Cuando él aparece en la esquina de la aurora sus ojos hacen el gesto de enfocar sobre la imagen. Busca el objetivo adecuado, la obertura del diafragma idóneo y la velocidad indicada. Fotografía el aire caliente de la mañana saltando entre la luz y el espacio abierto unos instantes a destiempo. Con el visor ante los ojos confirma que la vista le ha engañado en un juego de luces y la diminuta pantalla de plasma le devuelve su reflejo.
Por alguna razón que se le escapa el espejismo ha devorado las líneas de su cara y la imagen que refleja es la del hombre que asomaba en la distancia dirigiéndose a ella. Quiere conocerle, empezando por palparse la barbilla. Siente sus dedos sobre un mentón buscando unos rastros de barba que no están. Lleva la mano a las gafas que muestra su imagen, pero no están y sin poder evitarlo baja su vista al pantalón, que reconoce como suyo.
El libro ha rodado desde su mano hasta el suelo quedando el lomo, con la foto de primer plano insolente recogiendo esa luz que inicia el vuelo. Llegará tarde a la primera entrevista que le encargan desde que es becaria.
Una becaria con un gran sentido poético.
ResponderEliminarEsos instantes entre el sueño y la vigilia pueden ser muy curiosos.Creo que esta joven en otra ocasión se prepara con más tiempo la entrevista.
ResponderEliminarUn abrazo.
Momentos muy especiales. Esa linde entre el sueño y la realidad es de difusa textura y ofrece una extraña alquimia de luces, un inédito almizcle de colores que lo dejan a uno perdido en lo más profundo del perdido paraíso. Hasta que suena el despertador. He disfrutado mucho, Albada.
ResponderEliminarUn territorio comanche en la zona de guerra entre el dormir y el despertar.
ResponderEliminarNi los despertadores nos mantienen a salvo de los juegos de la mente en esos momentos intermedios entre el sueño y la vigila.
Me alegra te gustase.
Un abrazo Francisco.
En esta ocasión, Albada, veo el texto un poco confuso de entender -lo cual no me ocurre habitualmente con tus relatos, que por lo general estructuras muy bien. Bueno, es lo que me ha ocurrido a mí; y, como dices en el siguiente relato, me llamo Luis y soy de Sinceros Compulsivos, jajaja.
ResponderEliminarUn gran abrazo y besos
Es confuso todo, hasta la sensación de estar despierto o no.
ResponderEliminarEl libro derrotado en el suelo, con una foto en la portada, de algún hombre con gafas que ha de entrevistar la hace quedarse dormida y tener una sensación de espejismo. Pero eso ya se ve.
Un gran abrazo Luis, Sincero Compulsivo, :)