Bajo tierra, en su cobijo, el tiempo había dado paso a la primavera.
El sonido del viento agitando las copas de los árboles le despertó con
mil sonidos, casi todos naturales.
Algún trueno tropezó con los sueños.
Una salamandra despistada le tocó la nariz, haciéndola mover agitadamente por
su curiosidad infantil, y salió con su madre hace pocos días por primera vez. Es
tierno y ágil y está seguro de que sus fuerzas.
Ya descubrió un aire por reconocer.
Aprendió a leer olores y a recopilar signos de amenazas posibles. Sujetó con pinzas en su memoria los consejos que le dieron y guardó
como pudo los datos que alcanzó a recoger.
Se aventura ahora a un primer paseo. Quiere comer un poco de trébol.
Adelanta un paso entre los
matojos, sonríe a una mariposa, concentra
la vista, levantando las orejas y entre bolitas pequeñas que cubren su vista de
blanco…de la nariz y los pulmones le llega un picor insoportable, que sube, le
ahoga la garganta, le trastoca la alegría, le sube a los ojos y oye asombrado
...Attchisss!!
Cada día aprendemos y nos sorprendemos por algo nuevo. Los consejos siempre venidos de la experiencia siempre son sabios, pero desgraciadamante es la propia experiencia en nuestras carnes la que realmente nos enseña.
ResponderEliminarUn besote
Sí, el dicho de que nadie escarmienta en cabeza ajena, es real. Las alergias al polen, en la primera primavera, hace crecer al gazapo. Estoy segura. De momento le vi retroceder un pasito, saltito más bien.
EliminarUn abrazo.
Estornudos felices, gratos encuentros con el polen flotando en el ambiente, para animarnos a despejar las fosas nasales con contundencia.
ResponderEliminarSimpática imagen, de unas orejas tiesas y una pata en el hocico, ¡salud!
Gracias Alfred!, me resultó tan tierna...Atchisss, me contagié.
EliminarUn abrazo.