico. No pensé que su trabajo era mi coche.Pues qué trabajo creía que hacíamos…esta señora está como una cabra
  • -    A ver señora, ¿no ha visto que cuando nos pusimos delante le hicimos la cascada con las luces de la patrulla?
  • -   Ni sé qué es eso de la cascada.
  • -   Las luces en cascada, de arriba…que van hacia la derecha.
  • -   Pues no sé por qué lo llaman así. En cascada…¿ siendo horizontal? No lo veo lógico
  • - - Mire, a ver. Usted tiene carnet, ha de saber lo que significa: Pararse inmediatamente
  • -   Oiga, cuando yo me saqué el carnet no existían esas luces. Ni ustedes tampoco por si quiere saberlo, así que yo he conducido con cuidado y normal. Encima recochineo. Claro que no existía el cuerpo de Mossos, pero no tenía por qué decirlo,  caray con la señora
  • -   Pues tome nota. Nosotros hemos actuado bien y normal. Usted iba casi al doble de la   a velocidad que indican los postes elevados. Por eso queríamos que parase. Pero ya llevábamos cinco quilómetros diciéndoselo y usted ni caso.
  • -   Pues al final, mire, lo han conseguido. Menos mal, porque pensé que estaban locos, la verdad. Vaya manera de provocar accidentes, si hubiera habido tráfico. 
  • -    Mire, vamos a dejarlo. A usted le llegará una multa de trescientos euros a su domicilio próximamente, por exceso de velocidad. Que lo sepa.
  • -    Bueno, al menos ahora conduciré tranquila. Y por cierto, ¿por qué no iluminan esos     límites de velocidad nuevos?. Con tantas luces en cascada y tanta tecnología tenerlos sin luz es para que no se vean de noche. Bueno, o yo no conduzco mirando para arriba, vaya.
  • -   Hace poco de esta limitación, pero se pondrán luces, señora.
  • -   Bien, así nadie se llevará el susto que me he llevado yo con ustedes.
  • -   Buenas noches, dijo el agente tocando su gorra.  Pena que se nos acaba la diversión, con el frío que hace... mejor desactivaremos el radar de la patrulla. Le diré a Pep, a ver qué opina, porque como haya muchas señoras como esta, ni la emoción de persecución nos dará esta noche de guardia
  • -   Buenas noches y buen servicio, concluí yo, arrancando luego y entrando en la autopista, donde al medio quilómetro escaso, a la derecha, en el arcén, una señal blanca con aro rojo marcaba la velocidad límite:ciento veinte.         

6 comentarios:

  1. Lo que no harán para recaudar más.
    Un beso.

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  2. Hace tiempo que he llegado a la conclusión que las multas de tráfico son un complemento de ingresos por impuestos para las administraciones públicas.
    Por no hablar de la presunción de veracidad de los agentes de policía en el ámbito administrativo sancionador.... o sea, tienen razón, digan lo que digan, y en todo caso tú has de probar que no dicen la verdad.

    En fin.... una locura total.

    Besos.

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    1. Una locura en mil sentidos. Les pagamos bien, más que a la policía nacional, y sólo un poco menos que los agentes municipales de Barcelona. Pueden mostrarse prepotentes de narices, pero el afán recaudatorio es insaciable.

      Me fijé hace poco, y ahora las señales de limitación de 80 están iluminadas, pero cuando a mí me pasó esto, no me hizo gracia alguna, ni la persecución ni la multa. Y es que tenían un caso entre manos...pero era ¡Yo!, penica por Dior

      Un beso y buen finde

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  3. Cuando me dieron a mí el permiso de conducir tampoco existían esas luces, aunque sí la prepotencia. Me ha recordado tu entrada a una que publiqué yo en 2012: Historia de una multa
    Un abrazo.

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    1. Por intermitente en tu caso o por exceso de velocidad en el mío, ninguno poníamos en riesgo la circulación.

      Como dice Toro, y abundando en la recaudación a través de multas, es el 30% del total recaudatorio español. Vamos, que muchas chuches se necesitan para pagar directamente a hacienda entre 100 y trescientos euros que nos pusieran. El tema, en mi caso es que me asusté pensando que provocarían ellos un accidente, para una tontería que yo cometía. Haberme puesto la multa por correo, sin más, pero ellos tenían que hacerse los gallitos. En fin, anecdotario :-)

      Un abrazo

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Ponen un gramo de humanidad. Gracias por leer.