FUERA DE CONCURSO DE Tintero de oro
Me vi ante un cofrecito. Lo encontré
mientras cavaba un agujero para una palmera pequeña que pretendía plantar en mi
jardín, ese pequeño y trasero que siempre tuvo la casa, aunque se diseñó como huerto,
y mi abuela tuvo en él gallinas y patos. La Colonia Rosal, pueblo actualmente, fue construido para
los trabajadores de una fábrica textil en los años cincuenta. Pegaditas ellas,
eran casitas idénticas a ambos lados de una calle ya asfaltada cuando la conocí
yo. Pequeña y de dos plantas fue mi paraíso estival. Al morir mi abuela mi madre consultó si alguno
de los hermanos la queríamos, pues la pondría en venta. Mis recuerdos de
infancia me llevaron a pedir una hipoteca y aquí me instalé.
Recordaba a menudo que mi abuela
decía conocer a un descendiente de los Romanov, rusos. Pero había sido una
invención, supuse, para contarme cuentos en las noches. Sólo la íbamos a ver
algunos fines de semana, y por las vacaciones del colegio, y en más de una
ocasión era yo quien le pedía que me contara cosas de cuando era joven.
Hacia variaciones de la misma
historia, de cómo conoció en Paris a ese joven descendiente de los zares. Ya
adulta llegué a pensar que tal vez un diez por ciento era verdad, y que cada
vez lo adornaba con más y más aventuras parisinas. Me dejaba vestirme y
enjoyarme con sus cosas. Una de ellas era una estola de piel de zorro ártico, decía,
pero si bien parecía piel de animal, nunca supe si era o no de verdad. Entre
sus “joyas” había pasadores de pelo, anillos de piedras semipreciosas, un collar
de perlas, y otro de vidrios que relucían al sol. Yo me vestía con su ropa,
sus zapatos y su estola. Me lo ponía todo. Me pintaba los labios, y me
ponía colorete, y de esa guisa paseaba ante ella, mi abuelo, y a veces algún vecino,
mientras ella me presentaba como en un pase modelos. Yo era feliz imaginando que me
miraban, que un público inexistente me encontraba preciosa y arrebatadora. Eres
mi Audrey Hepburn personal, me decía.
Luego enfermó. Una demencia que
resultó tener nombre se fue instalando en ella de manera insidiosa, y, poco a poco,
dejó de ser ella. En la residencia me decía que tenía que buscar mis joyas en
el huerto. Por supuesto creí que era ese tipo de discurso de un pasado confundido,
borroso y confuso de su mente enferma. Pero el cofrecito estaba allí, ahora en mi
jardincillo con dos limoneros y unas margaritas. Dentro había un papel. Me dejaba mis joyas y me deseaba que mi cuento
de ser diseñadora de moda de éxito se hiciera realidad.
Ahora que mi colección se
presenta en la Milan Fashion WeekMilán, con un nuevo éxito, no dejo de pensar
que ella me brindó mi desayuno con diamantes, el que inició mi carrera
de diseñadora. Voy a verla a menudo al cementerio donde descansa, siempre vestida
con un modelo mío. Me exhibo ante la tumba de ella y del resto de lápidas de esa callecita funeraria. Luego poso para una posible fotografía inventada,
como cuando era niña, para dejarle, con un beso, un ramo enorme de margaritas.
Palabras 520
Muy bonita y entrañable historia, hay joyas que tienen otro valor más allá de su costo monetario.
ResponderEliminarUn beso dulce.
Me hubiera gusatdo que fuera mi historia, ya ves.
EliminarUn abrazo, Dulce, y por un jueves excelente para ti.
Muy emotivo, Albada. Me ha llegado hondo. Fascinante la historia y el cómo la has llevado.
ResponderEliminarMil besitos de jueves, bonita ♥
Era muy fácil de imaginar, pero la Colonia Rosal existe, y mi abuela no viió allí, pero sí la hermana de mi suegra, ya ves. Sin joyas, claro.
EliminarUn abrazo
Que lástima que no entre en el concurso, pues seguro que otendría un muy buen puesto, siendo, como es, una tierna y emotiva historia y tan bien contada.
ResponderEliminarUn abrazo.
No me importó nunca eso de los concursos, la verdad, yo disfruto escribiendo, y todo me sirve de excusa
EliminarUn abrazo, y muchas gracias
Muy bien relatada esta historia. Felicidades.
ResponderEliminarUn abrazo.
Gracias. Y qué bonita si fuera cierta ¿no?
EliminarUn abrazo
Muy bien contada la historia, nos llevas por donde te apetece, el giro está muy bien, realmente esperaba las joyas de los zares.
ResponderEliminarUn beso.
No las esperaba, pero las consiguió. Era tan tentador...
EliminarUn abrazo
Muy lindo y propio del género de cuentística clásica. Tus expresiones son muy acertadas y cuidadosas "la demencia que tenía nombre" (y no citas cual, muy bien). Donde existe una abuelita, además de buena literatura (tal cual es tu caso) existe un homenaje. De otro lado hace mis delicias que hayas mencionado a Audrey, pues me conexiona con la película (la tengo en casa desde siempre y somos muy aficionados: en mi caso particular, estimo que acertaron sin Marilyn MOnroe) También me gustó la piel de zorro ártico, tienes mucho detalles que embriagan al lector. Y ya sin contar que me retrotrae a historias que me contaba mi bisabuela(tuve la suerte de conocerla por ser tan longeva, a los ciento tres años se quedó dormidita y ya no despertó, mucha paz e indoloro, como todos desearíamos. Eso fue hace muchas décadas y tan buen catalizador ha sido tu texto que de repente se plasmó esa memoria ante mi)
ResponderEliminarMucho Mérito el tuyo, ya lo creo.
Qué suerte dormir a esa eada. Yo a los 104 me bajaré del tren, pero e sun lujo tener abuelsolongevos, o como en gtu caso, bisabuelos.
EliminarMe alegra que te gustara, proque me inspiré en una colonia real. Colonia Rosal, cerca de Berga, y ella era la hermana d emi suegra, ya ves. Un abrazo
¡Hola, Albada! Tan importante como la vocación o un talento determinado es que en algún momento alguien sepa dar esa confianza y ese empujón para desarrollarlo. En este caso, la abuela sin duda fue esencial para que lo que en otro caso hubiera sido un hobbie en la protagonista lograra germinar como algo emocional.
ResponderEliminarUn magnífico relato que, además, me recuerda un tanto la relación que tuvo el propio Capote con su prima Sook, lo que sin duda es un añadido al homenaje de esta edición. Un abrazo"
Pues me alegra que vieras esa alusión a la importancia de que crean en nuestros sueñoso infantiles, qu nos animen a volar sin miedo, para perseguir los anhelos.
EliminarMuchas gracias. Un abrazo grande
Muy bonito Albada, creo que muchos nos sentimos identificados con el tema de los abuelos, y cómo influyen en nosotros. Tu historia me resulta entrañable y me encantan los guiños que haces a la obra que inspira este concurso. Enhorabuena y suerte.
ResponderEliminarMuchas gracias. Ojalá fuera mi historia, pero la mía es muy bonita. Me dejaron soñar y jugar hasta los doce años, y nunca la niña que habita en mí se quiso ir del todo.
EliminarUn abrazo. Ana
Precioso, Albada. Un cuento dulce y muy emotivo en torno al amor y la confianza. Me ha encantado.
ResponderEliminarLo de menos eran los diamantes, pero gracias a ellos, la chica que narra pudo despegar.
EliminarUn abrazo
Una hermosa historia, un buen recuerdo, una mala enfermedad y muchas invenciones preciosas.
ResponderEliminarUn beso.
Gracias, me hubiera gustado un poquito haber pasado los veranos en ese Colonia. había un río. Pero mi infancia fue feliz también :-)
EliminarUn beso
Un relato delicioso, Albada, contado con sensibilidad y cariño, como una caricia. Quienes hemos querido a los abuelos (abuela en mi caso), sentimos (siento) empatía con la abuela y nieta de tu cuento.
ResponderEliminarMuchas gracias. Es tan bonito que nos animen la autoestima, que nos abriguen lso abrazos, que fue muy tentador.
EliminarUn abrazo
Qué hermoso relato. Me ha enternecido. Mi abuela se ha puesto vieja y quisiera que se quedara como está, que el tiempo no siga haciendo lo que hace con los cuerpos de las personas...
ResponderEliminarOjalá que el tiempo se detuviera para ellos, y nos durasen más, pero si sólo es el cuetrpo el que se deteriora, al final no importa si su mente está inatacta.
EliminarUn abrazo, y gracias
Me ha encantado. Es tierno, sensible y esperanzador.
ResponderEliminarUn abrazo.
Es que autoestima se gesta en la infancia, para bien y para mal.
EliminarUn abrazo, y gracias. Feliz semana
Un texto genial. El apunte incial sin desvelar aun el tesoro. La enfermedad con nombre mudo. La dualidad de la sbuela en el asilo, en que pierdes lo que es fantasia y lo que es increible pero cierto. Y el final, majestuoso. Tres disparos al corazon en medio parrafo.
ResponderEliminarBesosss amiga
Genial tu apunte final. Son tres disparos a un corazón, en este caso, al de la nieta, quien logra sus sueños.
EliminarUn abrazo, amigo
Tierno, entrañable, deja un regusto muy dulce ese final.
ResponderEliminarUn abrazo
Muchas gracias. Por las abuelas, esas hadas que nos acompañan.
EliminarUn abrazo, y feliz semana
Hola, Albada. Un relato muy emotivo. El comienzo es genial y el cierre de la historia, como te han dicho por ahí arriba, deja un excelente sabor de boca. Muy buen aporte.
ResponderEliminarSaludos.
Me alegra que te haya gustado, Pedro.
EliminarUn abrazo
Hola guapa, un relato muy tierno. Con notas de melancolía.
ResponderEliminarPor un momento me sentí muy identificada con la protagonista.
Te deseo una feliz semana, besos de flor.
Pd, Es un buen relato, lastima que este fuera de concurso.
Es que hay abuelas que nos llenan el alma, hasta cuando se han ido.
EliminarMuchas gracias. Un abrazo grande, Flor
Albada: Me encantó tu historia por la ternura que rezuma y por lo definido de sus imágenes. Muchas gracias por compartirla.
ResponderEliminarGracias a ti, por tu amable comentario
EliminarUn abrazo, y feliz día
Preciosa historia. Sentimientos entrañables a flor de piel.
ResponderEliminarUn beso
La abuelas son esas personas casi mágicas que nos enseñan a querernos.
ResponderEliminarUn abrazo
Que bien lo cuentas Mari Pau, la inocencia de la niña y como disfrutaba con la joyas de la abuela, y como tiempo después aquel deseo de ella se hizo realidad.
ResponderEliminarUn abrazo
Puri
Hay muchas carreras profsionales que se iniciaron por alguna abuela amorosa, estoy segura
EliminarMuchas gracias, Puri. Un abrazo grande
Hola, Mari Pau. Una historia de amor delicada en su forma y en el fondo. Como las historias que la abuela le contaba cambiándolas porque el alzheimer no perdona. Me ha gustado. Un abrazo.
ResponderEliminarclaro, hay ciertas personas que son atacadas de la manera más inclemente por esa demencia, pero mientras han sido abuelas maravillosas, qué impagables son.
EliminarUn abrazo
Hola, Albada. Triste enfermedad aquella que nos priva de nuestros recuerdos y alegrías, tanto más si cabe para los que la viven desde fuera, al ver cómo un ser querido deja de ser lo que fue. Lenta, muy lentamente.
ResponderEliminarUn relato cargado de amor y ternura. Le deseo lo mejor a nuestra protagonista en su futuro como diseñadora.
Un saludo.
Con una abuela que nutra la autoestima, llegará donde quiera. Muchas gracias por tu lectura.
EliminarUn abrazo, y feliz día
Los recuerdos evocados nos nutren y alimentan esperanzas, y desesperanzas cuando no son tan bellos, sin embargo la vida es un eterno aprendizaje. Una perla para ti 😍💗 Saludos desde desde Venezuela de Perlas narrativas.
ResponderEliminarNos nutren y forman parte de nosotros, las abuelas sobre todo.
EliminarUn abrazo, y feliz día
Una historia deliciosa... digna de ser vivida, ya lo creo.
ResponderEliminarBravo!👏🏼👏🏼👏🏼👏🏼👏🏼👏🏼❤
Muchas gracias, salió con mucha ternura.
EliminarUn abrazo grande
Hola Albada, un bello relato cargado de emotividad, en el que se evidencia una hermosa relación entre nieta y abuela. La referencia histórica a los Romanov le da mayor empaque. Buen relato. Un abrazo.
ResponderEliminarEsas relaciones son maravillosas, sobre todo si aumentan tu autoestima, tan necesaria. Sí, me pareció oportuno. Ahora Putin tal vez quiere ser un nuevo Romanov de todas las rusias. Una barbaridad de tipo.
EliminarUn abrazo